Una frase que solemos utilizar a menudo cuando nos referimos al estado de la ciencia y de la técnica en España, es la lapidaria cita del escritor Miguel de Unamuno: «¡Que inventen ellos!» En realidad, aunque hoy en día se utiliza para promover el progreso basado en la innovación, el escritor vasco mostraba en realidad cierta tecnofobia y animadversión hacia la investigación científica.
La creatividad, pilar fundamental en el que se sustenta la capacidad de inventar, es una característica crítica para que nuestras ideas lleguen a buen puerto. De forma diametralmente opuesta al pensamiento de Unamuno, encontramos a aquellas personas que tienen por bandera la innovación y el cambio en su rutina de vida, en su trabajo y en su realización personal y profesional.
Emprendedores: entre don Quijote y Steve Jobs
Miguel de Cervantes describió al caballero andante como un personaje capaz de embarcarse en cualquier empresa loca o equivocada, desde sus peleas contra molinos hasta hacer trizas cueros de vinos. Las ideas más pintorescas se han entendido siempre desde una perspectiva extrema de riesgo, por el miedo al fracaso, al «qué dirán» o al «ya te lo dije». Parece, sin embargo, que esta tendencia podría estar cambiando, pues se comienza a percibir al emprendedor como una figura clave e imprescindible para la recuperación económica del país.
A pesar de ello, la percepción del riesgo en España sigue siendo elevada. La Fundación Iniciador y el Observatorio Sage publicaron la segunda edición del Observatorio del Clima Emprendedor 2012. Los emprendedores consultados se sentían «solos y poco respaldados», mostrando un clima de un fomento realmente bajo del emprendimiento. ¿Cómo podemos cambiar el chip, y pasar de ser Quijotes con locas e inciertas aventuras, a exitosos Steve Jobs con buenos modelos de negocio?
La clave reside en enseñar a innovar, y aprender a no tener miedo al vértigo que produce iniciar un nuevo proyecto. Superar la tecnofobia de Unamuno, y seguir la filosofía de Thomas Edison, quien solía decir con cierta ironía: «No he fracasado. He encontrado diez mil maneras en que esto no funcionaba».
Ejemplos de programas de fomento del emprendimiento no faltan. Quizás por su importancia en la transferencia de conocimiento entre la Universidad, los centros de investigación y las empresas, podemos destacar el proyecto Fomento del Emprendimiento Académico, iniciativa de Red Emprendia. Pero si la creación de compañías de base tecnológica es fundamental es nuestra sociedad, también lo es la educación de las nuevas generaciones para conseguir una economía basada en el conocimiento. Con este espíritu nació «Emprendevirus: inyectando el gen del emprendedor», programa de la Federación Española de Biotecnólogos y de la Fundación Amgen. Mediante sesiones teóricas y prácticas, se dan nociones básicas de cómo montar una empresa a jóvenes de entre 16 y 18 años, estudiantes de 4º de E.S.O., Bachillerato y Ciclos Formativos.
Estas dos iniciativas siguen el espíritu de Think Big Jóvenes, que ha conseguido en 2012 la recepción de más de ochocientas ideas imaginativas, con las que se demuestra que el futuro está en manos de quienes creen en la belleza de sus sueños, como diría Eleanor Roosevelt.
Las claves para ser un buen emprendedor
Si en algo coinciden los 73 entrevistados en el reciente libro El perfil humano y profesional de los emprendedores digitales, es en lo jóvenes que eran cuando iniciaron sus diferentes aventuras empresariales. Pasión en su trabajo, innovación, apuesta por el cambio, son algunas de las constantes que definen su carácter. Inma Sánchez, Presidenta de Incipy e Inesdi, cita a Michael Gerber cuando resume la filosofía del emprendedor como «aquel que ve oportunidades donde otros sólo ven problemas».
Y para evitar la tan temida burbuja emprendedora, es fundamental ser interdisciplinares: rodearse de equipos bien formados y preparados para alcanzar y definir mejor los retos y metas a alcanzar. Pero para trabajar con varias personas pertenecientes a perfiles diferentes, resulta imprescindible contar con habilidades de comunicación: saber definir lo que queremos hacer, explicarlo, motivar a nuestros compañeros de viaje y siempre vender nuestra idea, ajustando el equilibrio entre nuestra ilusión y el realismo que nos rodea.
Aprender cada día debería ser la máxima de cualquier persona interesada en aventurarse en el mundo emprendedor, y para ello, plataformas como Coursera, con sus cursos sobre finanzas o innovación, realizan una labor encomiable en el fomento del emprendimiento.
¡Que inventemos nosotros! Aprendamos a soñar
Embarcarse en una aventura empresarial, en las circunstancias económicas en que nos encontramos, puede ser una idea utópica, más cercana a las narraciones de Cervantes que a la realidad diaria. Sin embargo, si consiguiéramos ser capaces de superar la zona de confort, podríamos comenzar a soñar. ¿Nos atrevemos?