Entrevistamos a Carlos Uraga, cofundador y consejero delegado de la startup española Erle Robotics.
La robótica, disciplina nacida en los años 70 con un foco eminentemente industrial que con el paso de los años ha evolucionado hacia el mundo de los servicios profesionales y que tiene en el uso personal su próximo desafío, se acerca cada día más a los humanos. “En un futuro no muy lejano, apenas una década, todo el mundo verá robots. Es más, dentro de cinco años la gente estará aburrida de ver drones. En año y medio hacerse selfies con drones con cámara será habitual y los coches autónomos, en el fondo robots, pues son capaces de sentir, procesar y dar una respuesta, serán una realidad dentro de poco. La robótica va a cambiar la vida de las personas”. Así de contundente se muestra Carlos Uraga, cofundador y consejero delegado de Erle Robotics, una startup de robótica ‘made in Spain’ que está rompiendo moldes con sus cerebros artificiales para robots que ya vende por todo el mundo (tecnológicas tan destacadas como Intel, Microsoft y Samsung están entre sus clientes) y con sus asombrosos drones, como es el caso de su más reciente creación: una araña robótica terrestre pensada para ser utilizada en espacios inaccesibles o en zonas de desastres.
El objetivo del equipo de Erle Robotics es simple y al mismo tiempo ambicioso: “Hacer que la robótica sea accesible y asequible para toda la población”, señala Uraga. El proyecto, desde luego, va por el buen camino. La empresa que llegó a ser una de las 15 finalistas del prestigioso concurso Robohub, en el que participaron cien compañías de robótica de todo el mundo y su robot araña Erle-Spider ha escenificado una potente campaña de crowdfunding en Indiegogo. Charlamos con Uraga sobre la evolución de esta startup y la robótica en general, un futuro que no estará, según el emprendedor, en “humanoides de miles de euros, sino más bien en robots asequibles, abiertos, accesibles y basados en Linux”. En definitiva, “robots que permitan que la gente ponga su creatividad en aplicaciones reales y de los cuales surjan casos de uso útiles para las personas”.
¿Cómo surgió Erle Robotics?
Todo empezó con un proyecto de final de carrera. El de Víctor Mayoral Vilches, uno de los tres fundadores [Víctor, el propio Carlos y el hermano del primero, David Mayoral, son los tres creadores de Erle Robotics]. Éste observó la escasez de plataformas abiertas que existían para programar robots y decidió ahondar en este tema y desarrollar un dron basado en Linux hace dos años y medio. En enero de 2014 nació Erle Robotics con financiación de Víctor y mía y poco a poco fuimos contratando ingenieros. En diciembre cerramos nuestra primera ronda de financiación, de 200.000 euros, con inversión de cuatro business angels ingleses y dos vascos.
Y desde entonces la evolución ha sido exponencial…
Sí, en abril de 2015 pasamos a formar parte de la aceleradora alemana Techfounders y Víctor y yo dejamos nuestros trabajos y nos incorporamos a jornada completa. Durante tres meses hemos estado trabajando en Alemania pero el proyecto de aceleración acabó en agosto. En lo que va de año hemos pasado de tener tres empleados a tener once. Empezamos a vender nuestros primeros productos en enero y en seis meses ya habíamos facturado más de 100.000 euros.
Con clientes, además, nada desdeñables como Intel…
Sí, sí, Intel, Microsoft y Samsung son algunas de las empresas que han comprado nuestros cerebros robóticos. También tenemos muchos clientes en universidades, centros de investigación, desarrolladores del mercado…
¿Qué negocio tienen fuera de España?
El 95% de nuestras ventas se hacen fuera a través de nuestra web. Estados Unidos es el país donde más vendemos: un 40% de las ventas las hacemos allí. Esperamos cerrar 2015 con más de 350.000 euros de facturación.
Lo primero que crearon fueron lo que llaman los ‘cerebros robóticos’ pero no tardaron en lanzar también hardware, ¿ambos mundos se complementan?
Ya lo decía Alan Kay: si quieres ser serio en el desarrollo de software tienes que crear tu propio hardware. Además, nosotros nos definimos como una empresa de robótica, así que teníamos que crear las dos cosas.
Uno de sus grandes logros fue firmar un acuerdo con Canonical para crear una tienda de aplicaciones para robots. ¿Qué ha supuesto esta alianza para Erle Robotics?
Después de crear los cerebros robóticos y los robots en sí vimos que teníamos que desarrollar una comunidad en torno a esto. Por eso nuestro tercer paso fue generar el ecosistema y la infraestructura para que los desarrolladores pudieran compartir sus programas y crear en el mundo de la robótica. En la tienda que tenemos con Canonical ya hay unas 60 aplicaciones. Allí se pueden conseguir desde comportamientos para robots algoritmos de visión artificial, movimientos para cientos de robots… Hay un par de empresas que tienen también una tienda de aplicaciones pero la clave de la nuestra reside en la fuerte comunidad que tenemos gracias al acuerdo con Canonical. Todos los que usen Ubuntu tienen acceso a esta tienda de aplicaciones, las que, por otro lado, no solo valen para nuestros robots sino para muchos otros.
Han abordado una campaña de crowdfunding para comercializar su último invento: el robot araña Erle- Spider. Aunque la campaña ha sido notoria no han alcanzado el montante fijado…
Fundamentalmente el objetivo de la campaña se ha conseguido, y es que la gente conozca Erle-Spider y se haga eco de este robot. Incluso fue elegida la mejor campaña de la semana en el programa norteamericano KickedTV (sobre campañas de crowdfunding). Aunque la campaña no salga adelante, los clientes que la han soportado recibirán sus arañas con el correspondiente descuento y un gran agradecimiento por nuestra parte por soportar esta iniciativa; por lo tanto, en términos económicos la campaña no perseguía el objetivo de hacer dinero (de hecho nos quedábamos en empate entre costes e ingresos) sino más bien darse a conocer y escuchar el feedback de la comunidad, lo cual se ha conseguido y el feedback ha sido positivo.
¿Están más centrados en el desarrollo de drones que de otros robots?
No solo hacemos drones sino otros componentes robóticos. Nuestra facturación se reparte al 50% entre la venta de robots y cerebros robóticos. Pero lo que perseguimos de cara al futuro es establecer el próximo estándar de la robótica a nivel de hardware, es decir, conseguir que todas las partes de un robot sean interoperables de modo que, por ejemplo. La interoperabilidad es hacia donde nos dirigimos.
Parece que la robótica, expandida inicialmente en el terreno industrial, avanza cada vez más rápido en la sociedad. ¿Cuál es su percepción?
En la industria la robótica se está expandiendo como si fuera un virus. Por ejemplo, el uso de los drones en trabajos de campo cada vez es más frecuente. Pero lo más significativo de todo esto es que la robótica se está acercando a las personas. De aquí a 10 años todo el mundo verá robots. Es más, dentro de cinco años la gente estará aburrida de ver drones. Dentro de un año y medio será habitual que las personas se hagan selfies con drones. Por no hablar de los coches autónomos que, a fin de cuentas son robots que sienten, procesan y dan un reporte de una actividad.
En definitiva, la robótica va a cambiar la vida de las personas. Lo que pasa es que ahora este segmento está en el mismo estadio en el que estaba la informática personal en los años 90. Pero evolucionará.
Muchos grandes de la informática, como es el caso de Bill Gates, y científicos como Stephen Hawking, alertan, no obstante, de los riesgos que la inteligencia artificial puede traer consigo en un futuro cercano…
La inteligencia artificial es un hecho a día de hoy pero no tiene peligro. Hay que tener en cuenta que un cerebro artificial no va a tener capacidad (o al menos no hasta 2050) en materia de espacio y memoria. Es más, nunca llegará a tener la capacidad que tiene un cerebro humano. Tampoco veo factible que se vayan a desarrollar humanoides que provoquen acciones negativas para la sociedad. La seguridad es un elemento clave en los desarrollos que se llevan a cabo en robótica. Los humanos no van a invertir tiempo en programar robots que dañen a la gente. Ninguna empresa lo va a promover.
Respecto a otro de los grandes debates que existen en torno a la robótica, si quitará empleo, hay que desdramatizar. Obviamente hay trabajos que hoy hacen personas que los harán (ya los están haciendo) robots. Pero con ello los trabajadores ganan en seguridad y en eficiencia y, además, podrán enfocar su trabajo a hacer otras tareas que un robot no puede hacer.
Como Erle Robotics, cada vez hay más startups que nacen centradas en la robótica. ¿Cómo ve este negociado?
Es un nicho en el que está todo por hacer. Como decíamos es un mercado emergente, no maduro, y muy fragmentado. En la actualidad hay unas cien empresas relevantes a escala global. De momento hay espacio para nuevos jugadores. Los inversores, por su parte, están como locos. Desde luego, ahora es el momento de invertir.
Para finalizar, ¿cómo ve a España en materia de innovación en robótica?
En España ha habido una fuga de cerebros importante en los últimos seis años, lo que dificulta este mercado. La inversión en I+D en España es prácticamente nula. Si estamos a la cola de Europa en robótica es por algo. Hay empresas españolas interesantes en este sector pero no se les da fuerza, voz ni capital. En Estados Unidos ocurre al revés y es muy difícil competir contra esto. Pero el talento existe. Hay mucho talento que llama a nuestra puerta y que al final acaba yendo a empresas europeas o americanas porque allí hay más posibilidades. Si el país no empuja este sector, los grandes del capital riesgo tampoco lo harán. A esto se suma, además, que en España hay poca cultura de inversión en mercados emergentes. Habrá que seguir peleando.