En la World Robot Conference se han presentado una serie de robots parecidos a humanos, capaces de tener expresiones faciales y realizar algunas tareas, como la caligrafía.
Que el arte es lo que nos diferencia de otros seres vivos y que en el futuro puede ser lo que nos diferencie de otros seres animados, como robots, es una frase que se escucha cuando las comparaciones suenan demasiado. Dadas las presentaciones en la última World Robot Conference tal vez haya a quien le interese reconsiderar este presupuesto. Pues en China y Japón la caligrafía tiene el estatus de arte y a quien la practica se le atribuye la categoría de artista. En la exhibición de robótica los trazos elegantes de pincel, que hacían honor a esta tradición milenaria, los dirigía un producto de la inteligencia artificial.
Evidentemente en el este razonamiento hay trampa. Cuando se esgrime el arte como factor último diferenciador entre los seres humanos y los robots el acento se pone en la creatividad, un atributo genuino y que se escaparía a la lógica de la programación. En la caligrafía las virtudes que se valoran sobre todo son la precisión y la depuración de la técnica. En el caso del robot que manejaba el pincel no eran necesarias grandes dosis de creatividad, aunque sí de precisión.
Su capacidad para hacer caligrafía no es el único rasgo que lo acerca a los seres humanos. El robot es una réplica físicamente muy semejante a una persona. En el aspecto motriz se aprecia la diferencia con los movimientos fluidos de una persona, pero la expresión facial puede llegar a equipararse en algunos gestos. Esto se comprobaba con otro de los androides que se demostraron en la World Robot Conference, celebrada en Beijing.
En este caso, el mayor mérito de la creación robótica eran los gestos de su cara. Como el calígrafo, esta máquina es una réplica muy similar a una persona, concretamente una mujer asiática joven. El rostro de Jia Jia (así la han bautizado) se animaba con un pestañeo, con el movimiento de sus ojos o con un asentimiento fugaz. También es capaz de hablar, mueve los labios y emite un sonido, eso sí, con tintes digitales. Otras de sus facultades son el reconocimiento facial, así como la identificación del género de su interlocutor, la edad o la interpretación de sus gestos.
https://youtu.be/ODW3khVrTZI
Estos dos robots parlanchines –el calígrafo, que representaba a un varón asiático de avanzada edad, también hablaba– pertenecen a las últimas expresiones de la rama de la robótica que trata de crear máquina parecidas a los seres humanos. Pero hay un punto en el que si una máquina se parece mucho a una persona causa rechazo. El llamado ‘valle inquietante’, si bien no es una teoría probada al cien por cien, se tiene en cuenta a la hora de diseñar estos androides e incluso hay quien apuesta por sortear este problema de forma artística. Un camino que no podrían utilizar los robots para resolver un problema, al menos teóricamente.
Imagen: Taymaz Valley