El ser humano, a diferencia de otras especies animales, es capaz de transformar su entorno para adaptarlo a sus necesidades. Hay algunas especies que también lo hacen, pero a menor escala. El caso es que esa capacidad de convertir espacios inhabitables en entornos confortables en ocasiones ha provocado, por un mal uso, que los recursos disponibles se resientan. Algo que está afectando a todos los ecosistemas del planeta. ¿La solución? Ayudar a la naturaleza mediante tecnología que se integre en el entorno. Como los insectos robot.
Los insectos robot, como otras tecnologías anteriores, surgen de otra de las virtudes del ser humano: ser capaz de observar lo que tiene alrededor y sacar lo mejor de ello. Muchos inventos que tenemos hoy en día se basan en observaciones de cómo funciona la naturaleza. Y los insectos robot son la enésima innovación que copia para crear algo mejor. Gracias a la miniaturización de la electrónica hemos logrado dispositivos diminutos que pueden realizar cálculos complejos o ejecutar órdenes.
En cuanto a los insectos robot, su tamaño es idóneo para todo tipo de tareas. Desde la vigilancia a la observación, la exploración en lugares recónditos donde no llega el ser humano, etc. Por ejemplo, empleando este tipo de robots en miniatura se pueden tomar muestras de aguas, evaluar el estado de un campo cultivado o de un bosque… En definitiva, obtener datos de lugares a los que no podemos llegar pero sí los insectos.
Tareas para todos los gustos
Y lo mejor de todo es que hay multitud de proyectos de nanorobótica por todo el mundo. Diferentes maneras de entender una ciencia relativamente joven como es la robótica aplicándola a medios de difícil alcance para obtener mediciones, muestras o simplemente para distintas tareas de conservación. Y es que los insectos robot, al igual que sus equivalentes vivos, pueden realizar toda clase de acciones en función de su anatomía.
En la Universidad de Pittsburgh, por ejemplo, han creado insectos robot inspirados en los grillos. Empleando un músculo artificial de polímeros, se pueden mover dando saltos mediante impulsos, lo que facilita su movimiento en toda clase de terrenos, ya sea roca o arena. Incluso podrían saltar encima del agua gracias a su reducido tamaño, peso y a su curiosa forma de moverse. A lo que hay que añadir que su consumo de energía va a la par con sus pequeñas dimensiones
Por su parte, en el MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), han diseñado insectos robot voladores. De reducido tamaño pero con la capacidad de volar muy rápido y transportar hasta tres veces su peso. Similar a los insectos de verdad. Con estas funciones tan prometedoras, se podrían emplear enjambres de estos insectos robot para cultivar tierras, polinizar plantas, etc. Todo de una manera rápida y eficiente. Es más. Requieren menos de 500 voltios para funcionar y tienen una esperanza de vida de más de 2 millones de ciclos.
Hablando de enjambres. El año pasado, la ingeniera Yasemin Ozkan Aydin de Universidad de Notre Dame presentó sus insectos robot inspirados en hormigas y abejas. Diminutos y con múltiples patas, se pueden mover en cualquier entorno y realizar tareas en equipo. Miden de 15 a 20 centímetros, emplean una batería de polímero de litio, un microprocesador y tres sensores, uno de luz y dos táctiles magnéticos. El resultado, la posibilidad de crear enjambres de insectos robot para tareas de exploración y rescate.
Insectos robot, eficientes y versátiles
Otro proyecto prometedor es el conocido como RoboBee, robot abeja. Se trata de un insecto robot creado en la Universidad de Harvard hace ya varios. En 2003, aproximadamente. Pero desde que apareciera en los medios por primera vez, sus creadores han seguido investigando hasta perfeccionarlo. Su versión más actual mide 5 centímetros, pesa 259 miligramos y, como dice su nombre, se inspira en el vuelo de las abejas.
Además, existen dos versiones del mismo. Una versión conectada y otra inalámbrica que funciona mediante células fotovoltaicas. A lo largo de los años, el RoboBee ha ido perfeccionándose para consumir menos energía y así dotarlo de más autonomía de vuelo. Todavía queda camino por recorrer para hacerlo viable para tareas como polinización o vigilancia de cultivos, pero gracias a este proyecto han surgido otros muchos que han logrado llegar más allá.
Por ejemplo, el RoboFly, un insecto robot inspirado en las moscas y que puede realizar tareas de exploración y detección de fugas de gas o de contaminantes en el aire. Gracias a sus sensores integrados y a su autonomía de vuelo. Solo consume 240 voltios e integra una célula fotovoltaica para alimentarse. Combinando un enjambre de estos insectos robots se podrían programar para tareas de vigilancia y avisar en caso de incendio, desastre natural o contaminación.
En definitiva. Los insectos robots pueden acabar realizando tareas que permitan saber más de nuestro entorno mediante la observación y la exploración. Una manera más efectiva y menos invasiva de conocer los problemas de un espacio natural y ofrecer soluciones a tiempo. Por otro lado, a medida que se producen esos problemas. Como la desaparición de ciertas especies o la alteración de determinados ecosistemas. Estos insectos robots pueden realizar el papel de restauradores realizando tareas de polinización, reintegración de especies vegetales desaparecidas, descontaminación y limpieza, etc.