La impresión 3D parece que llega a todos los ámbitos. La arquitectura y la construcción son sectores que pueden obtener grandes beneficios de esta tecnología
–Quiero construir una casa para mañana mismo.
–Si tienes 4.300 euros, es posible.
Por muy disparatado que parezca, la compañía china WinSun Decoration Design Engineering Co. demostró hace apenas un año que construir una vivienda en 24 horas se podía llevar a cabo gracias a las impresiones 3D. La era digital ha traído consigo una inmediatez característica sólo de los tiempos que corren, no como aquellos días en los que el arquitecto se anclaba durante semanas a su mesa de dibujo servido de lápiz, caballete y su bloc de diseño. Podían pasar meses hasta que tuviera el plano terminado y años para ver su creación alzada sobre el suelo.
Apenas 30 años atrás, en la década de los 80, apareció el primer software de diseño llamado CAD, que ahorró largas jornadas a los estudios de arquitectos e impulsó su eficiencia. Por aquellas fechas, el ordenador empezaba a reivindicar su hueco en la mesa y con las versiones emergentes de programas de diseño y cálculo mucho más precisos y refinados, el nuevo milenio finalmente consiguió desterrar al armario los cuadernos de proyectos.
La guinda del pastel arquitectónico la ha venido a colocar la impresión en 3D. Gracias a esta tecnología, la casa de los sueños ya no tiene por qué seguir cogiendo polvo entre las hojas de una libreta. Por fin existe la posibilidad de llevar a cabo al detalle las construcciones tal cual han sido ideadas y de despedirse de las incómodas modificaciones de última hora; además, los arquitectos pueden ver al instante el resultado de su trabajo. Las dimensiones que se le pidan a los robots impresores de 3D no suponen un problema, la misma empresa que eleva casas en 24 horas ha construido también mediante esta técnica una mansión de 3.600 metros cuadrados y un edificio de cinco plantas.
Aunque no todo son viviendas en la arquitectura moderna. La impresión tridimensional se plantea como un gran candidato capaz de lidiar con construcciones de alto riesgo. Ámsterdam intentará poner a prueba la tecnología en esta escala, con un puente de acero impreso en 3D que levantará sobre uno de sus canales. El proyecto está diseñado por la start-up holandesa MX3D y, en principio, estaría terminado para mediados de 2017. Una iniciativa de estas características implica un sistema algo más complejo que el del resto de impresiones tridimensionales: para poder imprimir formas metálicas, es necesario conectar una máquina de soldadura avanzada a un brazo de robot industrial y delegar su manejo a un software inteligente.
Que al sistema 3D no hay reto en la Tierra que se le escape no es nada nuevo, aunque de llevarse a cabo el último desafío de construir hogares en la Luna, nos encontraríamos ante uno de los acontecimientos históricos más memorables de la revolución tecnológica.
El estudio londinense de arquitectura Foster+Partners está desarrollando viviendas adaptadas a la ausencia de atmósfera en el cráter Shackleton, al sur de la Luna, donde la luz del Sol es permanente. De un aforo para cuatro personas, la estructura de estas casas lunares se nutre de tubos modulares en la base y cúpulas inflables, con lo que se protegería a los inquilinos de amenazas externas como las temperaturas cambiantes, los meteoritos o los rayos gamma. El elemento base con el que se estudia fabricarlas es el regolito, el mismo que conforma el suelo lunar, debido a la dificultad que aparecería a la hora de trasladar materiales terrestres. De hecho, los primeros ensayos para simular el regolito se han realizado con óxido de magnesio y sal y han dado un resultado bastante parecido a la sustancia lunar.
Sólo es cuestión de tiempo que se confirme la viabilidad del proyecto y, con lo poco que gusta esperar en esta era, seguro que no faltará mucho para saber si finalmente tendremos vecinos en la Luna.