Una violinista incapacitada desde hace 27 años ha podido volver a crear música mediante un dispositivo EEG, llamado Brain Computer Music Interface.
Rosemary Johnson sufrió un accidente de tráfico hace 27 años que la dejó siete meses en coma. Salió adelante, pero tenía lesiones cerebrales que afectaron a su capacidad de hablar y a sus movimientos. La discapacidad le llegó a Rosemary con 23 años, cuando era miembro de la Orquesta de la Ópera Nacional Galesa, una de las más prominentes de Reino Unido. Ella tocaba el violín y su posición le auguraba una prometedora carrera en la música.
Para una persona que a sus 23 años contaba con una posición destacada en el panorama musical británico es fácil suponer que las melodías, ritmos y compases habían sido objetivo continuo de sus esfuerzos y su pasión. A partir de aquel momento, sin embargo, Rosemary solo pudo volver a arrancar algunos acordes en un piano con la ayuda de su madre.
Ahora Rosemary puede seleccionar notas, intensidad y velocidad, así como frases. Es lo más parecido a componer música que ha hecho en los últimos 27 años. Mira a una pantalla de ordenador y se concentra en los colores que aparecen, primero uno, luego otro. Varía entre ellos, incluso juega con su nivel de concentración para dar forma a las notas, que representa cada color.
Al otro lado del ordenador un músico toca la composición que Rosemary ha creado. Ella se sirve de una interfaz de lectroencefalografía, un casco EEG equipado con electrodos que pueden leer las señales eléctricas procedentes del cerebro. Cuando la violinista selecciona una nota el músico la ve en tiempo real en otra pantalla.
El sistema se llama Brain Computer Music Interface y es el resultado de un proyecto que lleva diez años en marcha. Lo han desarrollado la Universidad de Plymouth y el Royal Hospital for Neuro-disability, situado en Londres, con el fin de dar a los pacientes con discapacidades físicas una herramienta de comunicación.
La idea es que el Brain Computer Music Interfacing funcione como lo haría un juego musical, de forma que los usuarios puedan seleccionar melodías, piezas o notas de una manera sencilla. Más allá del aspecto musical, el sistema tiene beneficios para cualquier paciente que se encuentre en una situación de discapacidad. Se trata de una herramienta de expresión y también puede servir para interactuar con la gente, incluidos otros pacientes que estén en su misma situación.
El caso de Rosemary es especial y precisamente por eso ha sido una de las primeras en probar el sistema. Casi tres décadas después, la violinista ha vuelto a componer música y ha podido oír sonidos de su propia cosecha.
Imágenes: kymayo7 y Universidad de Plymouth