Ecografías a distancia, plataformas para mapear la distribución de mosquitos que transmiten enfermedades o trajes contra los dolores de espalda: estos son algunos de los avances que llegaron del espacio.
Tiras de papel para diagnosticar el ébola, tratamientos con los que hackear nuestro sistema inmunológico en la lucha contra el cáncer y lectura del ADN para conocer nuestra predisposición a determinadas enfermedades. Son algunos de los grandes avances de la investigación en el cuidado de nuestra salud. Pero no son los únicos. Aunque suene a ciencia ficción, muchos estudios y resultados han venido del espacio. De forma que podemos señalar que la exploración espacial a bordo, por ejemplo, de la ISS está detrás de algunas mejoras tecnológicas que repercutirán en la medicina del siglo XXI.
Hace solo unos días la Agencia Espacial Europea (ESA, por sus siglas en inglés) daba a conocer uno de sus últimos proyectos. La tecnología TESSA, desarrollada por la organización para realizar pruebas médicas a los astronautas que estuvieran en órbita, está siendo implementada en algunos hospitales de Francia. La idea consiste en realizar ecografías a distancia, de forma que se garantice la asistencia sanitaria en las regiones más aisladas o con menor población. De este modo un experto radiólogo puede controlar un equipo de ultrasonidos a cientos o miles de kilómetros, mientras que el ecógrafo va transmitiendo los datos en tiempo real.
Esta iniciativa, relacionada directamente con el campo de la telemedicina, es el resultado de trece años de investigación en el espacio. Gracias a estas ecografías a distancia, se estudia el funcionamiento del corazón y del sistema cardiovascular de los cosmonautas, que puede verse afectado bajo condiciones de microgravedad. Según señala la ESA, la tecnología puede ser implementada en zonas remotas o de difícil acceso -como barcos y prisiones-, siempre que cuenten con internet o una conexión vía satélite. Por sorprendente que parezca, este no es el único avance biomédico llegado del espacio.
El sistema cardiovascular se ve afectado por las condiciones de la ISS, pero también tejidos como la piel o los músculos. Por estos motivos, muchos astronautas sufren problemas como dolores de espalda al regresar a la Tierra. A mediados del año pasado, la Agencia Espacial Europea anunció que comenzaría las pruebas de Skinsuit, un traje que llevan los cosmonautas para tener una gravedad parecida a la que existe en nuestro planeta y evitar así estos trastornos médicos.
Otro avance sanitario que llegó del espacio fue la iniciativa Vecmap. Desarrollada gracias a una colaboración entre la ESA y la consultora belga Avia-GIS, la plataforma tenía como objetivo «mapear» la distribución de Ochlerotatus japonicus, un mosquito relacionado con enfermedades como el dengue y las fiebres de chikungunya o del Nilo occidental. El objetivo era conocer los lugares donde se encontraba el insecto para prevenir la aparición de focos problemáticos para la salud pública. La plataforma se ayuda de satélites de navegación, que recogen la posición de los inspectores y sus teléfonos móviles para enviar dicha información a una base de datos centralizada.
Son ejemplos que demuestran que la investigación en el espacio puede ayudar a prevenir, diagnosticar y tratar algunas enfermedades. Por mucho que estos avances parezcan sacados de una película o un libro de ciencia ficción, la exploración espacial puede ofrecernos avances muy interesantes para cuidar nuestra salud.
Imágenes | NASA (Wikimedia), AdEchoTech-ESA