VTOL, la figura más cercana que tenemos a coches voladores, tiene serios problemas para ser una realidad en nuestro aire en poco tiempo.
Esta semana hemos conocido Uber Air, una propuesta de la compañía que dirige Travis Kalanick en la que el foco pasaría de estar en el transporte terrestre para situarse en las alturas. Para ello, Uber depende del progreso de la indutria en los llamados VTOL, drones capaces de transportar personas y despegar y aterrizar en vertical, y que, como ya vimos, es lo más cerca que estaremos en mucho tiempo de los coches voladores.
Sin duda, Uber Air se volverá a enfrentar a la legislación de muchos países y ciudades. El servicio corriente de Uber era y es opuesto al modelo negocio del taxi tradicional, muy protegido por ayuntamientos y gobiernos. Uber Air no llega para acabar con ningún viejo monopolio o romper ningún mercado, aunque pueda afectar a la alta velocidad (prometen trayectos entre San Francisco y San José en 15 minutos). Uber Air llega para hacer más fácil la vida a la gente adinerada en las zonas muy congestionadas, pero no vivimos en una realidad preparada para algo así.
En un contexto en que todavía se producen al año muchas muertes por accidentes en carretera, resulta impensable que se puedan licenciar movimientos aéreos de vehículos con la misma facilidad con la que se vende un coche y se entrega un carné de conducir. Incluso aunque los VTOL que llegaran fueran autónomos, hecho más fácil de conseguir que en coches por la poca congestión actual del air, el daño que puede causar a una ciudad una colisión producida por este tipo de vehículos es altísimo, frente a lo grave pero limitado del impacto de un coche.
Otro problema para su popularización es que no se permitirá que despeguen y aterricen en zonas residenciales. Es decir, que aunque no requerirán ir a un aeropuerto, sí que precisarán de zonas aprobadas por las autoridades. Todos los prototipos que existen, basados en aspas, están lejos de ser seguros para transporte y aterrizaje en ciudad, pues además de colisiones, como hemos dicho, podrían ocasionar cortes severos (y muertes) a personas y a toda la amalgama de cables presente en el cielo.
El diseño de las ciudades, además, no se planifica de momento para que estos vehículos circulen sin límites, de ahí que los aviones tengan una altura mínima y los helicópteros sólo se usen bajo licencias muy específicas o emergencias policiales, de bomberos u hospitalarias. Por último, el cielo por la noche es un espacio poco visible que en aviones y helicópteros requiere de una iluminación perfecta y controladores siempre alerta ante cualquier problema. ¿Cuál sería la solución de un VTOL? Cuesta imaginar su aplicación en un contexto de terrorismo como el que tristemente vivimos.