Millennials a fuego lento

elBulliLab ha apostado por diez jóvenes talentos que ya trabajan con una metodología aparentemente contraria a la manera de pensar de toda su generación

El día que empiezas a combinar cosas que en un principio parecían no poder funcionar juntas, le abres la puerta a un mundo de posibilidades infinitas. Y, a partir de ese momento, quizá ya no seas capaz de volverlas a cerrar. En el archiconocido restaurante elBulli, todo empezó con un conjunto de alimentos muy variados que, poco a poco, se fue uniendo a otros muchos elementos –nuevos ingredientes, técnicas, tecnologías…– para inventar creaciones que nunca antes habíamos encontrado en una cocina.

A pesar de haber bajado persianas voluntariamente en 2011, el cierre de dicho restaurante no detuvo el afán de su reconocido chef por pensar en combinaciones impensadas. De hecho, Ferran Adrià y parte del equipo que estaba en el restaurante están trabajando ahora en elBulliLab, un espacio en el que no se cocina comida, sino conocimiento. Así, la diferencia es que ahora ya no se mezclan alimentos –al menos no físicamente–, sino conceptos, ideas, opiniones, disciplinas y, sobre todo, personas. Y es precisamente en esta última dimensión en la que nos encontramos con las uniones más arriesgadas.

Es el caso del equipo Talentum elBulliLab, surgido del programa de becas LAB de Telefónica, que fue creado con el objetivo de transformar el mundo empresarial a través de la digitalización. Sí, introducir a diez jóvenes, de edades comprendidas entre los diecinueve y los veintiséis, en un espacio que apuesta por la innovación y la educación es, a simple vista, muy normal. El riesgo está cuando introduces a diez jóvenes millennials, acostumbrados a un mundo rápido y cambiante en el que no hay tiempo para la contemplación, en un ambiente en el que se prima la investigación basada en el pensamiento vertical, profundo, cocinado a fuego lento y con una visión a largo plazo.

Estamos juntando un enfoque slow, que deja respirar a los conceptos, con la generación que ha concebido la cultura pop-up, que lo quiere todo rápido y que si no lo tiene ya mismo, se aburre. Es como si le pidieras a un deportista de élite que hiciera una expedición por la Antártida en traje de baño, equipado únicamente con una toalla de playa y una crema de protección solar. Hay que estar muy loco para aceptar.

Y en efecto, aquí estamos: diez jóvenes estudiantes y recién graduados de disciplinas muy variadas lo suficientemente pirados como para enfrentarse a un reto de tales magnitudes. Aunque no creo que ninguno de nosotros se imaginara cuán complejo sería dejar atrás todo lo que te hace ser quién eres para comportarte de una forma completamente distinta.

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La retroalimentación de dos mundos aparentemente opuestos

De los millennials ya se ha hablado mucho, bien y mal. Unos dicen que los jóvenes de hoy en día ya no tienen valores. Ellos se quejan de que es imposible tener valores con la herencia que nos han dejado las generaciones anteriores. Pero sea como sea, esta generación ha adquirido una forma de entender el mundo completamente nueva.

Que oigamos hablar tanto de coworking, creatividad, economía colaborativa o crowdfunding no es algo fortuito. Y es que esta generación tiene una manera de comprender el trabajo particular, en la que las estructuras jerárquicas y la lucha por el ascenso están perdiendo importancia. No es que sean menos ambiciosos que sus predecesores, sino que su ambición ha cambiado de encuadre: ahora la unión de placer y trabajo es lo que más les interesa, unido a la conciencia colectiva, que les hace pensar siempre en términos sociales.

Y en este contexto, el tema de los ritmos es el que marca el mayor punto de inflexión. Los millennials piensan de una forma que se aleja de la linealidad, mimetizándose así con el funcionamiento de Internet. Esto ha hecho que aumenten sus ansias por conectarse con el mundo, los ha hecho rápidos e impacientes. Si algún millennial estaba leyendo esto, quizá ya no haya llegado hasta este punto.

Como parte de esta generación, no creo que nada de lo mencionado sea malo, ni tampoco bueno. Simplemente es. Lo que está claro es que Talentum y elBulliLab se influyen mutuamente, aportándose nuevos enfoques y habilidades. El equipo Talentum entrega su pasión, ya sea desde el ámbito de la ingeniería, la comunicación, el diseño o la publicidad y, por su parte, elBulliLab educa en la paciencia y la tolerancia a la frustración, dos aptitudes necesarias para lidiar con el modus operandi de este espacio.

La sorpresa y la desubicación son habituales en elBulliLab, porque algunos de los proyectos que se quieren llevar a cabo no se acabarán hasta pasados los diez años, y quizá para algunos de los casos estemos siendo muy optimistas. A veces, esto puede llegar a ser desalentador, sobre todo si entiendes el largo plazo como tres años vista y no eres capaz de imaginar más futuro que el del fin de semana que viene.

Sin embargo, también elBulliLab está aprendiendo a ser más pragmático en algunos aspectos. Y un caso claro es la web que los Talentum han diseñado para presentarse al mundo. No se trata de una web altamente sofisticada, pero tiene todo lo que debe tener una web. Lo más importante es que se ha conseguido gracias al empeño que han puesto todos y cada uno de los miembros del equipo: los ingenieros con la programación y la gestión del SEO, los comunicadores con la producción y gestión del contenido y los diseñadores dándole a todo ello un sentido visual y funcionalidad.

Esta web es la confirmación de que no hay una sola forma de ver el mundo. El slow necesita alimentarse del fast y al fast a veces le hace falta un poco más de slow. Y es que cuando se trata de crear cosas nuevas, no hay lugar para confrontación, solo para la tensión entre la diversidad de opiniones, pues es esta la que nos recuerda que cada uno de nosotros es cuando somos juntos.

 

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