Innovar significa cambiar, introduciendo novedades en los procesos o productos que desarrollamos. ¿Qué modelos explican la I+D+i?
A menudo asociamos el términoinnovación con el de cambio. Innovar significa transformar procesos, emplear nuestra creatividad e ingenio para dar con nuevas ideas y aplicar esta «evolución» en nuestra vida diaria y en el lanzamiento y desarrollo de proyectos empresariales.
La Comisión Europea definió el concepto de innovación en el Libro Verde publicado en 1995. Tras explicar que innovar es sinónimo de producción, asimilación y explotación exitosa de la novedad en esferas económicas y sociales, esta publicación introduce el término de la siguiente forma:
It involves the transformation of an idea into a marketable product or service, a new or improved manufacturing or distribution process, or a new method of social service
Esta definición implica que la innovación se refiere tanto al proceso como a su resultado, ya sea en forma de producto o de servicio. Para comprender cómo podemos transformar ideas y mejorar nuestros proyectos, diversos investigadores han estudiado y desarrollado diferentes modelos de innovación. Éstos son algunos de los más conocidos:
Modelos lineales: el impulso tecnológico y el tirón de la demanda
Según estos modelos, cuando se produce un descubrimiento científico el conjunto de sucesos que ocurren después sigue una linealidad, puesto que la investigación se concibe en este caso como fuente de innovación. Tras el hallazgo veríamos la fase de I+D aplicada, el desarrollo tecnológico y la fabricación y comercialización del producto o servicio.
La linealidad de este modelo no siempre tiene por qué seguir un sentido «directo». Y es que a mediados de los años sesenta, algunos economistas empezaron a apuntar a las necesidades de mercado como puntos clave para promover la innovación. En otras palabras, lo que los consumidores necesitan (y no sólo los descubrimientos científicos per se) puede ser fuente de innovación.
Estos dos modelos diferentes son los conocidos como «technology-push» y «market-pull«. Por ejemplo, los estudios sobre el grafeno a partir de 2010 han promovido avances tecnológicos importantes, mientras que las necesidades del mercado en relación a nuevos dispositivos móviles han impulsado el desarrollo de una gran variedad de smartphones o tablets.
Estas dos formas de concebir la innovación se caracterizan por ser secuenciales y ordenadas. Sin embargo, la transformación y valorización de ideas no siempre ocurre por etapas impulsadas por la I+D o la sociedad. En muchas ocasiones, la innovación es promovida por cambios y aportaciones que se realizan en diferentes fases, es decir, no siempre es lineal y directa.
Modelos mixtos: la retroactividad también es importante
En este caso, la innovación se contempla como una suma de fuerzas, ya que la investigación y la sociedad pueden impulsar por igual la I+D+i. Su planteamiento surgió a mediados de los setenta, y uno de los más conocidos es el modelo de Kline o modelo de enlaces en cadena.
El sistema ideado por Kline, y otros esquemas similares, como el modelo de Marquis o el de Rothwell, forman parte de la tercera generación de diagramas que tratan de estudiar la innovación. Aunque incluyen la retroactividad en el proceso innovador, lo cierto es que siguen siendo fundamentalmente secuenciales. Esto provoca que la I+D+i tenga una duración excesiva, y siga sin ser un sistema completamente realista.
Años más tarde, los modelos de cuarta generación (integrados) tratarían de «reducir» en parte este problema, solapando las fases de la innovación, y estableciendo incluso que algunas etapas podrían desarrollarse de manera simultánea. Este último planteamiento desembocaría en un esquema más parecido a la realidad, ya que se incorporan las interacciones con el entorno.
La innovación, lejos de ser secuencial, es más compleja de lo que parece
Como vemos, las cuatro generaciones anteriores de modelos establecían que la innovación era un proceso secuencial. Hoy en día se ha olvidado esa idea, para dar a conocer una perspectiva más compleja y realista: innovar es un proceso en red.
Las relaciones verticales han dejado de ser fundamentales para las compañías. Cada vez son más las pequeñas y medianas empresas que se alían con multinacionales como parte de su estrategia innovadora.
La última década ha fomentado una nueva mentalidad mucho más abierta y colaborativa, en la que a un mercado global competitivo se suman otros factores importantes, como la necesidad de ofrecer soluciones (g)locales de alto valor añadido, la revolución de Internet y las redes sociales, así como la adaptación de diferentes soluciones para distintos entornos.
En otras palabras, innovar ya no es cuestión de ofrecer una única respuesta a un determinado desafío, sino que variará en función del ambiente en el que trabajemos, los aliados con los que contemos y las relaciones entre el sector público y el privado, aprovechando las sinergias de la conocida como innovación abierta.
Imágenes | Pixabay, Nestlé (Flickr), Universidad Nacional de Colombia, Delphinmedia (Pixabay)