Drones para la agricultura: lo que el ojo humano no ve

Pocos saben que su traducción del inglés es “zángano”. Y si los vemos de lejos, efectivamente nos recuerdan en su vuelo a las abejas macho. Los drones han llegado para quedarse. Y más allá de la faceta anecdótica de verlos repartiendo pizzas, su uso en ámbitos como la agricultura de precisión va a suponer una auténtica revolución en la productividad de los cultivos.

José Luis Lubiano lleva más de 25 años caminando entre estos viñedos. Con sol, con lluvia, con frío… Imposible calcular cuántos kilómetros llevará en sus piernas en tantas jornadas a la intemperie. “La supervisión de los cultivos antes suponía patearte el campo, estar un montón de horas. En el momento que había cualquier problema o bien cogíamos una hoja y la llevábamos a analizar o, si eran cosas fáciles de detectar, lo detectábamos nosotros y rápidamente empezábamos con los tratamientos”. A su lado está Alberto, que está realizando una calibración radiométrica con una placa. Son las 12 de la mañana y hace un sol de justicia. Alberto necesita calibrar esa radiación solar para programar el dron que está a punto de despegar. El dron ha procesado la información y ha dado el visto bueno. Despega ante la mirada de José Luis, entre fascinada y recelosa.

En menos de 15 minutos el dron ha recopilado toda la información que a José Luis le hubiera llevado varios días recoger recorriendo a pie los viñedos

“El vuelo del dron es muy sencillo -nos cuenta Alberto Abad, piloto de drones-. El cliente nos dice la parcela que quiere volar y nosotros a través de un programa metemos las coordenadas de esa parcela, delimitamos el perímetro a volar y se lo introducimos al dron. Este lee estos datos y automáticamente, en cuanto levanta el vuelo, recorre la parcela. El tiempo de vuelo varía en función de las hectáreas que vamos a sobrevolar. Desde los 4 minutos hasta los 12 o 14 como máximo que tenemos de autonomía con estas baterías”.

Y en menos de 15 minutos el dron ha recogido toda la información que a José Luis le hubiera llevado varios días de trabajo.

Una agricultura científica

“Estamos prestando un servicio de agricultura de precisión. Contamos con un dron con una cámara multiespectral y lo que hacemos es realizar un análisis del estado del cultivo. Ver la luz que absorbe y la luz que refleja. Digamos que es como una radiografía que te puede hacer un médico para ver el estado del cultivo”, nos cuenta Alberto.

En función de los datos que recoge el dron se puede determinar cuántos litros de agua o cuántos kilogramos de abono hay que echar en cada sector

Esta información que recoge el dron en su vuelo se procesa y mediante índices de teledetección se generan unos mapas. El siguiente paso es la interpretación agronómica de estos índices. En función de un índice de estrés de la planta, por ejemplo, se puede determinar cuántos litros de agua o cuantos kilogramos de abono hay que echar en cada sector. Toda esa información se entrega al agricultor en una app en su dispositivo móvil.

“Normalmente los agricultores conocen sus fincas y saben interpretar la variabilidad que tienen estas. Pero nosotros lo que vamos a ver es dónde tienen que podar más o menos, dónde tienen que abonar más o menos… que conozcan sus fincas de una manera mucho más precisa y más en profundidad. Vamos a ver si están sacando los kilogramos que potencialmente pueden de la calidad que quieren, o si pueden sacar más o deberían sacar menos”, nos cuenta Pablo Morán, Key Account Manager de Hemav, empresa pionera en el uso de drones en agricultura de precisión.

“Los agricultores normalmente aplican un 10% más de todo. Quieren curarse en salud y dicen ‘voy a echar un 10% más de agua o de nitrógeno’. Nosotros les indicamos el momento exacto y la cantidad exacta de abono que las plantas necesitan, y mediante esta optimización del manejo agrícola lo que hacemos es una reducción de costes y maximizar la producción”, concluye Pablo.

Tecnología dron al servicio del agricultor

Los drones en el ámbito militar tienen décadas de historia, de hecho se considera que el primer dron conocido como tal se utilizó ya en la Primera Guerra Mundial. Sin embargo, en el ámbito civil y comercial su eclosión se ha producido en los últimos diez años.

“Les indicamos el momento exacto y la cantidad exacta de abono que las plantas necesitan y mediante esta optimización lo que hacemos es una reducción de costes y maximizar la producción”

Hemav es una empresa que diseña y comercializa soluciones de gran valor añadido para las empresas gracias a su capacidad de procesado de la información obtenida con tecnología dron. Lo que nació siendo un proyecto de un grupo de ingenieros aeronáuticos de la Universidad Politécnica de Cataluña ha ido creciendo poco a poco hasta convertirse en un verdadero referente y en una de las compañías más importantes en el ámbito de los drones a nivel nacional. Fernando Romero es socio director de Hemav: “Empezamos a trabajar con Telefónica hace algunos años, sobre todo con la idea de aunar dos tecnologías: la de las telecomunicaciones y la aeronáutica, concretada en el uso de drones; dos tecnologías disruptivas, pero que tienen que ver con el IoT (Internet de las cosas, por sus siglas en inglés), con el machine to machine”.

Hemav está especializada en ámbitos de actuación donde aún se trabaja de manera tradicional o en los que se puede mejorar la eficiencia y seguridad de los trabajadores. Por ejemplo, en la inspección industrial, revisando líneas de alta tensión. Sin embargo su gran apuesta es la agricultura de precisión.

“En agricultura hemos democratizado una tecnología antigua, la teledetección, que se ha hecho habitualmente con medios aéreos tripulados, avionetas. Las cámaras multiespectrales que nosotros embarcamos en los drones antiguamente tenían un tamaño muy grande, ahora son del tamaño de un teléfono móvil. El dron lo que hace es embarcar estos sensores en una plataforma no tripulada, con lo cual es low cost, es muy fácil de desplegar, muy fácil por tanto de embarcar y estamos llegando a miles de agricultores”, relata Fernando.

Tradición y modernidad

La agricultura es una de las actividades humanas más antiguas, en la que la tradición siempre ha tenido un peso muy grande y en la que el conocimiento ha viajado de padres a hijos, de generación en generación.

Bodegas Emilio Moro es una bodega tradicional con más de 120 años de historia. Sus vinos son conocidos a nivel mundial y son unos de los estandartes de la denominación de origen Ribera de Duero. A pesar de no renunciar a sus señas de identidad, su director, José Moro, entiende que la innovación tecnológica debe ir de la mano de la tradición en pro de conseguir que sus caldos tengan más personalidad. Buena muestra de ello son los acuerdos que ha alcanzado con Telefónica buscando esas sinergias para la implantación de las nuevas tecnologías alrededor del viñedo.

«En agricultura hemos democratizado una tecnología antigua, la teledetección, que se ha hecho habitualmente con avionetas. El dron es low cost«

“Esto ha tomado forma con el primer programa que hemos implantado, el VisualNACert, con el cual tenemos una gestión integral de todo nuestro viñedo. Se trata de avanzar hacia el futuro, eso nos permite ahorrar tiempo y tener más información acerca de nuestra producción, una toma de decisiones más rápida y eso va a redundar en la calidad de nuestras uvas y de nuestros viñedos. Yo creo que además es una idea pionera en la Ribera del Duero y traerá unos beneficios importantes cuando hablamos de producción de uva de calidad”, explica José Moro, hijo del fundador de la célebre bodega.

Dentro de este gran acuerdo tecnológico entre Telefónica y Bodegas Emilio Moro, se ha decidido ir un paso más allá y apostar por la tecnología dron en la supervisión de los viñedos. “Nos dimos cuenta de las posibilidades que había utilizando los drones y entonces hablamos con Telefónica para desarrollar esta tecnología. Con esas fotos que nos mandan los drones podemos ver el vigor que tiene un viñedo, podemos ver las distintas calidades que podemos tener en cada parcela. Esa información podemos transmitírsela a la persona que va a ir a trabajar a la viña y puede usarla de acuerdo a los tratamientos que haya que hacer o al estado nutricional de la planta”.

Vicente Abete es el Responsable de Viticultura de Bodegas Emilio Moro. Nadie como él para hablarnos de los beneficios que esta innovadora tecnología ha traído a su trabajo diario: “La producción se ve mejorada cualitativa y cuantitativamente de una manera clara. Nosotros sobre todo buscamos mejorar a nivel cualitativo. Lo que buscamos es que todas las cepas den la misma calidad. ¿Qué vamos a tener con el dron? Pues información sobre diferencias de vigor, diferencias de calidad, de manera que vamos a conocer dónde están aquellas cepas que nos dan una calidad inferior para poder actuar sobre ellas y mejorar la calidad de la uva”.

“El mundo del vino ha evolucionado mucho y tenemos que hacer vinos con la máxima calidad. Ello requiere tratar la materia prima, la uva, con el máximo cariño, y para ello la información es fundamental. Tradición es compatible con innovación. Innovación es conocimiento y el conocimiento está puesto en favor de elaborar mejores vinos y con más personalidad”, concluye José Moro.

Drones a favor del planeta

La tecnología dron aplicada a la agricultura cuenta con un importante valor añadido, ya que su generalización podría ayudar a una mejor optimización de los recursos. Según la FAO, las previsiones de alimentación debido a los ratios e índices de crecimiento de la población a nivel mundial son preocupantes. La Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación estima que en el año 2050 se deberá elevar un 70% más la producción agrícola actual para poder alimentar a todo el planeta, por tanto la teledetección, como técnica que tiene como objetivo aumentar la producción, puede contribuir de forma decisiva a ese reto de la sociedad a escala mundial.

“En paralelo, ese crecimiento de la producción agrícola tiene que venir acompañado de una racionalización del consumo de sustancias químicas, que se usan muchas veces de manera indiscriminada y masiva en muchos cultivos. La teledetección puede ayudar en que ese consumo de abonos y herbicidas se haga de una manera más eficiente. Además está el tema de los pesticidas, que también es otro punto de preocupación, ya que tienen un impacto muy relevante sobre el planeta, y todo lo que sea trabajar en la línea de optimizar el uso de pesticidas para tratar las plagas es también una contribución sustancial en el desafío medioambiental de los próximos años ”, destaca Fernando Romero.

Otro reto fundamental para las próximas décadas será la adecuada gestión de los recursos hídricos del planeta. José Moro encuentra en los drones una importante utilidad para un reparto más justo e igualitario del agua: “Los drones ya se pueden utilizar como fuente de suministro de información útil y actualizada sobre los recursos y la infraestructura hídrica. Pueden resultar útiles a la hora de cuantificar, prevenir sequías, inundaciones y fenómenos relacionados con el agua. Nos van a permitir monitorizar cultivos, encontrar una manera de conservar la naturaleza. En definitiva, los drones cierran la brecha entre el satélite y el cultivo de los campos”.

La tercera revolución en los métodos de cultivo

“Es impresionante cómo la tecnología ha cambiado la forma de cultivar las viñas. Yo me acuerdo cuando era un niño e iba a ayudar a mi padre con un arado, y esa era la tecnología más puntera que teníamos”, cuenta José Moro

“La primera gran innovación del ser humano cuando abandonó la caza y el nomadismo, y comenzó a ser una especie sedentaria, fue sin duda la introducción de animales y herramientas en el trabajo de las tierras. Fue la primera revolución en los métodos de cultivo. “La segunda tuvo que ver con la introducción de maquinaria agrícola y con la extensión de productos químicos, que permitirían producir más y de más calidad. Y ahora nos encontramos con la tercera revolución, la asociada a la tecnología de la información”, reflexiona Fernando Romero. “Cómo podemos usar tecnologías asociadas al IoT, cómo ponemos sensores en el campo… y cómo desde el aire juntamos todo esto. Y lo que estamos viendo es un impacto positivo en términos de acompañar a un incremento de la producción mundial, que es imperativo; segundo, de mejorar la calidad de vida de los agricultores, y tercero, cómo el uso de todos esos datos tiene un efecto positivo sobre el respeto al medio ambiente”.

“Es impresionante cómo la tecnología ha cambiado la forma de cultivar las viñas. Yo me acuerdo cuando era un niño e iba a ayudar a mi padre con un arado, y esa era la tecnología más puntera que teníamos. Y hoy en día pues cultivamos nuestros viñedos a la carta. Yo creo que nuestros antepasados ya aplicaban la innovación. Lo hacían por intuición y esa innovación es nuestra tradición. Lo mismo que nuestra innovación será tradición para las siguientes generaciones. Y esta cultura del conocimiento va a ser un gran legado”, concluye José Moro.

Mientras tanto, José Luis, como cada día desde hace más de 25 años, mira al cielo. Pero ya no para saber si mañana lloverá.

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