La orquesta de robots creada por el artista digital Dimitry Morozov se conduce de la misma manera que se haría con una orquesta de músicos humanos: con aspavientos.
Es un espectáculo extraño ver a Dimitry Morovoz, artista digital ruso, agitando las manos delante de un conjunto de robots distribuidos en forma de media luna, casi como si fuera una orquesta de músicos compuestos por circuitos integrados. Estos emiten sonidos que si bien es cierto que no se pueden calificar de melodiosos, tienen el mérito de seguir las instrucciones del director. En realidad se trata de altavoces acoplados a brazos robóticos para que puedan tener más movilidad, lo que permite jugar con el sonido.
Entre las muchas aplicaciones que se le está buscando a la robótica, tal vez esta sea la primera que pretende constituir una orquesta de robots. La inteligencia artificial ya ha entrado en la cocina con máquinas que preparan una hamburguesa en 10 segundos o un burrito. Y desde hace tiempo que conviven con los seres humanos como compañeros de trabajo. No hay más que pensar en la automatización que reina en las fábricas de coches, un aspecto que cada vez va a más y se extiende a otros sectores.
En cuanto al experimento de Dimitry Morovoz, el fin es puramente artístico, aunque no cabe duda de que el mérito de controlar a una orquesta de robots mediante gestos 3D (los aspavientos no son otra cosa que los comandos para una interfaz) puede generar otras aplicaciones. Y es que en el acto intervienen varias tecnologías que han de combinarse entre sí.
Morovoz, que en sus performance trabaja con diversos aparatos tecnológicos, tomó 12 altavoces con la idea de evaluar los resultados acústicos que se desprendían al moverlos. Para aportar la movilidad, asoció cada altavoz con un brazo robótico y colocó cada máquina en un pedestal. Todas ellas estaban conectadas mediante cableado a un dispositivo, que a su vez se conectaba con el verdadero intermediario de la orquesta de robots: un controlador Leap Motion.
Este controlador permite al usuario transmitir comandos a un ordenador mediante gestos 3D. Y esto es precisamente lo que hace Morovoz cuando realiza aspavientos frente a su orquesta de robots. Leap Motion reconoce los movimientos y envía las órdenes, que llegan a cada uno de los brazos robóticos gracias a una programación específica llevada a cabo para el experimento.
Las características del sonido dependen de la dirección que siguen los brazos robóticos, que hace variar la orientación de las ondas, así como de la velocidad que se imprima a las máquinas. El coro resultante no es precisamente una sinfonía de Beethoven, pero el logro tecnológico es reseñable.
Imagen: Rafael Peñaloza