Siempre se ha dicho que la Guerra de Vietnam fue el primer conflicto bélico televisado; los ciudadanos norteamericanos pudieron acceder en diferido desde el salón de su casa al escenario de los combates que tenían lugar en el sudeste asiático. Posteriormente, los sucesos que ocurrían en el mundo empezaron a retransmitirse en directo, como el bombardeo de Bagdad en 2003, añadiéndole a la comunicación de masas el componente de inmediatez e información en tiempo real. En la época de los medios sociales a este último fenómeno se ha sumado el factor de que todo el mundo produce información; el usuario asume el doble papel de fuente y destinatario de los mensajes. Redes como Twitter nos han permitido estar presentes en las manifestaciones del 11-M de Madrid o en el terremoto que asoló Chile en 2010, por poner dos ejemplos, a través de los testimonios de los diversos internautas presentes en los lugares de los hechos.
La evolución de la tecnología de la comunicación parece haber relegado el papel del periodista a un segundo plano, cuestionando incluso la necesidad de esta figura en la sociedad actual, a lo que se suma la difícil transición que están experimentando los medios de comunicación en la búsqueda de un modelo de negocio sólido en el entorno digital. Este panorama ha sido analizado por Mª Pilar Diezhandino y el grupo PASEET (Periodismo y Análisis Social: Evolución, Efectos y Tendencias) de la Universidad Carlos III de Madrid en la publicación “El periodista en la encrucijada” (Ariel/Fundación Telefónica, 2012). Los autores han realizado una reflexión sobre la nueva profesión periodística, y su justificación, en un mundo donde los ciudadanos emiten información, acceden a fuentes y vuelcan imágenes y vídeos a través de la red.
La buena noticia para la profesión es que el periodismo sobrevivirá en la era de Internet. La clave está en el exceso de información; en un planeta hiperinformado, la información en bruto no sirve. La confusión y desinformación que produce la intoxicación de datos requiere de un intermediario cuyo valor reside en la capacidad de contextualización y la contrastación:
“Tienes una información. ¿Qué hace un buen periodista? Contextualizarlo, acudir a fuentes y completarla con otros puntos de vista, con documentación, etc, etc. O, a veces en una rueda de prensa queda un hilo suelto, el buen periodista tira de él”.
Lo realmente curioso es que en el momento actual se definen dos tipos de perfiles profesionales relacionados con el periodismo en el nuevo entorno digital:
- Los denominados “seniors”, periodistas con capacidad para aportar mucho valor añadido y un valor diferencial (entiendo que lo que vulgarmente se conoce como “pata negra”).
- Otro tipo más multidisciplinar que simultaneará el trabajo en medios de comunicación “tradicionales” con la edición en medios digitales.
Puede existir, como vemos, una complementariedad entre la figura más clásica del periodismo con la del híbrido entre geek y comunicador social.
Pilar Diezhandino establece las competencias que debe poder ejecutar un periodista profesional y que le distinguen de los amateurs y advenedizos en la profesión:
- Seleccionar: las historias no se buscan ya solamente en la calle; ahora están la vía real y la virtual, dando lugar a una cantidad ingente de temas que requieren que el profesional afine el criterio selectivo para determinar qué merece ser tratado en función de su interés y credibilidad.
- Filtrar: todo el mundo tiene ahora acceso a toda la información y el periodista debe valorarla y contextualizarla. Resulta imposible ya realizar filtrados manuales y se utilizan herramientas automáticas, pero es responsabilidad del profesional de la comunicación el sintetizar esa información: crear titulares en tiempo real (como ocurre en Twitter).
- Guiar: el periodista debe lograr la credibilidad, una tarea que lleva años, para ofrecer al usuario seguridad y fiabilidad, de forma que se constituya en guía hacia la información de calidad.
- Orientar: la avalancha de información a la que se enfrentan los ciudadanos demanda una orientación, basada en el prestigio profesional del comunicador, que les acompañe en la búsqueda y que “ordene el caos y la dispersión”.
- Prospección: unido a los factores anteriores, hace referencia a la capacidad para identificar y ofrecer contenidos de avalada calidad.
- Anticipación: lo que antaño se llamaba el “olfato periodístico”: adelantarse y conseguir historias que vayan a despertar interés en la comunidad.
- Control de la red: dominar la red, conocer la fiabilidad de cada fuente y relativizarla. Debe conocer y controlar los peligros de Internet y saber discriminar lo que vale de lo que no, contrastando distintas fuentes y/o recurriendo a aquellas que son absolutamente fiables.
- Principios éticos: no solamente asociados a la conciencia profesional sino también a la credibilidad como profesional.
- Análisis: la capacidad que manifiesta un experto para exponer el estado de una cuestión determinada. El profesional debe ser objetivo y no mezclar el análisis con la opinión, dado que ésta está teñida de ideología.
Por último, un buen consejo que ofrece esta publicación al periodista en la era digital:
“Si no generas tú tu propia información, si no aportas algo distinto a lo que todo el mundo tiene acceso, no vas a valer nada. Tienes que hacer tu información propia, ya no hablo de scoops, de exclusivas y este tipo de cosas. Cuando digo «información» me refiero a un tema valorado, tratado, estudiado y analizado. Ésa tiene que ser nuestra gran aportación a este nuevo mundo en el que estamos viviendo”.