Se trata de un cuerpo planetesimal con una gran densidad debido a los metales en su interior, mientras que el cuerpo celeste que orbita es una enana blanca, es decir, a punto de morir.
El espacio exterior, visto desde la Tierra, alberga un sinfín de cuerpos en una especie de equilibrio cósmico donde existen entidades subordinadas las unas con las otras. Este es el caso de los planetas y sus estrellas. En esta relación, quienes marcan el compás siempre son las estrellas. Estableciendo así un ritmo con el que cumplimentar los designios de la gravedad.
Los planetas deben seguir, por lo tanto, una lógica de acompañantes respecto a sus estrellas, generando así una sucesión casi infinita de años planetarios, según su magnitud y sus ejes gravitacionales.
Un planeta que vive pese a la muerte de su estrella
En este sentido, se ha encontrado un planeta que parece haber cambiado las tornas dentro de este ámbito. Aunque sea sobre todo simbólico, se ha producido una paradoja cuanto menos curiosa. La existencia de un planeta que sigue orbitando una enana blanca (estrella a punto de morir) sin autodestruirse en su camino.
Este hecho se ha descubierto recientemente gracias a un equipo internacional de astrónomos, que se han percatado del hallazgo y lo han expuesto en la revista científica Science.
Se encuentra a 410 millones de años luz de nuestro planeta, y está considerado como planetesimal por su reducido tamaño, de entre 1 y 600 kilómetros de diámetro. Según los científicos, este pequeño superviviente sigue su camino impasible ante la destrucción de su estrella por su alta densidad, debido principalmente a su contenido en metales como el níquel y el hierro.
La estrella, que vaga por su órbita, se trata de SDSS J122859.93+104032.9 (más conocida como Doce Veintiocho) y fue descubierta en 2003 gracias al proyecto Sloan Digital Sky Survey.
Dicha estrella ha completado su ciclo quemando todo el combustible que había en su interior. En este proceso, su tamaño ha ido decreciendo porque las capas exteriores se han ido desmaterializando. De hecho, ahora mismo tiene el tamaño aproximado de La Tierra, pero con una densidad tan grande que es 100.000 veces mayor que la nuestra.
Tanto el pasado como el futuro de estos dos cuerpos se desconoce, pero el baile interestelar que nos están brindando se antoja, por ahora, un espectáculo a disfrutar y a investigar, al menos en el ámbito científico y astronómico.