El proyecto Icaros combina la realidad virtual con el ejercicio físico. El nombre da una idea de para lo que sirve este dispositivo.
Ícaro o Icaros, para acercarse más al griego antiguo, es el hijo de Dédalo, el constructor del famoso laberinto de Creta, donde habitara el temible Minotauro, que cada año devoraba a siete doncellas y siete donceles que la ciudad de Atenas pagaba como tributo al rey Minos. Dejando de lado al monstruo, que tiene su propia leyenda, la de Ícaro y su padre tiene que ver con el sueño humano de volar como un pájaro. Algo aproximado es lo que trata de conseguir el proyecto de la empresa alemana Hyve.
El proyecto Icaros consiste en unas gafas de realidad virtual que se sincronizan con una aparatosa montura que recuerda a las estructuras que utilizan los astronautas para probar su condición física. En realidad se trata de un pie sólido, al que se sujeta un medio arco, del que pende una estructura delantera que permite apoyar cada brazo y otra trasera, donde se acoplan cada una de las piernas.
La leyenda de Ícaro y Dédalo cuenta que el padre cayó en desgracia ante el rey Minos tras construir el laberinto. El soberano encerró a ambos en el propio laberinto y solo había una forma de escapar de aquella maraña de puertas y galerías: volando. Utilizando plumas de pájaro, Dédalo construyó unas alas, que acopló a su espalda. Funcionaban. El hombre veía cumplido su sueño de volar, alto, libre, ligero. El padre fabricó las mismas alas a su hijo, advirtiéndole que no volara demasiado alto, pues el sol derretiría la cera que unía las plumas.
Ícaro voló radiante de contento, surcando el viento como si fuera mar y las nubes como si fueran olas. Tan ensimismado estaba con su nuevo don que se olvidó del consejo de su padre. Voló alto, más alto, y el sol fundió la cera que mantenía unidas las plumas de sus alas. Ícaro cayó (desde muy alto) y en ese lugar hoy existe una isla griega que se llama Icaria en su memoria.
El proyecto de realidad virtual Icaros toma su nombre de esta leyenda porque el principal videojuego que ha desarrollado la compañía para usar con el dispositivo consiste en una simulación de vuelo. No como los simuladores de helicóptero o avión sino como si la persona que está montada en la estructura estuviera surcando los cielos, a pelo, como con unas alas de plumas pegoteadas con cera.
Solo que la cera no se derretirá si vuelas alto. Lo cierto es que Icaros está pensado para este tipo de videojuegos. Se trata en realidad de un joystick a lo grande, que se controla balanceando el cuerpo y, como se puede deducir viendo las imágenes, haciendo fuerza con brazos, torso y piernas. De ahí que los creadores del dispositivo lo vean como una alternativa al gimnasio, una suerte de estadio intermedio entre el videojuego y las máquinas de gimnasio.
Icaros se compone de la aparatosa estructura en la que se monta el usuario, un ordenador que proporciona la potencia necesaria para ejecutar la realidad virtual y las correspondientes gafas, para la inmersión en el vuelo. Un smartphone se emplea para recoger los movimientos del usuario mediante su acelerómetro y enviarlos al software.
La leyenda del Minotauro la dejamos para otro día, cuando haya una startup que invente algún producto relacionado con un ovillo de hilo y lo llame Ariadne o similar.