Los proyectos de aplicación de prótesis controladas por el cerebro se enfrentan a retos como la reducción del precio de producción, y un mayor conocimiento del mapa del cerebro.
Ya hemos hablado en varias ocasiones de los progresos que se han hecho en el mundo de la ciencia, y especialmente en los proyectos que se refieren a las miembros protésicos conectados directamente con el cerebro para mejorar la manipulación de objetivos y la interacción con el mundo de personas con traumatismos en la médula espinal.
De hecho, en septiembre de este mismo año, la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de Estados Unidos, con el acrónimo DARPA, lanzaba la iniciativa Revolutionizing Prosthetics, o su particular «milagro protésico». Tras nueve años de estudio, la Agencia consiguió conectar una prótesis al cerebro de una chica de 28 años y que esta manipulase objetos, e incluso tener sensibilidad. Y como esta, millones de iniciativas que están intentando dar pasos de gigante en ese sector de la ciencia y de la medicina.
Sin embargo, las prótesis se tienen que enfrentar a grandes retos para poder implantarse de una forma real en el común de nuestras vidas, y de las personas que verdaderamente lo necesitan. Y no son baches precisamente relacionados con la propia investigación, se refieren más a las cuestiones de venta y comercialización, al menos uno de ellos.
Michael McLoughlin, líder de la investigación de DARPA, afirma que aunque sus ingenieros estén trabajando en mejorar las cuestiones técnicas de las prótesis para reducir costes, cada una de ellas tienen un coste de 400.000 dólares de media. Según el jefe de la investigación, el camino hacia la producción en masa y a un menor coste por unidad pasaría para eliminar algunos motores y sensores que se encuentran en los prototipos. Reduciendo así a los 100.000 dólares por unidad, una cifra mucho más viable.
Pero es precisamente esa solución la que se presenta como otro problema a sortear por los investigadores para los próximos años. Para reducir esos motores y sensores habría que ahondar más en los misterios de la neurociencia, ya que, pese a progresar tanto en el conocimiento de la anatomía humana, los neurocientíficos aún no entienden cómo el cerebro genera señales de movimiento.
Una vez se descubra, o al menos nos acerquemos un poco más a saber cómo funciona la maquina más precisa del mundo, nuestro cerebro, el reto de las prótesis eficientes y económicamente viables estará un pasito más cerca; junto con los trabajos de miniaturización de la interfaz cerebro-máquina y reducción del peso de la prótesis. Lo que sí es cierto es que, pese a que parezca que estamos a años luz de todo ello, veremos numerosas buenas noticias para el mundo de las prótesis.