Planner Media y Prodigioso Volcán elaboran un informe pionero sobre las aplicaciones y los principales retos del big data en el campo de la salud.
Cuando Bill Clinton, Tony Blair, Francis Collins y Craig Venter presentaron el borrador del Proyecto Genoma Humano, un tiempo nuevo comenzó en el ámbito de la biomedicina. Este auténtico punto de inflexión señalaba el camino, en el que el análisis de la información -genética o de otro tipo- podría mejorar la prevención, el diagnóstico y el tratamiento de enfermedades.
«El futuro de la sanidad pasa por los datos», sentencia el informe pionero sobre big data y salud elaborado por Planner Media y Prodigioso Volcán. ¿Pero es aplicable este término en medicina? De acuerdo a Salvador Peiró, el big data se refiere a «volúmenes de información tan grandes y heterogéneos que no pueden ser manejados con los software (y hardware) tradicionales, ni fácilmente analizados con las herramientas convencionales de gestión de datos».
Al emplear el concepto en el campo de la salud, nos referimos a un conglomerado de términos: la información de la historia clínica, las prescripciones médicas, las pruebas de laboratorio o datos relacionados con aspectos más económicos. De esta manera, según Peiró, el big data puede ayudar a identificar pacientes crónicos, gestionar la información en tiempo real y trasladársela directamente a las personas afectadas.
Bernardo Valdivieso, director del área de planificación y telemedicina en La Fe de Valencia, también señala que el big data hará que no sean los enfermos quienes acudan al hospital, sino que los médicos les atenderían directamente. Es decir, hablaremos de una gestión proactiva de los pacientes, lo que también conllevará un importante ahorro en la inversión sanitaria.
Podremos, como señala en el informe el economista Miguel Ángel Máñez, predecir las hospitalizaciones de patologías en base a factores ambientales o poblacionales, analizar el estado de salud de un territorio o población, identificar pacientes de alto riesgo, determinar la efectividad de los medicamentos y la aparición de efectos secundarios o realizar la vigilancia epidemiológica de una forma más efectiva.
Julio Mayol, profesor de la Universidad Complutense de Madrid, se muestra más cauto. «Ahora mismo el big data no aporta nada», explica. El investigador añade que «todo el mundo está con el internet de las cosas y está recogiendo datos de sanos, de enfermos, pero realmente no sabemos lo que significan». La apuesta de José A. Guerrero es que «el mayor reto actual es la exploración avanzada de los repositorios mediante big data».
Otro de los grandes desafíos se centra en la protección de la información sensible con la que se trabaja, como los datos del paciente y la necesidad de anonimizar esta información tan privada como valiosa. Pero el big data no tiene por qué ser completamente nuevo: también se puede y debe reutilizar información recogida anteriormente, comenta Josep Maria Argimon en el informe publicado este mes de diciembre por Planner Media y Prodigioso Volcán.
Por lo general, el big data se caracteriza por el volumen de datos estructurados y no estructurados, la variedad y velocidad de las fuentes y por último, porque nos ayuda a conocer el valor obtenido de los propios datos. Dos científicos de compañías farmacéuticas plantean el reto que tienen entre el big data y a salud.
En ese sentido, Teresa Hernando piensa que esa industria puede beneficiarse de los datos en la práctica clínica. Pero por otro, ha de garantizarse la seguridad en el acceso al big data biomédico: cada persona debe dar su consentimiento para gestionar esa información y proteger su privacidad. Estos son algunos de los aspectos recogidos por el informe sobre el big data en el campo de la salud, que muestra una diversidad interesante de aplicaciones pero que guarda a la vez cautela sobre su utilización en el campo de la biomedicina.
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