La arquitectura de los rascacielos de cristal plantea una problemática que obliga a aumentar el gasto energético destinado a la construcción y la regulación de la temperatura.
Si has estado dentro de un edificio con los techos y la fachada de cristal durante un día muy soleado, es muy posible que hayas notado como la temperatura aumenta considerablemente. Ahora, arquitectos e ingenieros han puesto el punto de mira sobre la dificultad y el elevado coste que conlleva el proceso de enfriar estos rascacielos descomunales.
No hay más que echar un vistazo a las principales ciudades de todo el mundo para comprobar la naturaleza de sus edificaciones más modernas. Los parques empresariales, oficinas y centros comerciales están poblados por rascacielos con la fachada de cristal. Este tipo de construcciones se ha popularizado en gran medida gracias a un acabado visual que estiliza la panorámica de las ciudades y a las grandes vistas y luz natural que proporciona.
El consumo de aire acondicionado se ha multiplicado
Los rascacielos de cristal se erigen como una estructura insostenible dentro del contexto medioambiental presente y de los años venideros. El impacto directo de la luz del sol produce calor que el cristal absorbe, y no consigue dejar escapar de manera natural. La principal –y casi única– solución planteada para mitigar el excesivo calentamiento de los edificios es el aire acondicionado.
Sin embargo, según recoge un reciente reportaje de The Guardian, desde el año 2000 se ha doblado la potencia destinada al aire acondicionado hasta alcanzar un 14% del total de la energía en uso en la actualidad.
Asimismo, la Agencia Internacional de la Energía ha estimado que el 40% de las emisiones de dióxido de carbono a la atmósfera proceden de la construcción, demolición y regulación de la temperatura de los edificios.
El uso de cristal en la construcción tiene la ventaja de retener el calor de manera natural en los climas más fríos. El futuro de los rascacielos pasa por encontrar una alternativa que permita combinar el uso de ventanas de cristal más pequeñas y un nuevo tipo de material más opaco que consiga bloquear el sol en los meses más cálidos.