Investigadores estadounidenses han diseñado un organismo robótico capaz de contraerse y dilatarse según le convenga para poder llevar a cabo su objetivo.
La inteligencia colectiva es un concepto muy usado a la hora de hablar de conductas humanas. Los robots, al ser producciones realizadas por el hombre, se unen consecuentemente a todos los conceptos históricamente humanos. Es decir, que en la actualidad se podría decir, sin riesgo a error, que también los robots pueden poseer una inteligencia colectiva.
Esta afirmación comenzó a usarse de manera alarmante en la ciencia ficción literaria, donde nacieron una gran cantidad de términos usados después en el ámbito científico. Su concepción se ligó desde el primer momento a una posible entidad colectiva robótica denominada «plaga gris», que provocaría el fin del mundo por su capacidad de replicarse constantemente de manera progresiva; acabando con toda la naturaleza a su paso.
Hay que aclarar, por si existe aún cierta incertidumbre, que es una idea puramente ficticia proveniente del mundo de la literatura, y que, evidentemente, es una cuestión sin sostenimiento ni teórico ni práctico. Pero resutla curioso, al menos, que el nacimiento de los robots colectivos estuviera visto desde un primer momento de manera negativa.
Un robot colectivo que cambia de forma
Investigadores del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), y de las universidades de Cornell, Columbia y Harvard han publicado en la revista científica Nature un nuevo experimento con robots, cuyo principal aliciente es la creación de un robot con inteligencia colectiva.
Se trata de una entidad compuesta por varios robots de pequeña medida capaces de contraerse y dilatarse por separado para poder conseguir su objetivo, que en el caso de dicho estudio ha sido el de desplazarse hacia una luz a través de ciertos obstáculos.
En palabras de Hop Lipson, codirector de la investigación junto a Daniela Rus, «nuestro robot no tiene ningún punto crítico donde pueda fallar, ni ningún control centralizado. Aún es bastante primitivo, pero ahora sabemos que este modelo general de robot es posible«.
Los robots están diseñados de manera cilíndrica y no tienen más de 15 centímetros de diámetro. En su interior tienen instalados una batería, un pequeño motor y sensores de luz para poder captar su cometido. Encima de este cilindro se ubica una nueva versión de un juguete infantil llamado «Anillo volador de Hoberman», que es, básicamente, un platillo que puede contraerse y dilatarse, gracias a una estructura de plástico.
Esta figura robótica va trasladando la información recibida con los sensores de un robot a otro, lo que configura un movimiento uniforme al grupo. pero con un «cerebro» descentralizado.
Ha sido el propio Hop Lipson el que ha referido sobre su invento que podría vincularse, de una manera cómica y literaria, a la antes nombrada «plaga gris». Por lo tanto, nos encontramos ante una de las primeras entidades robóticas de ámbito colectivo en el mundo. Seguramente no sea un hecho tan negativo como la ciencia ficción siempre ha dicho, sino que, presumiblemente, será un nuevo paso dentro de la inteligencia artificial de cara al futuro de la robótica.