Los jóvenes pasan una gran cantidad de tiempo utilizando la tecnología, por lo que cada vez hay más investigaciones para detectar trastornos del estado del ánimo, problemas de la conducta alimentaria, crisis existenciales… a través del uso que realizan de ellas. Los datos son prometedores, sin embargo, es muy importante insistir en el hecho de que a través de las tecnologías podemos detectar ciertos patrones de comportamiento que pueden indicar tendencias de trastornos de estado de ánimo, depresión… para brindar ayuda a los jóvenes, pero nunca realizar un diagnóstico. El diagnóstico siempre debe realizarlo un profesional de la salud mental a través de una evaluación clínica.
Algoritmos en la detección de problemas de salud mental
El equipo de Ana Freire, de la Universidad Pompeu Fabra de Barcelona, ha desarrollado el proyecto STOP, que ha permitido detectar patrones de comportamiento de los usuarios con tendencias suicidas, depresión o trastornos alimentarios. En el proyecto han construido un algoritmo que de manera automática puede extraer patrones de comportamiento en personas con tendencias suicidas, depresión y trastornos de la conducta alimentaria.
Muchas personas con problemas de salud mental cuelgan mensajes en las redes que permitirían relacionar problemas de autoestima, inseguridad, no aceptación de su cuerpo, depresión… El algoritmo busca palabras y frases, patrones de comportamiento, con quién se relaciona y las horas de publicación, para valorar si puede haber asociado un trastorno de sueño (si por ejemplo transcurren menos de seis horas entre publicaciones), el número de “likes” y “retuits”, para valorar el apoyo social con el que cuenta, y revela los intereses de los usuarios en función de las búsquedas. El objetivo es detectar casos de alerta y remitirlos para que puedan recibir ayuda. Este proyecto colabora, por ejemplo con el Teléfono de Esperanza y el Teléfono de Prevención del Suicidio.
De esta manera, se ha encontrado una correlación entre la salud mental del usuario y las imágenes que comparte en redes sociales. Por ejemplo, las mujeres con alto riesgo de padecer anorexia nerviosa son mujeres de menos de 19 años, con intereses en dietas veganas, vegetarianas, ejercicio extremo y pérdida de calorías muy rápida. En el caso de los usuarios con alto riesgo suicida, han encontrado que hablan en primera persona, utilizan negaciones, hablan de la ansiedad que experimentan, suelen seguir a pocas cuentas, escriben textos más cortos y tienen una mayor actividad durante el fin se semana y por la noche.
Redes sociales y trastornos de la conducta alimentaria
La adolescencia es una etapa vital clave en el desarrollo del individuo, no solo por los cambios que se producen a nivel fisiológico, sino a nivel cerebral y psicológico. Durante esta edad se desarrolla la personalidad, y para hacerlo, es necesario el grupo de iguales. Los adolescentes ya no solo se miran en sus amigos y amigas, sino que también lo hacen en las redes sociales, se comparan con las imágenes de “perfección irreal” que en ellas se proyectan, y esto puede tener un impacto en su seguridad y en su autoestima, dado que influye a la hora de desarrollar su autoconcepto e imagen corporal. Se comparan con un ideal de belleza prácticamente imposible de conseguir que puede favorecer que se generen múltiples distorsiones respecto a su imagen, y que puede llevar a la no aceptación de su cuerpo.
Además, muchos de ellos utilizan las redes sociales para sentirse “incluidos en el grupo” y lograr la aprobación social, el objetivo es conseguir seguidores y “likes”, que suponen un “chute” para su autoestima, muchas veces a costa de subir fotos con filtros y retoques, muy alejadas de la belleza real, pero que suponen una forma de conseguir esa aprobación tan necesaria en estas edades.
Las redes sociales pueden ejercer un papel clave tanto en el desarrollo como en el mantenimiento de los trastornos de la conducta alimentaria (TCA)
Así el fomento de la preocupan excesiva por el cuerpo y la alimentación puede favorecer la aparición de estos trastornos en personas con vulnerabilidad a los mismos. En las personas con TCA, el uso y abuso de estas redes pueden dificultar la toma de conciencia de la enfermedad, dado que normalizan las conductas poso saludables y mantienen el patrón de creencias negativas respeto a ellos mismos y la relación con su cuerpo.
La sobreinformación nutricional y las cuentas que fomentan patrones muy rígidos de alimentación o que prometen rápidas pérdidas de peso, pueden favorecer la aparición de un problema de la conducta alimentaria. Desde la llegada de internet existen páginas, que ahora se han trasformado en redes sociales, donde con las etiquetas #Ana (para la anorexia) y #Mia (para la bulimia), se comparten trucos o experiencias para adelgazar, conductas purgativas… e incluso cómo disimular para que los padres u otros familiares no sospechen del problema…
El efecto de las redes sociales también debe de tenerse en cuenta a la hora de recuperarse de un TCA; dado que el exceso de información que muestran redes como Instagram , YouTube o Tik Tok, pueden interferir con la correcta recuperación. Para evitar estas situaciones es necesario trabajar en la prevención. Formando a los menores en el correcto uso de las tecnologías, supervisando tanto el tiempo de utilización, que debe de ajustarse según la edad, como las páginas que visitan y las cuentas que siguen.
Imagen de Brand Factory.