Cuando se produce un accidente en el que está en juego la vida de personas, cada segundo es crucial para los equipos de rescate. Esta tarea, nunca fácil, se hace más dura aún cuando se produce en el mar, donde los avances tecnológicos son indispensables para ayudar a encontrar cualquier resto de vida.
El mar es muchas veces testigo de grandes tragedias que sacuden casi a menudo a la población. Inmigrantes, turistas, viajeros, marineros… se han enfrentado a la fuerza de este medio, muchas veces sin suerte. Cada segundo es crucial cuando se trata de salvar una vida humana, y eso lo saben muy bien los miembros de Salvamento Marítimo encargados de, con todos los medios disponibles, rastrear cada metro de mar cuando se produce un accidente en busca de supervivientes.
Para poder detectar la presencia de personas en el mar, los miembros de salvamento utilizan todas sus capacidades visuales, pero existen muchas limitaciones que ponen en riesgo su labor. En primer lugar, éstas se ven reducidas al realizar la tarea desde las alturas y permanecer muchas horas revisando el estado del mar. Además, otros factores como las condiciones climatológicas, el estado del mar, los cambios de luz que se producen durante el día, y la oscuridad de la noche, también influyen de forma significativa a la hora de desarrollar una operación de salvamento marítimo. En este sentido, los sistemas utilizados no son suficientes para encontrar náufragos de los que sólo puede verse la cabeza sobre el mar, y que el ojo humano no es capaz de detectar.
Con el objetivo de implementar nuevas herramientas que ayudasen a los equipos de rescate en su ardua función, en 2016 surgió el proyecto Picasso, co-financiado por la Unión Europea con una partida de tres millones de euros, de los que 400.000 se han utilizado para solventar los problemas de Salvamento Marítimo. Uno de los avances de este proyecto ha sido la creación de un sistema para automatizar la búsqueda de náufragos, de cuyo desarrollo se ha encargado la empresa española Escribano Mechanical Engineering.
Esta nueva tecnología dispone de un sensor capaz de cubrir una gran extensión y buscar variaciones de temperatura en el mar. Este sistema capta la radiación de los cuerpos cuando están a cierta temperatura en el agua, lo que permite saber si un cuerpo tiene vida o no. A diferencia de las cámaras de radar utilizadas en la actualidad, el barrido con cámaras de calor puede realizarse a máxima velocidad y a más altura de vuelo que la actual.
El sensor es capaz de rastrear hasta 12 veces más superficie acuática que los sistemas actuales, llegando hasta los 4.320 kilómetros cuadrados, sobre las que realiza diferentes mediciones de radiaciones electromagnéticas producidas por una persona. Funciona hasta 300 metros de longitud y hasta .1500 pies de altura, a la cual se encuentra el helicóptero de salvamento.
De esta forma, instalado sobre un helicóptero o avión de Salvamento Marítimo, en el momento en que el sistema detecta una variación significativa de la temperatura en el mar, envía una señal GPS al centro de mando más cercano alertando a los servicios de rescate sobre la anormalidad. En ese momento, los miembros de salvamento ponen en marcha todos los medios para la operación.
Ventajas de esta tecnología
La gran ventaja que presenta este nuevo avance es que mejora significativamente los patrones de búsqueda y funciona en cualquier circunstancia atmosférica, sin importar si es de día o de noche, o la altitud del elemento que lo porta. Además, no supone ninguna responsabilidad adicional para la tripulación de la embarcación, ya que no necesita ninguna vigilancia.
Este nuevo aparato, creado dentro del programa IRSC (InfraRed Search of Castaways), cuenta con una tecnología de doble uso ya empleada en el campo de la defensa – tecnología de cámaras térmicas (familia Sparrow) o los trackers de vídeo, y utilizada ahora en operaciones civiles como es el rescate marítimo.
Las pruebas ya han comenzado en las instalaciones de Salvamento Marítimo en el Centro de Seguridad Marítima Integral Jovellanos (CESEMI) de Gijón en la piscina de 12 metros de profundidad, 40 m de ancho y 80 m de largo con la que cuenta la instalación. En ellas, se han evaluado las señales que reflejan nadadores o boyas y los movimientos que presentan en el agua desde diferentes alturas. Durante las próximas semanas, se desarrollarán en Valencia más pruebas con el fin de que esta nueva tecnología pueda ser utilizada en operativos reales para 2018.
Los primeros resultados han mostrado que esta tecnología, desarrollada íntegramente por Escribano en Alcalá de Henares, puede revolucionar la búsqueda de náufragos, una señal de cómo las nuevas tecnologías se convierten en instrumentos indispensables en labores de rescate.