La pandemia está planteando grandes retos en todos los ámbitos. Pero el de la educación ha sido uno de los más afectados, lo sigue siendo y lo será a posteriori. Este sector necesita, con urgencia, digerir algunos cambios que ha empezado a integrar como consecuencia del coronavirus.
La educación online o en remoto es la punta del iceberg, la cara más visible de la transformación, pero la incidencia de la pandemia se demostrará a todos los niveles. No solo la metodología a la hora de enseñar está en juego. El papel de las instituciones, tanto públicas como privadas, así como el de los profesores, está llamado al necesario cambio.
Todo esto lo piensa y lo dice —con claridad y sin tapujos— el profesor Scott Galloway, una de las personalidades que han descrito con más detalle cómo será la innovación educativa en un futuro post-covid. Una innovación que, por otra parte, es una carrera acelerada por las circunstancias. De estos temas hablará Galloway durante la celebración de enlightED, el evento mundial sobre educación que se celebra del 19 al 23 de octubre.
Scott Galloway, el profesor tecnólogo
La carrera profesional de Scott Galloway ha sido vertiginosa. Nació en el estado de California en 1964 y fue criado por su madre. Al terminar el instituto fue aceptado en Universidad de California en Los Ángeles, pese a unas calificaciones mediocres que nunca ha ocultado. Una experiencia vital que terminará moldeando su pensamiento sobre la educación superior.
Con todo, Galloway pronto destacó en la disciplina de Económicas. A los pocos años de terminar la Universidad, fundó su primera empresa, una consultora de marketing que ahora tiene más de 450 empleados a nivel mundial. Más tarde, se subiría al carro de la innovación creando dos startups que vendió con éxito.
Fue entonces cuando se centró en su actividad como divulgador y profesor, cargos que actualmente ejerce en la New York University Stern School of Business, donde enseña estrategia de branding y marketing digital.
Galloway huyó de Silicon Valley para abrazar su puesto como profesor. Pero resulta imposible disociar su papel como docente del sector tecnológico. Su experiencia personal y laboral le ha generado una visión privilegiada para analizar los retos que la educación tiene por delante.
Su trayectoria como fundador de empresas, vinculadas a la tecnología punta en el ámbito del marketing digital y la inteligencia de producto, se combina con su experiencia en el día a día como profesor.
Las grandes tecnológicas como democratizadoras de la cultura
El profesor de la New York University Stern School of Business ha elaborado una idea tenaz y revolucionaria sobre el rol de las grandes tecnológicas. Galloway augura un papel de simbiosis de las grandes instituciones de enseñanza y los imperios tecnológicos. Esta unión debe venir de la mano sí o sí de un sistema de enseñanza digital conjunto.
Las universidades y las grandes tecnológicas están condenadas a entenderse, según exponía el profesor en su blog No Mercy / No Malice, la supervivencia de ambas depende de esa conexión. Unas tienen el prestigio y el conocimiento, las otras, los medios para expandir masivamente la educación online. Si hoy en día las plazas en los estudios de educación superior son limitadas, con una plataforma de elearning adecuada no habrá número máximo de alumnos. Es toda una apuesta por una democratización de la educación que sea capaz de saltar barreras y llegar a cualquier rincón del planeta.
Asímismo, Galloway no quiere llegar tan lejos y acabar con toda la historia del mundo académico: el cambio no será de las clases presenciales a la educación online, sino un modelo híbrido. Con él se podrá abordar una mayor accesibilidad, al tiempo que se abaratan algunas matrículas y se redefine el valor de unas titulaciones. Las mismas que, durante los últimos años, han ido perdiendo sentido, brillo y aplicación real.
Un problema, una oportunidad
Como todo problema, la pandemia abre ventanas de oportunidad. Y Scott Galloway tiene claro que el momento de las escuelas y las universidades es este.
Una clase de hoy es prácticamente la misma que una de hace 40 años. Mientras, en todo este tiempo, el precio de la educación se ha disparado —incluso en las instituciones públicas han subido las matrículas— y la demanda de estudiantes ha crecido.
El sistema está destinado a cambiar no solo porque no lo ha hecho en 40 años, sino porque ahora existen las herramientas para que lo haga. El coronavirus solo ha sido un empujón. Pese a las dificultades que afrontan hoy las escuelas y universidades, el resultado final será positivo; tiene que serlo.
Y lo cierto es que el académico no va desencaminado en sus ideales. La pandemia ha acelerado cambios que ya estaban en camino. Un estudio de Market Research Future predecía un crecimiento anual para el elearning del 13% hasta 2022, hasta alcanzar un mercado de 30.000 millones de dólares solo en Estados Unidos.
Una progresión que, según sus previsiones, tiene forma de ‘V’. En estos momentos duros se anticipa una caída pero después llegará un rebote. Y precisamente estará apoyado en el impulso a las plataformas elearning alimentadas por los grandes centros de conocimiento.
“Vamos a tener mucha educación de calidad, difundida entre millones y decenas de millones de personas que de otra forma no tendrían acceso a ella”.
Scott Galloway, en una entrevista para The New York Magazine. Mayo de 2020
El profesor de marketing prevé que instituciones como el MIT, en lugar de acoger a 1.000 nuevos alumnos al año en su campus, den la bienvenida a 10.000. Solo mediante la educación online se puede conseguir esto. Y solo así es posible que todos aquellos que se normalmente se quedan fuera de la selección puedan entrar en este prestigioso centro. Los precios de las matrículas serían menores, razona Galloway, pero se compensarían con el número de alumnos. Esta fórmula podría ser clave para la supervivencia de muchas instituciones de enseñanza.
Desde luego es un reto para las instituciones de enseñanza pero también para los profesores. Estos deben ingeniárselas para forzar a los estudiantes a que enciendan sus webcams. Tienen que verles la cara, hacerles sentir partícipes y responsables. Se trata de mantener al alumnado no solo interesado sino también entretenido y enganchado. Porque al final, independientemente del prestigio de una universidad o del valor de su titulación, quienes tienen la misión de transmitir el conocimiento son los profesores.