La inversión en fusión nuclear está creciendo y parte de la culpa la tiene el sector tecnológico.
Las centrales nucleares no tienen buena fama. Desastres como los de Chernóbil o Fukushima ponen de manifiesto la magnitud que puede alcanzar un accidente en una planta de este tipo. El hecho de que no se sepa muy bien qué hacer aún con sus residuos, cuya alta toxicidad perdura en el tiempo, tampoco contribuye a la buena imagen de la energía nuclear. Estamos hablando de fisión. Sin embargo, la fusión nuclear es una fuente limpia y tendría la capacidad de producir una gran cantidad de energía.
El problema es que existen algunos inconvenientes –como las altas presiones y temperaturas necesarias para la reacción, que no resiste ningún recipiente– para lograr la fusión nuclear. Aunque recientemente está fluyendo la inversión hacia los proyectos que están experimentando en este campo, especialmente las iniciativas privadas.
Concretamente algunas personalidades importantes de la industria tecnológica se han lanzado a apoyar la fusión nuclear. El cofundador de PayPal Peter Thiel ha respaldado económicamente a la firma Helion Energy, con sede en Washington y que trabaja en tecnología de inercia magnética.
La inversión en fusión nuclear también tiene como protagonista al cofundador de Microsoft Paul Allen, quien por su parte ha invertido en Tri Alpha Energy, en este caso una empresa con sede en Lake Forest, en el estado de California. Fundada por científicos de las universidades de Florida y California, esta compañía está embarcada en varias investigaciones concernientes a la fusión.
Jeff Bezos, el fundador y CEO de Amazon, ha invertido en General Fusion, una empresa de Vancuver. Estos canadienses trabajan con lo que se denomina ‘magnetized target fusion’, que combina las técnicas de confinamiento magnético y confinamiento inercial. Otros del sector, como el inversor de capital riesgo Tom Darden, han decidido iniciar una startup dedicada a la fusión nuclear, que en este caso se llama Industrial Heat.
Estas iniciativas privadas compiten con los grandes proyectos de financiación pública, como el NIF, en Estados Unidos, o el ITER, radicado en Francia y que cuenta con el apoyo de varios países europeos. Los proyectos privados tienen la desventaja de ser más pequeños, con lo que no contarían con tantos recursos como los públicos. En cambio, su agilidad es mayor y su tamaño es una ventaja para procurar centrarse en un aspecto concreto de la fusión, donde los avances parezcan más viables.
Imágenes: dutchlad y Helion Energy