Científicos de la Universidad de Stanford están probando un coche autónomo que pasa de los 180 km/h, con el fin de buscar los límites de la conducción autopilotada.
El hecho de que un coche autónomo pase de los 180 km/h no es ningún mérito a nivel técnico. Después de todo una gran parte de los vehículos comerciales de hoy en día son capaces de alcanzar esta marca y un coche autónomo no es más que un automóvil convencional al que se ha incorporado un sistema de autopiloto. A nivel de motor, por tanto, las dificultades no existen. A nivel de conducción es otra cosa, claro. Pero aun así, ¿por qué centrarse en esas velocidades cuando en la mayoría de países el máximo en la carretera es mucho menor?
En la Universidad de Stanford lo están haciendo, prueban un Audi TT S, apodado Shelley, que rueda por un circuito de carreras a más de 180 km/h. Los científicos que llevan a cabo las pruebas tienen buenos motivos para hacerlo. Su trabajo se podría comparar con la investigación que se realiza en los coches de Fórmula 1, algunas de cuyas innovaciones terminan por llegar a los automóviles comerciales con el tiempo.
En este caso no se habla de velocidad o potencia, sino de seguridad. Los científicos de Stanford utilizan Shelley como conejillo de indias para determinar en qué situaciones el sistema de conducción autónoma puede verse en dificultades. Se trata de forzar la máquina lo más posible para poner contra las cuerdas al software y al conjunto de sensores y componentes que forman el sistema.
De esa manera los científicos pretenden crear los casos más extremos en sus pruebas, anticipándose a lo que pueda ocurrir en situaciones reales. Gracias a estos experimentos están desarrollando y perfeccionando algoritmos para cambiar de carril en una situación de emergencia. Se trata de una funcionalidad que en el futuro podría ser útil para cualquier coche autónomo.
Shelley, que se está probando en un circuito de carreras para no tener limitaciones en cuanto a la velocidad y evitar el riesgo de una circulación con tráfico real, está aprendiendo a girar de la mejor manera posible en cada curva. El objetivo es que el sistema de conducción autónoma del vehículo sea lo más parecido a un piloto de carreras experimentado.
De hecho, al mismo tiempo que mejoran sus algoritmos en base a Shelley, los científicos de Stanford están trabajando en un proyecto para traducir el comportamiento de un conductor en software e información digital. La intención es que en el futuro un coche autónomo pueda funcionar como si lo estuviera conduciendo el más avanzado de los pilotos de carreras.
Imagen: awcole72