Ingeniera y Madre, Virginia Cabrera analiza el desapego de las nuevas generaciones de mujeres hacia la tecnología y el problema que supone a nivel social.
Leo con gran disgusto que cada vez son menos las chicas que estudian alguna carrera técnica. Parece que las niñas ya no quieren ser ni informáticas, ni ingenieras. Me parece estupendo que sean veterinarias, historiadoras o profesoras. Que sean aquello que les guste. Pero si lo que subyace es falta de sintonía entre las chicas y las nuevas tecnologías, creo es para hacérnoslo mirar. A mí como mujer, ingeniera y madre de una niña de 10 años, me parece que este aparente desapego femenino por estar presentes y activas en el proceso de innovación tecnológica merece un análisis más profundo.
Algunos datos levantan las alarmas:
Disminuye el número de mujeres en carreras técnicas. A pesar de que la población universitaria española está compuesta por más mujeres que hombres, sólo 1 de cada 4 se anima a una carrera técnica. En carreras como Telecomunicaciones o Informática solo 1 de cada 10 estudiantes es mujer. Una situación que, según parece, está yendo a peor ya que en los años ochenta las mujeres éramos un 30% del alumnado en dichas carreras.
Disminuye el número de editoras en Wikipedia. Cualquiera puede subir un artículo a la Wikipedia, pero 9 de cada 10 personas que lo hacen son hombres. Que las mujeres se estén quedando voluntariamente fuera de la fuente de información más consultada no es sólo una cuestión de corrección política, sino que supone un sesgo en la visión del mundo que refleja. A pesar de los intentos de la Fundación Wikipedia por aumentar la participación de las mujeres, la diferencia no ha hecho más que aumentar a peor.
Parece que las chicas se bajan del carro voluntariamente. Si la teoría indica que no hay barreras que lo impidan, la madre de todas las preguntas es por qué son las propias mujeres las que están eligiendo no participar. La estadística demuestra que, en edades tempranas, las niñas lideran las calificaciones en casi todas las materias, incluyendo las matemáticas. Así que la diferencia en sus comportamientos en relación a la tecnología no tiene que ver con la falta de habilidad o los conocimientos adquiridos.
Las mujeres como grupo son intensamente activas en las redes sociales. Entran más y pasan más tiempo en Facebook que los hombres, son mayoría en Twitter, en Instagram y en Pinterest. No se puede decir que no tengan tiempo de participar y generar contenidos en internet. Simplemente, no quieren hacerlo en según qué modos y maneras.
Parece que las diferencias tienen que ver más bien con la forma de enfrentar los retos. Nos importa mucho la confianza, la privacidad y relaciones personales, lo que podría llevar que prefiramos interaccionar con individuos a los que ya conocemos y en los que confiamos. Parece que otro factor que determina nuestra actuación es que nos incomoda el conflicto, algo intrínseco a participar. Hacerlo conlleva prácticamente seguro toparse con alguien con una visión opuesta que puede llegar a ser hostil. Este podría ser uno de los motivos que más nos corta.
De hecho, los comportamientos de hombres y mujeres en actividades relacionadas con la tecnología son diferentes. Según el informe “Si lo vives, lo compartes: Cómo se comunican los jóvenes en un mundo digital” elaborado por la Fundación Telefónica, las mujeres usamos las RRSS mayoritariamente para mantener o recuperar relaciones que ya tenemos, mientras que los chicos tienden a tratar de ampliar su círculo de “amistades”.
También somos distintos en lo que al ocio digital se refiere. Parece que las chicas nos motiva completar el reto que nos propone un videojuego, mientras que el puro hecho de competir es lo que mueve a los hombres. Preferimos los juegos de creación, diseño y fantasía frente a los de destrucción. Nos mueven más las historias y el sentido de comunidad.
Hasta aquí, todo natural. Somos diferentes, actuamos de forma diferente. Pero ¿por qué estas diferencias llevan a las chicas a no elegir formación académica y profesional relacionada con la tecnología?
Parece que el entorno tampoco ayuda. Todo apunta a una combinación de presión familiar, social y escolar, que hace provoca el desapego de las chicas durante la adolescencia, que es el momento en el que deciden su futuro.
Una Red no tan neutral. Estamos descubriendo que el buscador de Google, el muro de Facebook o las recomendaciones de compra de Amazon no son siempre tan objetivos como nos gusta pensar. Google ha tenido que dar varias veces explicaciones por la actividad de sus algoritmos. Como cuando el diario «The Guardian» alertó de que sus recomendaciones de autocompletado, asociaban a mujeres, judíos y musulmanes con el adjetivo “malos”. O como cuando investigadores de la universidad Carnegie Mellon detectaron que mostraba anuncios de puestos profesionales altamente cualificados más a hombres que a mujeres.
Sin referentes femeninos de repercusión social
¿Seríamos capaces de nombrar alguna ingeniera que haya cambiado el mundo en que vivimos? Pocos saben que el código que llevó a Neil Armstrong a la luna, fue escrito por la ingeniera Margaret Hamilton. O que la líder técnica una de las construcciones más emblemáticas de Nueva York, el puente de Brooklyn, fue Emily Roebling. No sólo no tenemos modelos sino que escasean las maestras. Y “sin hay maestras, no hay alumnas”.
¿Debemos preocuparnos? ¿Qué podemos hacer? No sé si debemos preocuparnos, pero ante estos datos tal vez si debamos ocuparnos. Al menos se impone una reflexión sobre si estaremos educando a las chicas con la suficiente confianza para que se consideren a sí mismas una autoridad en algo.
Sea como fuere, son bienvenidas iniciativas como la de la Real Academia de Ingeniería. Con el objetivo de disolver la brecha de género en la ingeniería y ayudar a las ingenieras a romper su techo de cristal, ha presentado el proyecto Mujer e Ingeniería. Reivindicando la labor social de los ingenieros que tratan de hacer mejor la vida de la gente. Y la labor callada de todas esas ingenieras que deberían ser un referente no solo para sus sucesoras, sino para toda la sociedad.
No parece que sobren tampoco proyectos como Inspiring Girls que acaba de llegar a España después de tres años de exitosa implantación en el Reino Unido. Se trata de combatir la desigualdad desde las aulas enseñando a las niñas que pueden llegar adonde quieran. Con el patrocinio del Banco Santander, comenzarán a organizar las charlas en colegios de toda España con el objetivo de concienciar de la necesidad de hacer frente a los estereotipos que pudieran estar lastrando la autoestima y las aspiraciones de las niñas.
España ha demostrado una increíble capacidad de transformación y adaptación a los nuevos tiempos. Hoy somos una sociedad más igualitaria y estoy convencida de que si todos, hombres y mujeres estamos atentos, eliminaremos cualquier vestigio de ‘etiquetas’ que reduzcan las aspiraciones de las niñas y limiten sus opciones profesionales.