Teletransporte, ¿realidad o ficción?

No hay nadie que no se hay planteado alguna vez la existencia de la teleportación, “el proceso de mover objetos, moléculas, estados o partículas de un lugar a otro instantáneamente sin necesidad de establecer contacto físico directo con el objeto para que éste se mueva”.

Que levante la mano el que no haya tenido la tentación, alguna vez en su vida, de teletransportarse a algún otro lugar, o no se haya ilusionado viendo modernos teletransportadores en el cine y ha deseado tener una máquina similar lista para usar.

Ciencia y ficción parecen haberse dado la mano para hacernos creer que habrá un día en que podamos desaparecer como por arte de magia y aparecer en otro sitio en apenas un par de segundos. Y es que las investigaciones de los físicos cuánticos más brillantes de nuestros tiempos se han entremezclado hasta tal punto con lo que novelas, series y películas nos hacían soñar, que es difícil saber hasta qué punto estamos cerca de que el teletransporte sea una realidad.

El teletransporte en la literatura

Ya en 1877, David Page Mitchell escribió el cuento «El hombre sin cuerpo», en el que un científico logra desintegrar atómicamente a un gato y teletransportarlo a través de un cable de telégrafo. Aunque el experimento sale mal porque la batería del aparato se queda vacía justo cuando sólo se había enviado la cabeza del pobre felino.

Multiverso - teletransportaciónDe la pluma del gran Arthur Conan Doyle también han salido relatos en los que la teleportación cobraba una gran importación, como la novela «La máquina desintegradora» de 1929, dentro de la serie “Challenger Series”, en la que un científico loco descubre un peculiar instrumento capaz de desintegrar objetos y volverlos a construir tal cual eran, una y otra vez.

Pero también en nuestro tiempo contamos con novelistas que han hecho un intenso estudio en la materia. Sin ir más lejos, el inventor del tecno-thriller, Michael Crichton, escribió “Rescate en el tiempo”, un libro en el que planteaba la teoría del multiverso antes incluso de estar admitida ampliamente por la comunidad científica, así como que sería posible destruir organismos vivos para transportarlos a otro universo paralelo.

El teletransporte en la pantalla

Si pensamos en la presencia del teletransporte en el cine y la televisión, hay un nombre que salta de inmediato a nuestras mentes, especialmente a la de los más frikis: Star Trek. En esta saga, los protagonistas contaban con un transportador capaz de enviar objetos o seres vivos a una distancia más o menos cercana, de nuevo mediante la técnica de destruir primero al ser original y luego recrearlo un su emplazamiento de destino. La peculiaridad, en este caso, es que para enviarlo hasta el lugar deseado se enviaba un rayo que contenía toda la información del objeto en cuestión.

Star Trek teletransporte

En Star Gate, la otra saga imprescindible para los amantes de la ciencia ficción, también aparece la teleportación como uno de los grandes avances de la humanidad del mañana. También aparece esta tecnología en otros grandes taquillazos del cine como John Carter, La Mosca (en la que se usan dos cabinas (telépodos) en las que la persona se desintegra y se reconstruye en la segunda), Doom, El Efecto Mariposa o Jumper.

También en series disfrutamos de lo que sería poder teletransportarnos, como en la exitosa The Big Bang Theory, en la que los protagonistas, Sheldon Cooper y Leonard Hoftstader, exploran nuevas teorías físicas que podrían llevar en última instancia a que este fenómeno fuera una realidad.

¿Coincide la realidad con la ficción?

Todo eso es ficción pero, ¿dónde queda la ciencia en todo esto? ¿El teletransporte es sólo un sueño alcanzable únicamente en nuestra imaginación es algo posible?

Son muchos los físicos y expertos de otras disciplinas que están estudiando cómo poder llevar a cabo el teletransporte, ya que hoy por hoy su existencia es reconocida y admitida por la mayor parte de la comunidad científica. No fue así en el pasado: Albert Einstein llegó a decir, a propósito del entrelazamiento cuántico, que esta teoría era una “acción fantasmal a distancia”. Por ello, y una vez convencidos de su existencia, el problema radica en su aplicación práctica, es decir, en descubrir los mecanismos que nos permitan salvar todas las barreras que actualmente existen para que sea una realidad.

Pero las perspectivas son más que halagüeñas. En 2002, la Universidad Nacional de Australia consiguió descomponer un haz láser y reintegrarlo un metro más lejos. Hace casi ya nueve años, el físico cuántico Anton Zeilinger logró, junto a su equipo, teleportar un par de fotones entrelazados cuánticamente a través de un túnel bajo el Danubio, apenas 600 metros de distancia. En 2009, en cambio, ya se podían teletransportar 5.000 átomos a unos 23 kilómetros a lo lejos.

En 2014, la humanidad ha dado un paso más allá. Hasta ahora, había dudas de si en este proceso de teletransporte el estado cuántico podía mantenerse sin alteración alguna. Científicos de la Universidad de Ginebra han podido comprobar que así es, teleportando por medio de una fibra óptica el estado cuántico de un fotón a un cristal colocado a más de 25 kilómetros, seis kilómetros más de lo conseguido por esta misma institución hace ya diez años.

En esta prueba, los expertos propulsaron un fotón a lo largo de la fibra óptica mientras que el segundo fue enviado a un cristal. Posteriormente, un tercer fotón golpeó al primero y ambos desaparecen… pero no la información que contenían, el estado cuántico, que es capaz de seguir con su ruta y acabar impactando contra el fotón que estaba tranquilo en su cristal. Dicho de otro modo, el estado cuántico de los elementos, sean éstos cuales sean, puede teletransportarse por sí mismo, por encima incluso de la partícula en la que se halle.

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