Hablar de los inicios de Silicon Valley es hacerlo de un grupo de hombres con un peculiar sobrenombre. Son conocidos como «los ocho traidores» y, sin embargo, son en buena parte responsables de la creación de ese enclave de la tecnología y la computación americano.
Sus nombres son Julius Blank, Victor Grinich, Jean Hoerni, Eugene Kleiner, Jay Last, Gordon Moore, Robert Noyce, Sheldon Roberts, todos formados como ingenieros o doctores en física y química, disciplinas gracias a las que marcarían un antes y un después de la industria electrónica de Estados Unidos y, por extensión, del mundo entero.
Pero, ¿por qué «traidores»? ¿Qué hicieron para ganarse ese título? Para responder a esa pregunta hay que viajar atrás en el tiempo, hasta finales de los años 50.
La traición de los ocho
En 1956, William Shockley, premio Nobel en Física, profesor e investigador, formó un equipo de jóvenes profesionales talentosos para desarrollar y producir nuevos aparatos semiconductores en la zona de Silicon Valley. Se rodeó de expertos, competentes y prometedores investigadores, pero no consiguió que la unión prosperase. Los problemas a la hora de trabajar fueron numerosos y se sucedieron en poco tiempo, llevando a un grupo de trabajadores a replantearse su pertenencia a la compañía.
La ruptura se hizo real a mediados del año 1957, cuando ocho hombres abandonaron a Shockley para buscar su propio camino de la mano de Sherman Fairchild, gracias al cual crearon su propio laboratorio de semiconductores. La nueva compañía se convirtió muy pronto en un líder de la industria de los semiconductores. Estamos a principio de 1960 y la expansión de Silicon Valley para convertirse en una referencia a lo largo y ancho del mundo está a punto de tener lugar. 50 años más tarde, son muchos los países que buscan tener su propio valle del silicio. Lulea, en Suecia, y Londres son un buen ejemplo de esta tendencia.
Así se explica un nombre terrible que, en realidad, no se sabe quién acuñó y no representa la realidad tan fielmente como debería. William Shockley tachó la salida de aquellos ocho hombres de su proyecto como una traición, pero no llegó a llamarles así nunca. Y aunque dejó de hablar con algunos de los miembros, sí que siguió con interés su evolución posterior cuando salieron de su equipo.
La diáspora
Entre 1960 y 1965, Fairchild era el lider indiscutible del mercado de los semiconductores, tanto por estar en cabeza del desarrollo tecnológico como por ser los que más productos vendían. Sin embargo, solo unos años más tarde, la compañía perdió su posición privilegiada.
A lo largo de los años siguientes, los ocho de Fairchild se dividieron en grupos más pequeños o siguieron su camino de forma individual. Robery Noyce y Gordon Moore fundaron Intel en 1968, Julius Blank hizo lo propio con Xicor en 1978 y Jay Last, Jean Hoerni y Sheldon Roberts fundaron Amelco en 1961. Por su parte, Eugene Kleiner creó Kleiner Perkins, entidad de capital de riesgo considerada como una de las más importantes, que ha apoyado proyectos tan exitosos como Google, Amazon, Compaq o Electronic Arts. Se puede decir que, gracias a los ocho de Fairchild, Silicon Valley es tal y como lo conocemos ahora.
A pesar del nombre casi despectivo, estos ocho ingenieros, científicos e investigadores sentaron unas bases sólidas cuyo legado llega hasta nuestros días. Las empresas tecnológicas más importantes del mundo sueñan con Silicon Valley y todos los países quieren tener su propio valle de compañías digitales.Sin estos ocho hombres, el presente habría sido diferente.
Imágenes | Wikipedia, Chezmorera.