Desde todas partes del mundo nos llegan noticias sobre la educación para niños en materia de programación, nuevas tecnologías... ¿A qué esperamos para coger ese tren?
Para los niños el mundo digital es algo natural. Hablamos ya de ellos como nativos digitales. Utilizan las tablets, a veces, incluso antes que los libros; aprenden a ver vídeos de YouTube antes que a leer… Pero una cosa es el uso de las nuevas tecnologías, y otra el aprendizaje de todo su potencial (lenguajes de programación, accionar robots o desarrollo en HTML5).
En los últimos años se han desarrollado muchas iniciativas para fomentar estos aprendizajes en edades tempranas. A mediados de la década pasada el MIT arrancó así un programa de programación, ahora convertido en un estándar: Scratch. Se trata de un entorno de programación visual, frecuentemente utilizado por niños. También tenemos Alice, creado por la universidad americana Carnegie Mellon, otro entorno gráfico para iniciarse en la programación, utilizando en este caso ambientes 3D. Otros ejemplos son Codea, Squeak, Kids Ruby o Kodu (este último desarrollado por Microsoft).
Mitch Resnick, del MIT Media Lab, insta así a todos los niños a codificar. La informática no es sólo para genios de la computación, sino también algo (muy) lúdico al alcance de los más pequeños. Os recomiendosu charla en TED.
A estas iniciativas se suman otras, en el mundo de la robótica, en particular las impulsadas por el fundador de Arduino —un español empeñado en compartir su pasión por la robótica y la tecnología con niños y adolescentes— o por la multinacional danesa LEGO —Lego Mindstorms for Schools—. En cada vez más países proliferan las iniciativas para fomentar innovación, tecnología, aprendizaje de codificación… de la misma manera que se enseñan idiomas. ¿Es tan descabellado considerar la posibilidad de instaurar esta clase de enseñanzas en España o América Latina? Es algo en lo que tenemos que pensar. Y en no mucho tiempo, porque el tren de las nuevas tecnologías no espera a nadie. Debemos decidir si queremos ser actores o meros espectadores en esta representación.
Algunos países ya lo están haciendo y no nos esperarán: a partir de este año Estonia enseñará a codficar a todos los niños en sus clases. Los alumnos aprenderán, a partir de los 8 años, a escribir código informático en todo el país. ¿A qué estamos esperando? En Finlandia o en Israel ya han incorporado la programación a sus currículos escolares. Pero no sólo en EEUU o en los países más avanzados de la OCDE o de Europa proliferan las iniciativas. En Uruguay los niños ya están aprendiendo a programar videojuegos. El videojuego Kingdom Rush, hecho en Uruguay, incentivó éste plan nacional. Llegó al ranking de los más demandados en la tienda Apple y mostró el extraordinario potencial del país para la industria del software, así como la calidad de sus programadores.
En España existen valientes que intentan en aulas universitarias (como las de Valladolid) enseñar a codificar. Empiezan a abrirse camino —de la mano del sector privado o la sociedad civil— materiales, enseñanzas, talleres, campamentos de verano… Para los adultos —aún jóvenes— recién salidos de la adolescencia, existen instituciones como U-Tad, impulsada por los dos hermanos fundadores del Grupo Zed, ambos empeñados en potenciar los lenguajes digitales y habilidades técnicas y tecnológicas de manera aplicada, pegada a la práctica. Otros, como el ISDI, también están impulsando no sólo formaciones digitales sino incluso pensando en formación en lenguajes de programación.
Desde Telefónica acaba de arrancar en Valencia un proyecto piloto, Talentum Schools, que da clases de codificación y programación de apps para niños y adolescentes. La apuesta aquí sí es conclusiva; esta beta (una «lean startup» como dirían los emprendedores) será luego masiva y más de 100.000 niños podrían beneficiarse de ello en todas las principales ciudades españolas: Valencia, Madrid, Barcelona, Bilbao, Zaragoza, Málaga, Sevilla, Santiago, etc.
No podemos perder tiempo en esperar que el tren de las nuevas tecnologías y de los nuevos lenguajes (digitales) de este siglo, nos pase por delante. Debemos subirnos a este AVE y así dejar de ser sólo meros usuarios o espectadores para convertirnos en actores de este mundo en movimiento. Cuanto antes lo entendamos, mejor. Necesitamos resetearnos como país y la apuesta de futuro (también) pasa por nuestros niños. No esperamos. Otros, desde Israel y Uruguay, pasando por Estonia y Finlandia, ya están en ello. ¿A qué estamos esperando?