En un futuro no muy lejano quizás las consultas médicas estén llenas de dispositivos móviles que ayuden en el cuidado y monitorización de nuestra salud. Estos avances, beneficiosos sin duda, plantean interrogantes sobre la privacidad de los pacientes, que hemos de tener en cuenta.
Año 2019. Los nuevos avances en medicina y telecomunicaciones avanzan desde hace años tan de la mano, que ni profesionales sanitarios ni pacientes se imaginaban la revolución a la que iban a asistir. En las consultas del pasado, como únicas herramientas, un fonendoscopio y una bata blanca. Ahora el smartphone especializado en salud, conectado a un ordenador que procesa todos nuestros datos es la herramienta utilizada en cualquier ambulatorio u hospital.
Toda nuestra información médica está informatizada desde hace años, cuando las historias clínicas dejaron de lado el papel, y se volcaron en la red, utilizando el poder de las nuevas herramientas para almacenar y gestionar el Big Data generado en cada consulta. El futuro ya está aquí en forma de novedosos avances tecnológicos.
Antes de realizar la revisión pertinente, el doctor consulta nuestra secuencia genómica. Hace sólo dos años que los pacientes conocen cual es su genoma por algo más de trescientos dólares. Las viejas fantasías iniciadas con el lanzamiento del Proyecto Genoma Humano en la década de los noventa se hicieron realidad. Ahora nuestro médico sabe qué genes tenemos, las mutaciones asociadas y los riesgos y predisposiciones escritos en nuestro propio ADN.
Además, existen también diversas aplicaciones móviles por las que podemos controlar en todo momento nuestra tensión, y con varios biosensores situados a nivel subcutáneo, sabemos en tiempo real nuestra concentración de colesterol y azúcar, de forma que si los niveles suben, una alerta inmediata será trasladada a nuestro médico de cabecera. Todas estas innovaciones que describimos, ¿podrían ser una realidad en algo menos de una década?
¿Cuánto pesa la genética?
En ese escenario futurista que describíamos antes, ¿sería posible portar nuestro genoma en un USB?, ¿conocer cuál es la secuencia de letras que forman nuestro ADN y llevarlas como información en nuestro dispositivo móvil? Hace unos días asistíamos a una charla impartida por Cedric Notredame, bioinformático del Centro de Regulación Genómica (CRG) de Barcelona, un instituto de investigación pionero de la capital catalana, en el que nos explicaba alguna de estas cuestiones.
Nos comentaba en su ponencia, por ejemplo, que si fuéramos capaces de almacenar todos los datos sobre la altura de los ciudadanos, esa gran cantidad de información ocuparía, de manera aproximada, 10 gigas de información, que podrían almacenarse en un único USB, que pesa alrededor de 8 gramos.
Sin embargo, si tratáramos de guardar la información genética de los 180 genes relacionados con la altura, el conjunto de datos necesitaría ser almacenado en unos 200.000 USBs, que pesarían, aproximadamente, 1.600 kilos. Una diferencia brutal que nos hace entender por qué la genética no es «A» o «B», y que el almacenamiento de información médica, el uso de los nuevos dispositivos móviles y la gestión del Big Data puede ayudar, y mucho, en el diagnóstico y tratamiento de enfermedades.
Porque si algo caracteriza a la investigación son tres palabras: «datos, datos y datos». Tal y como os comentábamos anteriormente, en la película Cortocircuito de los años ochenta, el robot número 5 no hacía más que repetir esa necesidad por acumular cada vez más información. Y en cierta manera, la investigación biomédica y la aplicación en la práctica clínica necesita de la acumulación de datos, con el objetivo de ser capaces de modelizar las condiciones patológicas o las hipotéticas aproximaciones terapéuticas.
Esto lo explicaba también Cedric Notredame en su charla, al contar una de las investigaciones de otra científica del CRG, que estudiaba los comportamientos adictivos en ratones. Para hacerlo, grababan a estos roedores en su rutina diaria normal y en la situación en la que se hacían adictos al chocolate, que puede ser comparado a la adicción que sufrimos los humanos a drogas como la heroína.
Si somos capaces de analizar con qué rapidez estos animales se hacen adictos, podríamos conseguir prevenir este tipo de situaciones. Y es que la generación de datos en biología se puede modelizar de una manera específica, siguiendo el conocido como modelo oculto de Márkov o HMM (por sus siglas del inglés, Hidden Markov Model). Precisamente este modelo estadístico es el que se utiliza hoy en día en el sistema de reconocimiento de voces de nuestros teléfonos.
Los científicos trabajan a diario por acumular más y más datos, como en los experimentos de los ratones, para así tratar de modelizar nuestras enfermedades, y ser capaces de llegar a tratamientos más adecuados. Una fuente importante de información para prevenir y corregir hábitos o problemas de salud es la que nos proporciona la existencia de los nuevos dispositivos móviles.
La aparición de las tablets y los smartphones puede ayudar a acumular una gran cantidad de información, que hasta ahora era impensable de obtener. A través de aplicaciones como la Sleep Monitor App, podemos conseguir datos sobre nuestras pautas de sueño y descanso. Otras opciones se basan, por ejemplo, en el Life Watch, que utiliza el sistema operativo Android para monitorizar nuestra salud (localización, movimientos, ritmos cardíacos o presión sanguínea).
Conseguir la máxima información posible puede ayudarnos, en el futuro, a mejorar nuestro estado de salud y alcanzar ritmos de vida saludables. Igual que en los experimentos con ratones y su adicción al chocolate, obtener la mayor cantidad de datos posible puede mejorar nuestra calidad de vida. Quizás sea un tanto utópico pensar en 2019 como año de la revolución médica móvil, pero sin duda, a corto plazo la existencia de estos dispositivos puede ayudar a gestionar información y tratarla de la manera más adecuada.
A pesar de ello, no debemos olvidar que, en este escenario, el respeto a la privacidad y los datos personales de las personas ha de ser una constante también en los nuevos desarrollos tecnológicos. Aunque en palabras de Paul Berger, en esta entrevista publicada en Gigaom, estos avances aún están ‘en pañales’, lo cierto es que la introducción de dispositivos móviles en el cuidado de nuestra salud plantean algunos interrogantes que no deberíamos dejar pasar de lado.
Cedric Notredame en su charla afirmaba que la seguridad al 100% no existía, pero lo cierto es que la gestión del Big Data relacionado con investigaciones de enfermedades y tratamientos terapéuticos ha de plantear cuidar al máximo la privacidad de los pacientes. En el futuro sabremos si estos retos han sido conseguidos, lo que conllevaría una mejora de nuestra salud, y quizás también de nuestros hábitos de vida.