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Réquiem por Vine

Vine cesa su actividad de forma definitiva, pero la creatividad que generó sigue más viva que nunca fuera de sus fronteras.

Vine, uno de los servicios más populares de los últimos años cierra hoy de manera definitiva lo que tan grande le hizo, su web y aplicaciones, aunque estas últimas se renombrarán como Vine Camera, una utilidad con la que la compañía quiere seguir siendo parte de las redes sociales, mediante vídeos compartidos y generados bajo su espíritu.

Vine ha sufrido lo mismo que parece que le acabará ocurriendo a Snapchat. La sombra de Zuckerberg es alargada y Facebook e Instagram se han convertido en trituradoras de nuevas ideas para redes sociales y tendencias en estas, no por su creatividad, ya que hace tiempo que no proponen funciones originales novedosas, sino por cómo copian descaradamente nuevas funciones. Si a Snapchat la erosionan las nuevas Stories de Instagram, lo que ha matado a Vine fue la introducción de vídeos en esa misma red.

Pero también Twitter, dueña de Vine, tiene culpa. Y es que, además de una brillante idea original, los servicios han de iterar, y en el caso de Vine tal avance no se ha producido, problema del que también adolece la propia empresa de Jack Dorsey. En una realidad tecnológica tan dinámica como la actual el estancamiento y la desidia pueden ser letales incluso para la idea más popular, pero por desgracia Vine tampoco llegó a ocupar ese lugar. Sin embargo es Facebook quien mejor ha demostrado aprender esa lección, desde Instagram hasta Facebook Live. Que no se escape nada de su alcance.

Pero hoy no decimos adiós a un servicio que agonizaba, no. Hoy tampoco decimos adiós a un nombre ahora irrelevante. Hoy decimos adiós a una idea que a su vez generó una de las mayores olas de creatividad que se recuerdan en la era de las redes sociales. Los creadores de Vine sólo dieron una herramienta que permitía hacer vídeos de 6 segundos como Twitter los 140 caracteres, y a partir de ahí en ingenio jugó su papel.

En lugar de aburridos clips como los que ahora poblan Instagram o Snapchat, en Vine se llegaron a contar historias con mucha profundidad, tal y como un corto bien producido es capaz de hacer frente a un largometraje de cine. Con el humor por bandera, comenzó el fenómeno Viner, y más allá de vídeos ocasionales, la red social acudió a una plaga y explosión de loops que atrajeron a más gente creativa.

Vine no supo hacer frente al vídeo en Instagram primero ni a los aumentos de tiempo posteriores, se convirtió en un nicho atrasado que no supo ver que lo que constituía era mejorable, y esa inacción jugó una mala pasada. Mucho tiene Twitter que aprender de la experiencia de Vine para no repetir errores con el timeline y Periscope. Lo bueno, por otra parte, de la experiencia Vine, es que demuestra que la creatividad se canaliza y trasnforma, como la energía. Otros canales como Facebook, Instagram o YouTube la acogen con los brazos abiertos.

 

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