Estos 15 millones de dólares forman parte de la inversión en baterías que el sector tecnológico está haciendo en un campo decisivo a futuro.
La marca de aspiradoras Dyson ha invertido 15 millones de dólares en Sakti3, una spin-off de la Universidad de Michigan que está desarrollando baterías de nueva generación. Se trata de tecnología en estado sólido en contraste con la que se utiliza hoy en día comercialmente, basada en materiales en estado líquido. Los avances de Sakti3 están orientados a doblar la capacidad de las baterías actuales de ion-litio, con lo que smartphones y coches eléctricos recibirían un importante impulso.
El de Dyson, una marca que se enorgullece de ofrecer productos que funcionan sin cables, no es el único respaldo que tiene Sakti3. La firma de capital riesgo Khosla Ventures, con amplias conexiones en el mundo de la tecnología, y General Motors también financian la investigación.
La inversión en baterías está creciendo en los últimos años debido a la importancia cada vez mayor que tiene la portabilidad, no solo para smartphones sino para dispositivos electrónicos en general. Buen ejemplo de ello es que el negocio de Dyson se encuentra principalmente en aparatos de uso para el hogar o la oficina. Aun así la compañía ha visto una oportunidad en los desarrollos de Sakti3, cuyo rendimiento es significativamente superior a lo conocido hasta ahora.
La tecnología consiste en electrodos de litio sólidos, en lugar de la típica combinación de líquidos. Este componente es el que almacena la energía y la libera cuando es necesario a través de reacciones químicas que generan electricidad. El litio en estado sólido de Sakti3 podría prácticamente doblar la cantidad de energía que almacena una batería. Según sus datos, el nuevo desarrollo acoge 1.000 Wh por litro, mientras que las mejores baterías de ion-litio actuales ofrecen 620 Wh por litro.
Una inversión en baterías para resolver problemas de futuro
El papel de Dyson al margen de la aportación económica, como el de otros inversores del proyecto, consistirá principalmente en dar escala al trabajo realizado y guiarlo hacia derroteros comerciales. La inversión en baterías se orienta a la resolución del problema que arrastran los dispositivos móviles en general, así como los coches eléctricos.
En los smartphones –el dispositivo donde mejor se aprecia la necesidad de nuevas baterías– un ciclo de carga apenas dura el día entero. La potencia y las funcionalidades de estos terminales han progresado a marchas forzadas en los últimos años, pero su capacidad energética no ha seguido el mismo ritmo. Desde que aparecieron a principios de los años 90, las baterías de ion-litio solo han mejorado los tiempos de carga y la vida útil.
De ahí que los smartphones necesiten un impulso energético, que también requieren categorías como los wearable, muy dependientes del cargador. Los coches eléctricos son el otro gran producto necesitado de baterías que rindan más. Si no han despegado todavía es precisamente porque su autonomía no soporta un viaje de 500 kilómetros sin recargar. Con el nuevo desarrollo los automóviles casi podrían alcanzar los 1.000 kilómetros de autonomía, una marca que pocos coches de gasolina alcanzan.
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