retos de los coches autonomos

4 retos de los coches autónomos: por qué aún son una realidad lejana

Los coches autónomos podrán estar preparados en varios años para tomar las calles, ¿pero hasta qué punto se normalizarán?

El camino de los coches autónomos es de largo recorrido y todavía queda un buen trecho hasta su normalización. Pese al entusiasmo que han despertado en los últimos años, la tecnología implica una serie de cambios importantes, tanto a nivel técnico como social, legislativo y de mentalidad. Por no hablar de la seguridad, uno de los factores que esgrimen con más determinación quienes abogan por la cautela en este tema, aun sabiendo que la mayoría de los accidentes de tráfico se atribuyen a fallos humanos.

Si bien hay motivos para pensar que los coches autopilotados están más cerca de lo que se podría pensar –así lo apuntan las previsiones de algunos fabricantes, que pretenden ofrecer sus primeros modelos en 2020, y lo demuestran las pruebas de los proyectos de investigación en marcha, como las realizadas por Mercedes– aún quedan grandes dificultades por solventar. En esta ocasión nos fijamos en cuatro retos de los coches autónomos determinantes para su normalización.

El alto coste de la tecnología

Es cierto que la tecnología para la conducción autónoma ya está en funcionamiento. Son varias las marcas que poseen – algunas de ellas lo han demostrado públicamente – prototipos capaces de circular sin intervención humana. Pero se trata de elementos técnicos muy complejos y costosos. Para hacerse una idea, el láser de 360 grados LIDAR, situado sobre el Google Car, cuesta de 80.000 dólares. Es el precio por tener las mejores imágenes en 3D del entorno que rodea al vehículo.

Si el dispositivo que utiliza Google valdría por sí solo más que un coche de alta gama, el coste se eleva cuando esta tecnología se rediseña y se adapta para integrarse dentro de una línea aerodinámica. Falta por ver con cuánta celeridad descenderá el precio de los sensores y el hardware para que los coches autónomos sean asequibles y rentables a la par. Aun así, Mercedes cobrará solamente un suplemento de 3.000 euros por un pack de conducción autónoma en sus modelos Clase S de 2014.

Modificar la legislación

En algunos estados de Estados Unidos, como Nevada, California y Florida, ya se han modificado las leyes para permitir las pruebas en carreteras de coches sin conductor. Este movimiento es sólo el principio de una serie de cambios que serán necesarios para blindar legalmente la circulación de este tipo de vehículos. Basados lo que dicte la nueva legislación, algunos negocios adyacentes a la automoción tendrán que ajustar su funcionamiento, como las aseguradoras.

Además, los tratados internacionales de tráfico más importantes, como son la Convención de Viena sobre la circulación en carretera y la Convención de Ginebra sobre circulación en carretera (origen del Permiso internacional para conducir), tendrían que modificarse, pues ambas ponen como condición imprescindible para la aplicación de sus textos que el conductor tenga control total del vehículo en cada momento.

Expectación ante la seguridad

La mayoría de los accidentes se producen por un fallo humano y este argumento ha dado pie a pensar que con los coches autónomos se reduciría el número de víctimas. Los sistemas automáticos están preparados para evitar los choques y lo estarán más en el futuro. Sin embargo, aquí también hay un pero. Y es que la primera generación de vehículos autopilotados necesitará la intervención del conductor en algunos momentos y si éste no toma el control en el instante preciso el peligro aumenta.

La relación con los humanos

Las personas no van a dejar de ir en los coches, no olvidemos su propósito original, y uno de los retos es que confíen en la conducción automática. ¿Hasta qué punto un conductor se podrá dejar llevar y desviar su atención de la carretera? Los vehículos sin conductor tardarán tiempo en ganarse la confianza de sus dueños y la tecnología aún tiene que mejorar para apuntalar sólidamente la seguridad y prevenir con gran antelación la necesidad de que un humano intervenga.

Imagen:  Paolo Rosa

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