El nuevo procesador cuántico de Google, Bristlebone, puede ser el primero en lograr la supremacía cuántica, un hito en la historia de la computación.
Hace tiempo que los ordenadores cuánticos dejaron de ser una utopía para convertirse en una realidad que, con unos pocos pasos más, puede competir, e incluso superar, el rendimiento de superordenadores convencionales. Es lo que Google pretende con su nuevo procesador cuántico Bristlecone. Tal y como la compañía recoge en su blog de investigación, con él quieren demostrar la «supremacía cuántica» en el futuro.
Ese hecho no es más que lo que hemos definido al comienzo, con la peculiaridad de que no se trata de superar el rendimiento en cualquier situación, sino en un problema determinado. ¿Por qué un ordenador cuántico en lugar de uno convencional? La teoría dice que no es sólo una cuestión de ideas o de superar la tradición, sino que lograr los resultados de supercomputadores requiere menos recursos energéticos, es decir, que se logra lo mismo (y próximamente más) con mayor eficiencia.
Además, según afirman en MIT Technology Review, los ordenadores cuánticos podrían llegar a realizar cálculos imposibles para los superordenadores convencionales. No es cosa menor, pues podría llevar a descubrir nuevos materiales, a mejorar la seguridad y el cifrado que actualmente empleamos y a, por ejemplo, mejorar los algoritmos y las redes neuronales que actualmente ya estamos empleando en lo que consideramos inteligencia artificial.
Hasta ahora, ninguna otra propuesta podía compararse con la de IBM, líder absoluto en el sector, pero Google afirma que con Bristlecone podrían ser los primeros en conseguir 49 qubits. El problema de los procesadores cuánticos es que es común que fallen, con lo que hay que considerar las tasas de error. Hasta ahora, Google había conseguido una tasa de error del 0,6% con dos puertas de qubit. Para lograr la supremacía cuántica, afirman tener que conseguir esos 49 qubits con una tasa de error del 0,5% y dos puertas de qubit.
Conseguir esas cifras requiere un gran control sobre factores como la electrónica o el procesador. Además, no se consigue en el primer intento, sino que se precisa de varios intentos o iteraciones. Una vez se consiga la supremacía cuántica, entraremos en la interesante fase de la escalabilidad.