IBM va a presentar el ordenador más pequeño del mundo, un hito con el que, pese a su poca potencia, se puede hacer de todo. Incluso puede servir como fuente de datos para usos en blockchain.
La miniaturización no tiene freno. Un caso paradigmático en la industria es la Raspberry Pi. Si venimos de donde venimos, los ordenadores de los años 70 que ocupaban la planta de un edificio, el resultado siempre sorprende. En los últimos años, la telefonía móvil también ha vivido una etapa sin parangón, logrando de minísculos chips del tamaño de una moneda de dos céntimos un rendimiento que rivaliza con el de algunos ordenadores. Ahora, IBM le da una vuelta más al concepto con un ordenador que ocupa lo mismo que un grano de sal.
Hoy da comienzo el IBM Think 2018, el evento anual de la compañía, y en él los estadounidenses presentarán el ordenador más pequeño del mundo, que, como se muestra en una imagen, tiene el tamaño de un grano de sal gorda.
Eso hace que a nivel de potencia tampoco podamos esperar ningún milagro, pues, según Mashable, tiene la potencia de un chip x86 de 1990, algo ridículo bajo los estándares actuales. Además, frente a miles de millones de transistores de los chips actuales, el de IBM «sólo» contará con unos pocos cientos de miles.
Sin embargo, como también se ve en las fotografías, la ventaja de éste, el ordenador más pequeño, es que es escalable, es decir, que se puede unir a otras placas base para ganar potencia. Su coste, de menos de dos céntimos en producción, es el otro gran atractivo, pero sus usos tampoco se quedán atrás. Según las informaciones publicadas, puede ser una herramienta de monitorización, análisis, comunicación e incluso tratado de datos.
Lo más curioso es que, pese a su tamaño, puede servir como fuente de datos para usos en blockchain. Ahí puede ayudar el seguimiento de artículos enviados, detectar robo, fraude e incluso realizar tareas sencillas de inteligencia artificial. Cómo no, no podían dejar de lado el término de moda.
Según IBM, esto es sólo el principio, y, en los próximos años, veremos muchas soluciones similares integradas en dispositivos y objetos cotidianos. Un Internet de las Cosas a escala ínfima para todar de «inteligencia» a todo suena bien, pero el reto energético seguirá siendo complejo. De momento, se trata de un prototipo sin fecha de salida.