Robert Nelson, científico del *Planetary Science Institute* de Pasadena, ha propuesto en una conferencia celebrada en abril pulverizar y espolvorear sal en la atmósfera para reducir la temperatura del planeta. Sin embargo, tal como explica el científico, esta solución no sustituye la acción para frenar las emisiones de carbono. “Esta sería una solución paliativa, no una solución a largo plazo”.
El año 2016 fue un año de récords. Aparte de los conseguidos en las Olimpiadas de Río de Janeiro, fue el año con más emisiones de gases de efecto invernadero y con mayor incremento global de las temperaturas –1,1ºC más– de la historia.
El efecto invernadero y el cambio climático que comporta se han convertido en unas de las mayores preocupaciones a nivel global. Y aunque a priori pueda parecer idílico tener en toda España temperaturas suaves como en las Islas Canarias, los efectos del cambio climático son mucho más terribles: subida del nivel del mar, sequías, fenómenos meteorológicos extremos, deshielo de glaciares…
La solución a este problema parece bastante obvia. En primer lugar, ciudadanos y empresas tenemos que ser más responsables a la hora de consumir energía. Por otro lado, nuestros políticos tienen que apostar por energías renovables y castigar de forma severa a quien contamine deliberadamente. Ya que, si seguimos como hasta ahora, se calcula que para finales de este siglo la temperatura global se eleve 4,8ºC.
La comunidad científica lleva más de 25 años advirtiendo de los peligros y las consecuencias del cambio climático. Ante nuestra pasividad, ésta hace lo posible para acudir en nuestro rescate. Robert Nelson, científico senior del Planetary Science Institute de Pasadena (California), durante la Conferencia de Ciencia Lunar y Planetaria del pasado mes de abril, ha propuesto utilizar la sal de mesa como arma para luchar contra el cambio climático.
Nelson cree que pulverizando y espolvoreando la sal en la troposfera superior, ésta sería capaz de reflejar los rayos del Sol y de reducir la temperatura del planeta. Además, el científico estadounidense piensa que la sal no bloquearía el calor infrarrojo liberado por la Tierra, lo cual aumentaría su capacidad de enfriamiento. También insiste en que esta solución no puede sustituir las acciones orientadas a frenar las emisiones de carbono. “Esta es una solución paliativa, no una solución a largo plazo”.
Luces y sombras de esta alternativa
La propuesta de Robert Nelson forma parte de la geoingeniería, una técnica que altera las condiciones climáticas y meteorológicas para intentar paliar los efectos del cambio climático. Los científicos llevan varios años proponiendo acciones similares a la de Nelson, como inyectar partículas microscópicas, llamadas aerosoles, en la troposfera. La parte negativa de ello es que estas partículas, similares a las expulsadas por los volcanes en erupción, también pueden ser perjudiciales para la Tierra. Por ejemplo, el dióxido de azufre puede consumir la capa de ozono o causar lluvia ácida.
La sal también podría tener consecuencias negativas. Hace seis años, Matthew Watson, vulcanólogo de la Universidad de Bristol en Reino Unido, inició un proyecto en el que se consideró espolvorear sal en la estratosfera. Finalmente, esta propuesta se descartó, ya que, al contener cloro, la sal puede contribuir a destruir la capa de ozono. Sin embargo, Nelson cree que esto no supone un problema si, como quiere hacer, ésta se espolvorea en la troposfera superior. Por encima de las nubes –evitando que se destruyan- y por debajo de la estratosfera –lejos del ozono-.
Como dice el refrán, no es más limpio el que más limpia, sino el que menos ensucia. Y a ello deberíamos tender con nuestra actividad en la Tierra, a intentar reducir al mínimo nuestra contaminación en lugar de pensar cómo limpiarla. Ya tenemos la tecnología y el ingenio para ello.