Un grupo de científicos australianos ha descubierto discos de acreción ondulantes, un *rara avis* dentro de los fenómenos estelares.
La Tierra es un planeta muy rico en fenómenos naturales. Desde el mero hecho de observar una cascada, hasta la violencia intrínseca de los huracanes. Todos estos elementos conforman una realidad global en la que muchas veces los seres humanos, es decir, los seres más inteligentes del planeta, quedan relegados a un segundo plano ante las intempestivas reacciones del mismo.
Al igual que en la Tierra, en el universo también suceden fenómenos naturales dispares. Además, al ser un terreno tan amplio, evidentemente, dichos fenómenos crecen a un nivel exponencial. De ahí la majestuosidad interestelar. Un cúmulo de efectos propios del cosmos que se generan de manera orgánica desde los albores del espacio.
Discos de acreción en modo aspersor
Recientemente, un grupo de científicos de la Universidad de Curtin en Australia, junto con el Centro de Investigación de Radio Astronomía (ICRAR), ha publicado en la revista Nature un estudio acerca de uno de los fenómenos más insólitos vistos hasta la fecha en materia espacial.
Dicho fenómeno tiene su razón de ser en lo siguiente: como es sabido, los agujeros negros tienen la capacidad de arrastrar y engullir todo tipo de materia. Desde asteroides, estrellas y planetas, hasta nubes de gas próximas. Todos estos objetos estelares, al ser tragados por el agujero, suelen generar los discos de acreción (anillos de gas caliente y magnetizado que giran rápidamente, y que emiten dos potentes chorros de radiación y partículas a la velocidad de la luz).
Generalmente, estos discos de acreción son surtidores rectos que son vistos desde cualquier punto del universo como la luz de los faros. Una manera gráfica de observar dónde se encuentran los agujeros negros. Pero los estudiados por estos científicos australianos son distintos.
Se encuentran en el agujero negro V404 Cygni, que está a 8.000 años luz de distancia de la Tierra. Y sus discos de acreción son ondulantes, debido a que la cabecera de dicho disco rueda como una peonza.
De manera que se ha convertido en una especie de aspersor cósmico. Erigiéndose así como un rara avis dentro de la fenomenología estelar, lo que ha propiciado la sorpresa de la comunidad científica.