El doctor en física Fernando Corbató fue el hombre que inventó una de las fórmulas más sencillas, pero más útiles, de la computación: la contraseña.
El mundo de hoy no se podría entender sin contraseñas. En Internet, estas claves están por todas partes. Cada vez que entras en un servicio personalizado necesitas introducir un nombre de usuario y un código que verifique tu identidad. Es una medida de seguridad y también de orden.
El concepto de contraseña viene de antaño. Siempre ha resultado útil tener un código secreto para comprobar la pertenencia a un grupo. Pero en los años 50 esto no era algo que se estilara en el mundo donde vivía inmerso el doctor Fernando Corbató. Este físico pasaba sus horas entre máquinas calculadoras. Eran algunos de los primeros ordenadores del momento, que a Corbató parecían interesarle más que los propios cálculos que realizaban, destinados a investigaciones en física.
En aquellos años las máquinas aún ocupaban habitaciones enteras y solo podían emplearse para una única tarea. Hasta que no terminaban con esa no podían pasar a la siguiente. Corbató decidió solventar esta limitación. Para ello desarrolló un sistema operativo para ordenadores llamado Compatible Time-Sharing System (CTSS).
De esta forma, la capacidad de procesamiento de una computadora se dividía en pequeñas porciones. Así, varias personas podían utilizar la máquina a la vez para hacer diferentes cálculos. Aquello fue el principio.
Fernando Corbató nació en California en 1926. Era hijo de un profesor de literatura española de la localidad valenciana de Villarreal, emigrado a Estados Unidos para dar clase en la universidad. Se licenció en el Instituto de Tecnología de California, pero hizo su doctorado y desarrolló su carrera profesional en el MIT.
Las contraseñas, una solución necesaria
En el MIT había mucha gente trabajando en investigación. Muchos que coqueteaban con la potencia de cálculo de los computadores, máquinas que no existían solo unos años atrás. Era necesario adecuar a estos monstruos electro-mecánicos para que pudieran utilizarse por varias personas.
A Corbató se le ocurrió utilizar contraseñas en su sistema CTSS para que las diferentes personas que compartieran el uso de una computadora pudieran tener su propia información privada. De esta forma los archivos y programas de un usuario permanecían escondidos para los demás.
Una medida sencilla pero sin la cual no se podría entender el mundo digital de hoy. Cada servicio de Internet con cierto grado de personalización requiere una contraseña, incluso los ordenadores requieren contraseñas y los smartphones o las tabletas, ya sea como patrón, PIN o como biometría.
La era digital se sustenta en contraseñas. Tanto es así que nos esforzamos en crearlas más seguras, tanto que a veces ni las recordamos. Y son tantas las que tenemos que muchas veces las confundimos. Tantas veces las confundimos o las olvidamos que han surgido gestores de contraseñas, exclusivamente para facilitarnos el acceso a servicios que no funcionan si no escribimos la contraseña correcta.
Por su trabajo, Corbató recibió en 1990 el AM Turing Award , una de las más altas consideraciones destinada a los científicos de la computación. Falleció el 12 de julio de 2019 a los 93 años de edad.