No podemos obviar que la tecnología ha llegado a nuestras vidas para facilitarnos nuestro día a día. En cambio, cada vez más a menudo, comenzamos a vernos ante una tesitura donde dejamos de hacer una tarea «humana» para sustituirla por un acto digital.
La sociedad de la instantaneidad en la que vivimos y en la que estamos creciendo está propiciando que dejamos de lado actos humanos que implican «demasiado tiempo». La llegada de la pandemia ha dado lugar a que esta situación se desarrolle con bastante más rapidez, convirtiendo las pantallas en nuestros grandes aliados, sobre todo, en el ámbito laboral.
Ahora, nos hemos visto en la obligación de prescindir de momentos junto con nuestros compañeros en la oficina y sustituirlos por una breve conversación o videollamada. Charlas, bajo mi punto de vista, frías, ya que en ocasiones no ves la cara de la persona con la que hablas. Según Sherry Turkle, profesora del MIT y escritora, «una interacción a través de Zoom puede ser de calidad, pero tiene límites. Como que el espacio cerrado de una videollamada bloquee mucha información, que de otro modo obtendríamos de manera natural».
De la noche a la mañana se nos ha arrebatado nuestra capacidad de socializar. ¿Cuántos trabajadores hemos comenzado un nuevo trabajo y hemos tenido que adaptarnos a la situación e intentar darnos a conocer a través de una pantalla? Muchos. El teletrabajo nos ha traído diversas ventajas, como un ahorro de tiempo o de dinero, pero también ha traído consigo un incremento de la soledad o del síndrome burnout.
¿Cómo sabemos cuándo tenemos que desconectar de nuestras tareas? ¿Cómo podemos dejar de sentirnos «solos» en nuestro día a día cuando teletrabajamos? ¿Esta situación ha llegado para quedarse o es algo temporal? ¿Ha sido necesario tomar distancia de lo que teníamos para ser capaces de valorarlo?
Y llegó el teletrabajo a nuestras vidas…
Según un estudio de Randstad sobre la evolución del trabajo en remoto, durante el segundo trimestre de 2020 había 3,01 millones de personas teletrabajando de manera habitual en España. Esta cifra se vio reducida a 1.923.800 ocupados que trabajan de manera remota durante el último trimestre del año pasado. Es decir, la cifra de personas que teletrabajaban desde sus hogares a finales del 2020 descendió un 36,2%.
A pesar de estas reveladoras cifras, el número de trabajadores en remoto es bastante alto si lo comparamos con datos de 2019, cuando solo el 4,8% de los españoles utilizaban esta fórmula. Sin lugar a duda, la COVID-19 ha supuesto un empujón a esta modalidad laboral que antes solo disfrutaban unos pocos «afortunados».
Aunque no es lo mismo trabajar desde casa sabiendo que puedes ir a la oficina cualquier día, que hacerlo con el conocimiento de que no acudes porque estamos atravesando por una crisis sanitaria.
Cierta parte de la población ha ansiado poder trabajar desde sus hogares durante bastante tiempo, sin embargo, entonces no éramos conscientes de que al hacerlo perdíamos una parte fundamental para las personas: socializar. Lars Stalling, que forma parte del equipo Core Innovation Telefónica, cuenta a Think Big que «el teletrabajo se va a quedar, pero tendremos que vivir diferentes soluciones improvisadas para poder alcanzar un concepto de trabajo en remoto que funcione a largo plazo«.
No podemos obviar que esta modalidad no presencial es un avance, ya que varios países de la Unión Europea apostaban por él antes de la llegada de la pandemia, como Países Bajos (14%), Finlandia (13,03%) o Luxemburgo (11%), según datos del Instituto Nacional de Estadística (INE). Lo que sí es cierto es que la gran mayoría no estábamos preparados para ello, ni contábamos con las herramientas necesarias, ni estábamos preparados mentalmente.
y con él, el síndrome del burn out
A lo largo del primer confinamiento, el más duro, esta modalidad puso a relucir las existentes desigualdades, ya que no todo el mundo tiene acceso a Internet desde sus hogares o cuenta con dispositivos con los que poder llevar a cabo el trabajo del día. Lógicamente, estas desigualdades pasan a un segundo o tercer plano cuando hablamos de otras que se están viviendo estos meses, pero esto es otro tema.
Posiblemente, si preguntásemos a alguien cuál es uno de los mayores inconvenientes del teletrabajo nos diría «no poder desconectar». Esta situación está dando lugar a que seamos más proclives de sufrir el síndrome de burnout o trabajador quemado.
Desde hace un tiempo vivimos en una sociedad en la que estamos en continua conexión con lo digital, también conocido como «always on«. Esto provoca que los trabajadores no seamos capaces de desconectar, ya que la línea que dividía el trabajo de nuestro tiempo libre está difuminada. Todo ello, junto la falta de contacto con los compañeros e incluso la intrusión del ámbito laboral en nuestra vida privada con las videollamadas, da lugar a que nos sintamos, en ocasiones, estresados y agotados.
«Hay que diseñar ambientes digitales más humanos para que faciliten las interacciones más allá de los funcional y transmitan las expresiones humanas en todas sus facetas», comenta Lars Stalling. Que no estábamos preparados para una situación de estas características es algo obvio, pero esta modalidad se va a quedar a convivir con nosotros y el tiempo hará que nos adaptemos mejor a ella. En cambio, no todo depende del trabajador, quizás, es necesario que las empresas ofrezcan formación en soft skills para poder adaptarnos a un futuro de trabajo en remoto.
La RV y la RA al servicio del trabajo en remoto
El teletrabajo es solo un ejemplo más de nuestra adaptación al entorno y no podemos obviar todas las ventajas que trae consigo (no todo iba a ser negativo). Como el ahorro en transporte y, por ende, menos contaminación, mayor flexibilidad o autorresponsabilidad. La clave reside en encontrar un punto intermedio donde lo presencial y lo online puedan funcionar a la vez. Para Lucia Komljen, Socio-Cultural Research at Telefónica Innovation, «quizás la cuestión debería ser cómo equilibrar lo real de lo virtual«, menciona a Think Big.
A lo largo del artículo hemos mencionado el término «soledad». Esta solo es una de las consecuencias que se han agravado con la llegada de la COVID-19, pero que ya convivía entre nosotros antes. Una vez más, la tecnología está al servicio de la sociedad, ofreciéndonos maneras de poder sentirnos más cerca de la gente: «mediante un audio ambiental o realidad aumentada (RA) o virtual (RV) que nos ofrece una flexibilidad infinita», cuenta Lars Stalling. Pero no solo eso, también, existen diferentes programas que nos ayudan a humanizar el teletrabajo, como Mural, Virbola, Soul Machines, etc.
Sin lugar duda, estas son las tecnologías del futuro que cada vez estarán más presentes en nuestra vida, ofreciéndonos la posibilidad de simular lugares físicos de trabajo. Si son capaces de sumergirnos en la Segovia de los Reyes Católicos, imagínate de lo que serán capaces cuando nos referimos al trabajo en remoto: las reuniones a distancia podrán ser más dinámicas y «reales» y podremos introducirnos en nuestras oficinas, pudiendo interaccionar con nuestros compañeros de una manera mucho «más cercana».
Andrew Bosworth, vicepresidente de RV y RA de Facebook, compartía un vídeo con sus seguidores en Twitter donde nos mostraba un experimento de teletrabajo con realidad mixta (RM). Según explica en el tuit, lo han hecho posible gracias a tecnologías como Passthrough, permitiendo que los trabajadores alternen «el mundo real y el virtual».
Otro aspecto clave «es el creciente uso de los dispositivos y tecnologías de IoT (Internet de las Cosas, en español) que, probablemente, sea masivo en el futuro», explica Diego Perino, director de Telefónica Research, a Think Big. En este sentido, están trabajando en comprender «cómo el uso masivo de esta tecnología cambiará la red, los servicios de Telefónica y de las TIC, en general«, continua.
Una apuesta por el reskilling de los trabajadores
El mayor reto al que nos enfrentamos con el teletrabajo es lograr relaciones e interacciones más humanas vía online. Claramente, no será como sentarnos al lado de nuestro compañero y escuchar el bullicio del día a día en la oficina, pero sí que podremos sumergirnos en una realidad parecida a ella.
El teletrabajo es el futuro de la sociedad y la COVID-19 solo ha acelerado su aplicación. Nos encontramos ante su primer año de vida, doce meses que no han sido nada fáciles ni para las personas ni para las compañías. De manera que, según vayan avanzando los meses contaremos con más y mejores tecnologías con las que poder desarrollar el trabajo en remoto desde nuestros hogares. Esta modalidad trae más ventajas que inconvenientes y con el impulso y el apoyo de la tecnología, esas desventajas no tardarán en convertirse en beneficios.
Aunque aquí no solo es clave la labor de las empresas y de la tecnología, sino también, la de las personas. Las compañías deberían reeducar a sus trabajadores y ofrecerlos las habilidades necesarias para poder desarrollarse de manera adecuada en un mundo donde las tecnologías van adquiriendo una mayor importancia. Hemos sido conscientes de que cuando algo llega de repente, la mayoría de la población, no somos capaces de asimilar los acontecimientos por falta de desarrollo de la inteligencia emocional o resiliencia. Pero si ya hemos vivido una situación de estas características, deberíamos ser responsables y formarnos para poder estar preparados para todo lo que traiga consigo el futuro.
Quizás nos dirigimos hacia una modalidad de trabajo semipresencial, donde podamos exprimir los beneficios de la esfera digital y de la presencial. «Hay que dar un mayor énfasis a los encuentros humanos, no solo mediante herramientas digitales, también, en lo físico», menciona Lars Stalling. Ambos mundos tienen diversas ventajas, pero las conexiones que sentimos cuando interaccionamos con personas «cara a cara» es algo que lo online nunca nos podrá ofrecer. Es la parte que nos hace únicos y, por ello, tenemos que trabajar por no perderla, porque si perdemos lo que nos hace humanos, ¿qué nos quedará?
De ahí, la importancia de crear conciencia acerca de los peligros a los que estamos expuestos con las tecnologías y las consecuencias que tienen en nuestras vidas la continua exposición en la red. Porque como dice María Zabala, periodista y experta en educación digital, «no es la tecla, es la persona«.
Imagen de cabecera por Niko Gómez.