Imagina que has quedado con tus amigos para planear tus vacaciones de verano. Tenéis en mente dos opciones, pero no os ponéis de acuerdo. De manera que decidís hacer uso de la realidad virtual (RV) y sumergiros en la isla volcánica de Santorini (Grecia) y perderos por las auras boreales de Reikiavik (Islandia) con el objetivo de decidir vuestro destino a partir de esa inmersión. Esto es un ejemplo de lo que nos espera en un futuro, donde seremos capaces de sumergirnos en un turismo virtual que sea casi tan real como el presencial.
Gracias a tecnologías como la realidad extendida (RE), compuesta por la realidad virtual, realidad aumentada (RA) y realidad mixta (RM), nos dirigimos hacia una sociedad donde la inmersión formará parte de nuestro día a día. De hecho, ya lo hace, ¿alguna vez has jugado a Pokémon Go? Este videojuego es un ejemplo claro de realidad aumentada, así como lo son también algunos filtros de Instagram.
Todas ellas se caracterizan por sumergir al usuario en un entorno online que tiene el poder de engañar a nuestro cerebro para que piense que lo que tiene delante de sus ojos es real, cuando se trata de una experiencia virtual.
Estas realidades se sitúan como una tecnología clave para el futuro de la sociedad. Según un informe de PwC, muchos empleos se verán positivamente afectados por ellas, además de ser esenciales para el desarrollo de tratamientos de enfermedades, formar mejor a los profesionales o mejorar la experiencia de los consumidores, entre otras ventajas.
Sin embargo, como hemos ido comentando en anteriores artículos, cuando no sabemos dónde situar la barrera para establecer el límite del consumo podemos encontrarnos ante una sobrecarga de contenidos. La diferencia entre la realidad extendida y el resto de aplicaciones reside en que cuando hablamos de un exceso en un «mundo paralelo», este puede conllevar un aislamiento.
Lucia Komljen, Socio-Cultural Research at Telefónica Innovation, comenta a Think Big que estos mundos virtuales «encierran la promesa de redefinirnos a nosotros mismos, viviendo experiencias en mundos que podrían ser más atractivos que al que nos enfrentamos«. En este sentido, ¿cuáles son los riesgos de esta inmersión en nuestras vidas? ¿Y las ventajas? ¿Cómo podemos ser capaces de trazar una línea para diferenciar el mundo real del virtual?
En qué se diferencian la RV, RA, RM y RE
Antes de entrar en materia es importante que entendamos cuál es la diferencia entre estos entornos. Por un lado, la realidad virtual es aquella que nos sumerge en un mundo paralelo al real, utilizando cascos o gafas que adentran al usuario en la simulación. Mientras que la realidad aumentada introduce componentes virtuales en nuestro mundo físico. Por otro lado, la realidad mixta se trata de la combinación de las dos anteriores, suponiendo una fusión entre la esfera real y la digital. Aquí, es común el uso de cascos de RM que nos ofrecen una inmersión sin perder conciencia de nuestro entorno real. Por ende, la realidad extendida es un concepto que aglutina las anteriores realidades.
Una vez tenemos claro qué son y para qué sirven cada una de estas realidades, podemos comenzar a hablar de las ventajas de su uso para la sociedad, así como de sus riesgos.
Hacia una sociedad más empática con la RV
Esta tecnología no solo es beneficiosa para el tratamiento de enfermedades, sino también, «para generar empatía y experimentar una situación desde el punto de vista de otros», explica Lars Stalling, que forma parte del equipo Core Innovation Telefónica, a Think Big.
El proyecto de realidad virtual, Dementia First Hand, surge para crear conciencia en torno al Alzheimer, permitiéndonos ponernos en la piel de las personas que padecen la enfermedad. Esta inmersión es denominada como virtual embodiment.
Algo similar hicieron hace cinco años desde el Comité Español de ACNUR con la campaña ‘Ahora puedes verlo‘. El objetivo de esta es acercarnos a la vida real de millones de refugiados sirios a través de unas gafas de RV. Quizás, visto así puede llegar a parecernos una método frío y superficial, sin embargo, cuando comienzas a ver el vídeo te das cuenta de que esta impresión es errónea.
Todo el mundo es consciente de la cantidad de personas refugiadas que hay en pleno 2021, pero en pocas ocasiones hemos tenido la oportunidad de ponernos en su lugar y conectar emocionalmente con la dramática realidad que viven. Obviamente, nunca podremos imaginarnos qué es lo que sienten, pero esta tecnología sí nos puede ayudar a movilizarnos y a explicar esta situación en las escuelas, por ejemplo.
El motor del cambio y del futuro son las nuevas generaciones, ¿te imaginas cómo puede influir en sus mentes sumergirse en el año 2040 y ver las consecuencias de nuestros actos si seguimos maltratando el planeta? La realidad extendida es una tecnología que tiene la capacidad de ayudarnos a reflexionar sobre ciertas situaciones. Cuando te pones unas gafas de RV, te olvidas de que estás en un entorno virtual y todo lo que pasa por delante de tus ojos lo vives como si fuera real.
Roger Ebert, crítico de cine, en 1992 dijo que la RV es «similar a una máquina que genera empatía«. Veintitrés años después, 2015, el cineasta y artista inmersivo, Chris Milk, impactó a los asistentes de Davos con la RV, mostrándoles la vida de una niña siria en primera persona. Milk se refiere a esta tecnología como «el último medio«, ya que con el uso de la realidad virtual nuestra conciencia es el propio medio.
De manera que son diversas las aplicaciones de la realidad extendida en la sociedad, ya no solo para concienciarnos sobre problemáticas, sino también, para vender mejor algunos productos. Este es el caso de la marca de galletas Oreo que, en 2016, realizó una campaña de marketing para transportar a los usuarios a la «tierra mágica de los ríos de leche y galletas Oreo». La inmersión es beneficiosa cuando sabemos dónde está el límite y cuando tenemos claro el porqué de su uso.
Más conectados a la red y menos conectados con la vida real
Cuando optamos por utilizar la realidad extendida para alejarnos de nuestra realidad es cuando comenzamos a adentrarnos en los riesgos que conlleva esa inmersión. Esto, en ocasiones, puede derivar en «la desaparición de realidades compartidas y relaciones reales, a cambio de otras más fáciles«, comenta Lucia Komljen.
En el libro Alone together, de Sherry Turkle, habla acerca de las relaciones humanas actuales. Cada vez estamos menos conectados a nuestros amigos y más conectados con nuestra vida en las redes sociales, por ejemplo. Sí es cierto que esta vida virtual nos ha ayudado a salir a flote durante la pandemia, donde la pantalla se ha convertido en nuestro mejor aliado. Pero por esta razón, porque hemos estado meses sin vernos y seguimos sin poder abrazarnos como nos gustaría, tenemos que valorar más el contacto «cara a cara».
Dice Turkle que los jóvenes preferimos las relaciones simuladas antes que las reales, porque estas son más complicadas y una fuente de estrés. ¿Realmente queremos pasar de puntillas por la vida o queremos vivirla? Probablemente, sea más cómodo vivir a través de relaciones online, no tiene nada de malo siempre que sepamos que no es saludable y dónde está el límite, antes que vivir relaciones reales. Pero la vida es sentir emociones, desde las buenas hasta las no tan buenas. La realidad extendida nos permite sumergirnos en entornos que desconocemos, pero esa no es nuestra vida. Nuestra vida es lo que tenemos ante nosotros cuando nos quitamos las gafas o los cascos de realidad extendida.
Los estudios indican que los jóvenes se sienten más solos que generaciones anteriores, aumentando así la tasa de depresión. Según la encuesta realizada por You Gov a 1.254 jóvenes estadounidenses en 2019, revela que el 22% de las personas encuestadas entre 23 y 38 años no tienen ni un solo amigo; tres de cada diez confiesan no tener mejores amigos y uno de cada cuatro no tiene con quién hacer planes.
Ojalá, el haber estado meses sin contacto cara a cara con otras personas nos haga ser conscientes «de la riqueza que hemos perdido cuando la única opción es la pantalla», resalta Lars Stalling. Dentro de un tiempo podremos volver a abrazar y sentirnos queridos y esto es algo que la realidad extendida no nos puede ofrecer.
El futuro de las relaciones humanas depende de nosotros
Con el objetivo de huir de situaciones de aislamiento, Lars Stalling sugiere la importancia de que «la tecnología no sea siempre «always-on», sino que haya pausas para reconectar con la realidad». Pero, ¿en qué momento hemos llegado al punto de tener que «reconectar con la realidad«? ¿No debería ser al revés? Es decir, no tener tiempo para el mundo virtual. En algunos casos, sentimos una mayor ansiedad por tener cinco conversaciones de WhatsApp sin responder que por no haber visto a una persona importante para nosotros desde hace un tiempo.
Por todo ello, las tecnologías basadas en realidad externa «tendrían que abordar la tensión inmersión vs. aislamiento», declara Diego Perino, director de Telefónica Research, a Think Big. Desde el equipo de Telefónica Research se está trabajando en abordar la RE desde la calidad de la experiencia (QoE, siglas en inglés de Quality of experience) para el usuario final. Cuando hablamos de QoE nos referimos a una medida del placer o molestia de las experiencias de un cliente con un servicio.
Cuenta Perino que está es una métrica crítica en torno a la cual se ha realizado una cantidad significativa de trabajo en el mundo de los contenidos webs o los servicios de transmisión, pero «es un problema que no está completamente resuelto», explica. La clave reside en «definir y medir la QoE» para garantizar una mejor experiencia para el usuario final, siendo posible que «la experiencia en RE sea menos aislada«, sostiene.
Ya hemos sido testigos de las consecuencias de la inmersión en redes sociales cuando el pasado mes de enero un grupo de personas asaltaron el Capitolio de los Estados Unidos. Pero no solo aquí, en nuestro día a día, ¿cuánto tiempo pasas delante del móvil? ¿Alguna vez has empezado viendo un vídeo en YouTube y has acabado visualizando veinte? Algunas tecnologías están diseñadas para crearnos adicción, pero siendo nosotros conscientes de ello, ¿no deberíamos ser capaces de poner un límite?
Los investigadores, ingenieros, expertos, etc., nos pueden ayudar a poner barreras en el uso de estas tecnologías, pero de poco sirve si nosotros no ponemos de nuestra parte. Imagínate este caso en RV: España en 2035, un mundo donde las personas nos hemos convertido en una sociedad de Hikikomoris, personas que rechazan cualquier tipo de relación física, y nuestro mundo gira alrededor de Internet. Hemos dejado de lado las emociones y las relaciones por el estrés y el esfuerzo que conllevan y vivimos aislados y sumergidos en un yo y mi mejor amigo, Google. ¿Realmente queremos ese futuro?
Imagen de cabecera por Niko Gómez; producción del vídeo «Inmersión vs. aislamiento» por Raquel Navarrete.