A Tim Berners-Lee se le conoce por ser el padre de Internet. No deja de ser cierto, pero hay que especificar que su gran labor consistió en crear el protocolo HTTP y, en el tema que nos ocupa, la Web, conocida como World Wide Web o WWW. Aunque Internet es mucho más que la Web, ésta es uno de sus pilares. Tal es su importancia que hace tiempo se viene hablando de su evolución a Web3. Lo que significa que ya existe una Web2 o Web 2.0 y que, al principio, hubo una Web o Web1.
¿Qué diferencia estas tres etapas de la Web? ¿Tan prometedora es la Web3 tal y como apuntan sus defensores? ¿No es suficiente con la Web2 o Web 2.0 con la que interaccionamos en la actualidad? Estas y otras preguntas podemos responderlas haciendo un breve repaso al pasado, presente y futuro de la World Wide Web. Una manera de saber de dónde venimos y hacia dónde vamos con una tecnología que utilizamos prácticamente a diario o incluso varias veces al día.
Como introducción, conviene recordar que la Web o World Wide Web nace en 1989 gracias al inglés Tim Berners-Lee. Para ello se utilizó un ordenador NeXT. Como curiosidad, la empresa NeXT fue creada por Steve Jobs en 1985 tras su salida de Apple. En 1996 volvería a Apple, fusionaría Apple con NeXT. Volviendo al tema que nos ocupa, el nacimiento de la Web se produjo en Suiza, en las instalaciones del CERN, popular por albergar el LHC o gran colisionador de hadrones.
La primera Web
Aunque las fechas exactas pueden variar, hay cierto consenso en afirmar que la primera Web, la propuesta por Tim Berners-Lee, existió entre 1989 y 2001. Se la llama web estática y destaca por limitarse a ofrecer contenido escrito, y alguna que otra imagen. La interacción era muy limitada. Como mucho, un formulario o una dirección de correo electrónico. El lenguaje de programación para crear la primera Web fue HTML. Y en su primera versión, daba para lo que daba.
A destacar la introducción del hiperenlace. Hoy nos parece algo normal pulsar en una palabra, frase, objeto o botón y que se abra una ventana o página. Pero en su día fue toda una revolución. En vez de consultar un documento página a página (1, 2, 3, 4, 5…) podías saltar de la 1 a la 4 según tu interés en ese contenido. Es decir, el orden para consumir un texto o un artículo cambiaba por completo.
En esta época surgen las primeras empresas de Internet, llamadas “puntocom” porque sus direcciones usaban ese dominio. Algunas siguen entre nosotros, pero la mayoría son ya algo del pasado. Entre 1995 y 2001, estas fueron las páginas más visitadas en todo el mundo, especialmente en Estados Unidos: Webcrawler, Geocities, Netscape, Yahoo, AOL, Lycos, Excite, MSN, eBay, Google… Algunos nombres te sonarán porque siguen ahí. Otros se fusionaron entre sí y/o acabaron desapareciendo.
La Web2 o Web 2.0
En la actualidad, convivimos con la segunda versión de la Web. Lo que se ha venido a llamar Web 2.0. La web dinámica ha cambiado mucho durante estos años. Y poco tiene que ver con la World Wide Web original. Hoy, millones de empresas están en Internet. En 2018, se contabilizaron más de 1.630 millones de sitios web. En 2008, la cifra era de tan solo 172 millones. Y en 1998, casi 2 millones y medio. Además, surgen nuevos lenguajes como PHP o CSS que permiten crear páginas más complejas. Y el propio HTML admite contenido variado como vídeo integrado o aplicaciones online.
Otra característica de la Web 2.0 es que permite que el usuario o internauta cree su propio contenido. En la primera Web, el contenido venía principalmente de empresas, universidades o instituciones públicas. Pocos podían permitirse aportar contenido con servicios como Geocities. Pero en la segunda Web, surgen las redes sociales y los blogs. Dicho de otra manera. Cualquiera podía crear su propio espacio en Internet para hablar de cualquier tema.
Además, las páginas se vuelven más complejas, facilitan la interacción con el usuario, introducen cambios y mejoras en función del perfil del visitante y, como comenté antes, en la Web 2.0 proliferan las aplicaciones web. A diferencia de las de escritorio, no requieren instalación. Hoy, es más frecuente trabajar con aplicaciones web que con las clásicas de escritorio. También accedemos a la Web desde distintos dispositivos. Y qué decir de la multitud de servicios de pago a los que tenemos acceso, en forma de app o de web.
En los últimos años, la Web 2.0 se ha convertido en un espacio de prácticamente incontables dimensiones al que acceden toda suerte de dispositivos. La Internet de las Cosas es parte de esta Web en la que podemos acceder a servicios en la nube con total naturalidad, contactar con las administraciones, comprar por Internet, gestionar tus productos bancarios o comunicarte y jugar con personas que están a kilómetros de distancia.
La Web3 frente a la Web 2.0
Todavía no hay una fecha concreta de cuándo podremos movernos por la Web3. Por el momento, solo podemos leer sobre plano aquello que hará la Web3. A partir de tecnologías que ya existen, disfrutaremos de ciertas ventajas. Pero queda camino por recorrer.
En principio, en la Web3 no habrá restricciones ni bloqueos. Cualquiera podrá acceder a un servicio. Los servicios de pago se gestionarán empleando tokens o criptomonedas. Los pagos mediante activos digitales de este tipo garantizarán el anonimato del internauta, ya que no es necesario facilitar datos personales durante el pago. Otra ventaja es que los servidores de la Web3 funcionan en una red descentralizada, de manera que si un servidor cae, la web seguirá en pie.
La Web3 está directamente asociada a tecnologías como Blockchain, las criptomonedas o los criptoactivos como NFTs o tokens. También el metaverso forma parte de esta Web3 y, precisamente, es uno de sus principales atractivos. Universos interactivos en tres dimensiones en los que todo se puede crear de cero o comprar y vender de forma segura y anónima.