Futurólogo: cómo ver el futuro, pero de verdad

Si hay quien confunde a un astrónomo con un astrólogo, mucho más cuesta diferenciar a un futurólogo de un vidente. Y es que nadie ha visto el futuro, pero con información en cantidad y calidad, es posible avanzarse al mañana. Una ventaja competitiva que muchas empresas ansían y que no tienen reparos en contratar si el profesional de turno acierta en sus predicciones.

Hace años que la profesión de futurólogo ha dejado de ser sinónimo de esoterismo para convertirse en una práctica con bases científicas. O, mejor dicho, estadísticas. Números, datos, mapas y modelos predictivos. Herramientas que deben identificar el pasado y el presente y trazar una línea imaginaria que nos permita conectar con el futuro.

Lo que muchos llaman futurólogo también se conoce como futurista o prospectivista. Un perfil que sabe y debe manejar información cuantitativa más allá de las meras percepciones, premoniciones o intuiciones. Y con esa información, adelantarse al futuro. Algo que empresas de todo el mundo buscan para así marcar la diferencia con la competencia.

La futurología o prospectiva

El concepto no es nuevo. El ser humano siempre ha imaginado cómo será el futuro, con más o menos acierto. Pero no es hasta la década de los 40 del siglo pasado que el alemán Ossip Flechtheim acuña el término futurología como estudio del futuro. Desde entonces, esta “ciencia de la probabilidad” se ha aplicado en distintos campos de la investigación y ha dado pie a libros, películas y otros formatos de ficción. También cuajó como arma para ejércitos como el de Estados Unidos y como campo de estudio para académicos de Francia, Estados Unidos o la antigua URSS.

Pero poco a poco va haciéndose un hueco en las empresas. Necesitadas de algo que les dé un valor añadido en un contexto en el que reinan la incertidumbre y la imperiosa necesidad de adaptarse a los cambios en tiempo récord. De ahí que estudiosos de lo que se conoce como prospectiva sean consultados por las empresas más allá de su habitual ámbito académico. Ámbito que no siempre ha tenido la repercusión adecuada.

La prospectiva o futurología quiere entender el hoy y aspirar a adivinar qué ocurrirá en el futuro. Teniendo en cuenta la información disponible y los antecedentes relacionados con el campo de estudio, se pueden elaborar distintos escenarios para así facilitar las tomas de decisiones. Decisiones que, tal vez, influyan precisamente en ese futuro al que queremos adelantarnos.

El futurólogo no predice, pronostica

El futuro no se puede controlar

No es fácil saber si algo va a ser un éxito o un fracaso. Ni siquiera los responsables directos. Que empresas como Google, Apple, Microsoft, Facebook o Amazon llegasen a ser lo que son es algo que muy pocos pueden afirmar que vieron antes que nadie.

Hay muchos ejemplos de predicciones erróneas de personas influyentes. Como cuando Bill Gates menospreció la importancia de Internet hace más de 40 años. Lo mismo ocurrió con la idea de tener ordenadores personales en casa (Thomas Watson, presidente de IBM, 1943), usar teléfonos móviles (Marty Cooper, 1981) o que el iPhone cambiaría el sector tecnológico como lo ha venido haciendo desde su lanzamiento (Steve Ballmer, 2007).

Precisamente, a pesar de lo que pueda parecer, la futurología no predice el futuro. Intenta acercarse a él con varias posibilidades, las más plausibles. De una manera similar a la que hoy en día los meteorólogos pronostican qué tiempo hará. Con ayuda de los datos disponibles, de barajar distintos factores y variables y, finalmente, con la colaboración de la tecnología, que permite procesar gran cantidad de información y convertirla en mapas y modelos predictivos.

La prospectiva requiere perfiles muy variados para complementarse entre sí
Fuente: Brand Factory Telefónica

¿Qué conocimientos debe tener un profesional de la prospectiva? El perfil puede ser muy variado, dependiendo de en qué campos se especialice, como puede ser la economía, la tecnología, la ciencia o la sociedad. De ahí que deba tener conocimientos de historia, sociología y otras ciencias sociales pero también de ámbitos acordes al tema de estudio.

No es de extrañar que la práctica de la futurología se realice en equipo con varios miembros expertos cada uno en distintas áreas, de manera que el conocimiento de las partes enriquezcan el equipo de investigación. Por otro lado, se utilizan metodologías académicas como los paneles de expertos, la creación de modelos predictivos, el procesado de estadísticas y otros datos cuantitativos o la elaboración de cuestionarios para que los expertos den su opinión razonada. Recursos a los que se han unido en los últimos años el Big Data y la Inteligencia Artificial.

El objetivo final del futurólogo no es averiguar qué ocurrirá. Más bien se trata de ofrecer posibles futuros para que las empresas y sus responsables sean capaces de responder a los cambios y a las necesidades en cada situación. Saber cómo adaptarse para estar entre los primeros. Cuanto antes mejor. Y, en definitiva, no quedarse atrás por culpa de una mala gestión a largo plazo.

Así, la prospectiva empresarial se ha convertido en una herramienta más que, a través de consultorías y otras empresas de asesoramiento, permite ayudar a las empresas a estar preparadas sea cual sea el futuro que está por venir.

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