La historia de la exploración espacial está llena de desafíos para la sociedad. Desde que los chinos inventaron la pólvora, se suceden los intentos para crear cohetes durante los años finales del siglo XIX y los primeros del XX. Sin embargo, no sería hasta 1930 cuando se inició la verdadera construcción de cohetes que impulsarían los programas espaciales en Estados Unidos, Alemania y la antigua URSS.
¿Recuerdan la fecha del 21 de julio de 1969? Fue el día en que Neil Amstrong pisó la Luna y pronunció su famosa frase: «Este es un pequeño paso para el hombre, pero un gran paso para la humanidad». Efectivamente, la historia de la exploración espacial podría contarse a partir de retos diminutos, que gracias a los esfuerzos de investigación internacionales hemos conseguido ir superando, hasta llegar incluso a enviar un robot a Marte.
Sin embargo, los desafíos que se han ido superando a nivel logístico y técnico no han conseguido minimizar las numerosas sumas de dinero que han tenido que invertirse. Dada la actual crisis económica, los recortes también han llegado a los programas aeroespaciales.
Esta fue la razón por la que, por ejemplo, en Estados Unidos se suspendió el programa de transbordadores espaciales en 2011, unos vehículos que nos acercaron un poco más al espacio, y que nos hicieron soñar con que los grandes hitos podían ser alcanzados.
Vivimos en una época complicada para todos, donde los ajustes en los programas de investigación continúan. Por ello, cualquier iniciativa que trate de maximizar la calidad de los viajes espaciales, al mismo tiempo que reducen los costes, podría suponer una buena noticia para la investigación y la industria. Hoy os contamos una iniciativa suiza para lanzar al espacio satélites low-cost, que podrían disminuir significativamente los gastos y promover estos viajes.
¿Es posible la investigación espacial low-cost?
La propuesta de Pascal Jaussi, el promotor de Swiss Space Systems (S3) se basa en democratizar el acceso al espacio. Durante años, construir grandes satélites y transbordadores ha supuesto una inversión enorme del presupuesto del sector público. La aviación general, por contra, ha sido parte del negocio privado, que ha conseguido en parte disminuir los gastos en ella.
Los que se conocen como vuelos suborbitales son aquellos que transcurren por la órbita terrestre baja, aunque son considerados (de manera estricta) como viajes espaciales por el hecho de que abandonan la atmósfera terrestre. Su límite está situado en los 100 km de altura, y el primer viaje de este tipo fue realizado en la época de los sesenta.
La propuesta de Jaussi en su compañía S3 consiste precisamente en revolucionar la construcción de satélites que sean luego enviados en viajes suborbitales. Dado que los vuelos de este tipo están a medio camino entre la aviación generalista, en manos privadas, y los programas aeroespaciales públicos, la idea suiza puede hacer que los vuelos suborbitales cuenten con precios razonables, así como un soporte técnico adecuado.
Swiss Space Systems busca construir un transbordador, denominado SOAR, que tenga unas dimensiones adecuadas para llevar a cabo estos viajes. En concreto, su iniciativa tiene como objetivo terminar en 2014 este satélite de 22 metros de largo y 14 toneladas de peso.
Sin embargo, la idea de Jaussi no se basa solo en construir un transbordador suborbital sin más, sino que pretende crear en Suiza un ambicioso proyecto para que este país se una a la carrera espacial. Según las etapas previstas, en 2015 se inauguraría un verdadero puerto espacial en Payerne, y al año siguiente, debería terminarse el ensamblaje de la lanzadera espacial.
De este modo, las primeras pruebas con el satélite low-cost estarían previstas para 2017, de forma que realmente el primer vuelo suborbital tendría lugar al año siguiente. ¿Pero realmente se reducirían los costes asociados de la investigación espacial con este proyecto suizo?
Aunque los gastos globales ascienden a unos 250 millones de francos suizos (aproximadamente, unos 200 millones de euros), el presupuesto asociado únicamente al lanzamiento del satélite se ve reducido drásticamente con respecto a los costes actuales. La inversión que se realizará para la construcción y primer vuelo de SOAR asciende a 10 millones de francos (unos 8 millones de euros), frente a los 40 millones de francos que se gastan actualmente las empresas de la competencia en estos viajes suborbitales.
Este proyecto podría suponer, por tanto, una auténtica revolución para la investigación aeroespacial. Gracias a la introducción de la iniciativa low-cost en la misma, los países en desarrollo, además de Suiza, podrían entrar de lleno en la carrera espacial. Además, los centros de investigación (en su mayoría públicos), también podrían disfrutar de esta propuesta de S3, al abaratar mucho los costes respecto a los gastos actuales.
Sin lugar a dudas, la iniciativa suiza es, al igual que enunció Amstrong años atrás, «un pequeño paso para una compañía, pero un gran paso para la humanidad». Democratizar el acceso al espacio nos hace soñar con viajes y vuelos donde queramos y podamos imaginar.
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