Grace Choi, una estudiante de Harvard, ha creado una máquina que le permite imprimir maquillaje y en el futuro espera producir otros cosméticos.
La filosofía del DIY (do it yourself) está revolucionando la forma de ver la tecnología en los últimos años. Gran parte de este cambio de mentalidad se debe al bagaje de conocimientos compartidos en la red, pero también a determinados avances técnicos. Uno de los que más destaca es la impresión 3D, que da acceso a unas capacidades que antes sólo tenía el mundo industrial. Son muchos – y algunos inverosímiles – los productos que se han podido producir caseramente gracias a estas máquinas. Hay que sumar otro más: el maquillaje.
Sirviéndose de una filosofía que casa con la de la impresión en tres dimensiones, la estudiante de la Universidad de Harvard Grace Choi ha construido una máquina capaz de imprimir en 3D maquillaje. Se trata de una impresora que utiliza los mismos pigmentos que una de las impresoras de consumo que puede haber en una casa o una oficina.
Pero la impresora de Choi, llamada Mink, mezcla el pigmento con el material adecuado para producir maquillaje. La creadora del proyecto afirma que la base que utiliza la impresora está aprobada por el organismo regulador correspondiente en Estados Unidos, la FDA (Food and Drug Administration). De hecho es el mismo componente que usan las grandes marcas de cosméticos.
Choi explica que las compañías de esta industria venden caros sus productos sobre todo por una característica diferenciadora: el color. Lo que ha hecho la creadora de Mink es propiciar que cualquiera en su casa pueda tener el color que desee. La máquina funciona de forma sencilla, más o menos como lo hace una impresora de chorro de tinta. Primero se usa un software sencillo para seleccionar un color, que puede ser de una imagen sacada de Internet o de una foto, por ejemplo.
Este color seleccionado se pasa a un programa de edición de imagen (Choi usa el Photoshop en su demostración, pero también sirven otros más simples) y a partir de ahí se imprime una muestra de maquillaje con la coloración escogida. De tal forma que se pueden sacar tonalidades de las imágenes de cosméticos que existen en Internet, pero también se puede hacer una foto al pintalabios de una amiga para después reproducirlo con Mink.
Por el momento la creadora del proyecto sólo trabaja con el maquillaje, pero su intención es que pronto la máquina pueda producir otros cosméticos, como polvos o cremas. Mink se venderá por 300 dólares en Estados Unidos y se dirige a chicas y mujeres jóvenes que aún no han creado hábitos de belleza arraigados. Choi asocia su iniciativa a un propósito ético. “La definición de belleza es algo que deberíamos que controlar nosotras”, señala.
Imagen: Susyna