Un equipo de la Sorbona ha logrado construir y programar un robot capaz de volver a andar tras haber sufrido daño en una de sus seis patas.
Uno de los retos más arduos de la inteligencia artificial es imprimir en una máquina la capacidad autónoma de aprender. Entre sus muchas definiciones, la inteligencia suele pasar por la “capacidad de adaptarse al medio”. La robótica ha avanzado de tal manera que puede crear ejemplares asombrosos, que coordinan sus extremidades, realizan tareas propias de humanos y pueden salvar obstáculos hace años impensables, como un escalón. Todo esto se produce en un entorno ideal, pero, ¿y si el robot resulta dañado? ¿Podría arreglárselas para seguir funcionando correctamente?
Esta cuestión se la ha planteado el equipo de científicos de la Universidad París-Sorbona dirigidos por Antonie Cully. Ellos han atacado un aspecto básico en todo ser vivo animal: el movimiento. Cuando un animal – incluido el ser humano– resulta herido, encuentra por su cuenta la mejor forma de subsanar su desventaja física. Si nos hemos hecho daño en una pierna cojeamos de tal manera que nos sea lo menos doloroso posible movernos. Pero a la vez buscamos la eficiencia, si podemos alcanzar nuestra meta en un minuto mejor que si es en dos.
Este es el objetivo que el equipo de la Sorbona se ha marcado para un robot que anda con seis patas. Han querido construir un sistema que autónomamente pueda reprogramar su movimiento tras una lesión, de tal manera que llegue a su meta lo más rápido posible y desviándose lo mínimo. No se trata de un problema sencillo. Y es que hay muchos parámetros implicados para que el movimiento sufra lo menos posible.
En el caso del robot que anda con alguna de sus patas dañadas hay que tener en cuenta el ángulo en que está doblada la extremidad, la posición de cada articulación (por así decirlo) en cada momento, la aceleración que imprime cada articulación o el tiempo que las patas están en contacto con el suelo. Por eso, los científicos se ocuparon en predecir qué escenarios podrían ocurrir cuando una pata fuera dañada.
Cuando el robot (que consta de 18 motorcillos) sufre daños, busca en su sistema otras formas de seguir moviéndose, lo que acelera la búsqueda de soluciones. Sin embargo, los científicos no pueden crear un modelo para todas las variables que se podrían dar, pues la máquina podría dañarse de innumerables formas. A partir de aquí se sirve de su autonomía: intenta minimizar el contacto de la extremidad dañada con el suelo, mide su velocidad y la desviación de su trayectoria.
La información que recoge el robot tras un primer intento de moverse es enviada a su sistema, que la procesa y recomienda mejoras. Así, en unos pocos intentos la máquina es capaz de generar un movimiento realmente eficiente. Los creadores del sistema apuntan que el experimento es un primer paso para crear robots más fuertes, fiables y autónomos.