Entornos corporativos: lo importante es colaborar

Entrelazando la ciencia ciudadana y el arte

A mediados del siglo XX John Cage creó una obra llamada 4’33’ que consiste en cuatro minutos y treinta y tres segundos de silencio. Silencio para ser interpretado (en verdad el músico no tocaba nada durante ese tiempo) en un auditorio con público, el artista concibió a la audiencia como actores y no solo como oyentes. De forma involuntaria cada persona emite un sonido al bostezar, al respirar o al mover los pies, que la audiencia escucha y percibe como parte de la obra. Podemos ver muchos ejemplos más de obras que no son posibles sin la participación de los visitantes que se convierten en co-creadores.

Si a esta implicación del público no profesional en un proceso creativo le añadimos un ingrediente clave, el compromiso, y lo aplicamos a la investigación científica entonces tenemos lo que llamamos ciencia ciudadana. Apasionados expertos que actúan por hobby, gente que quiere colaborar por el bien común, y curiosos de todos los colores participan activamente en experimentos. Los voluntarios aportan sus conocimientos o datos experimentales, incluso utilizan sus propios teléfonos u otros utensilios. Estos recursos son útiles para los investigadores que buscan resolver conjuntamente los retos, cada vez más complejos, a los que nos enfrentamos. El potencial de este paradigma se puede ver en muchas dimensiones: científicas, tecnológicas, sociales, políticas, económicas o medioambientales. Al participar, los voluntarios adquieren nuevas habilidades y una comprensión más profunda del trabajo científico de forma directa, de primera mano. No solo oyendo o viendo, sino haciendo. Esto también sirve para abrir puertas y ventanas en las instituciones y en los laboratorios, cambiando la sensación  de hermetismo que muchas personas tienen de la investigación.

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El proyecto de ciencia ciudadana Eyewire está modelando un cerebro en 3D e inspirando prácticas artísticas entre sus miles de usuarios. Crédito: eyewire.org

En este intercambio de roles y de miradas, las fronteras se vuelven más borrosas. El número de proyectos e iniciativas de ciencia ciudadana crece continuamente. Entre la lista de los proyectos más relevantes por movilizar a millones de personas hay que destacar Zooniverse , Fold.it, la computación voluntaria o la monitorización de nuestra biodiversidad. En Europa se han impulsado iniciativas referencia como el proyecto Socientize que lideramos desde Zaragoza desde 2012, y en España contamos desde 2011 con Ibercivis, la fundación nacional que sirve para promover y apoyar proyectos participativos de inclusón del público general en la ciencia. Contamos con más de 40 proyectos de otros tantos grupos investigadores de España, Portugal y Latinoamérica que sirven para monitorizar la gripe, la calidad del agua de boca en los grifos de las casa, o para estudiar el comportamiento humano, por citar solo algunos ejemplos. También en Estados Unidos se ha lanzado hace unos pocos meses la oficina federal para ofrecer servicios a las distintas comunidades.

Cada experimento es un mundo en sí mismo, pero en general los proyectos buscan alcanzar las mayores cotas de participación posible. Para ello, se necesita enriquecer experiencias y entendimientos, explorando nuevos caminos en formatos abiertos. Aquí es fundamental también el rol de los artistas. Como creadores, creativos, mezclan disciplinas de conocimiento y crean tangibles de forma natural. Este remix sirve para crear sinergías que aparecen y se amplifican por la confluencia de lo digital y de lo participativo, de lo humano. En el proyecto AirBezen de Amberes en Bélgica se distribuyeron pequeñas macetas con fresas entre la población para utilizar las propias plantas como biosensores y analizar la calidad del aire en dicha ciudad. Los voluntarios colocaban las plantas en el exterior de sus ventanas y al cabo de un mes enviaban algunas hojas de la planta en un sobre para ser analizados ciertos indicadores. Es solo un ejemplo que sirve como contrapunto a la inercia hacia uso masivo de las tecnologías y de los microcontroladores.

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Dos imágenes de experimentos que desde Ibercivis hemos promovido en el festival Sónar+D de Barcelona. En 2014 (izquierda), Miguel Angel Mercadal y RdeRumba colaboraron en un experimento para analizar la inteligencia colectiva aplicada a la composición de patrones musicales. En 2015 (derecha), Chelis se prestó a que se analizara su actividad cerebral durante una sesión en la que parte del público también estaba siendo monitorizado.

Cada vez hay más ejemplos de proyectos de ciencia ciudadana en los que confluyen, entre otros grupos, investigadores y artistas. Hace unos meses la Comisión Europea nos encargó presentar el programa STARTS en un entorno tan singular como el festival Sónar+D en Barcelona y juntamos a más de 30 grupos e instituciones referencia que promueven y aprovechan este tipo de prácticas transdisciplinares con el foco en la innovación. Ahora, tenemos en Zaragoza abierta una convocatoria internacional para artistas en residencia que creen nuevas obras para la exposición Reverberadas que forma parte de la European Digital Art and Science Network de la que también forma parte la fascinante exposición Materia Prima en Laboral Centro de Arte y Creación Industrial en Gijón.

En nuestro mundo hiperconectado las palabras también adquieren sentidos más amplios y cambian muy rápidamente. Etiquetar a la ciencia como ciudadana sirve principalmente para enfatizar la bidireccionalidad de las interacciones en las que todos ganamos. Y para demostrar los valores críticos, democráticos que tienen estas aproximaciones. Continuamente descubrimos fascinados que podemos hacer cosas con nuestro entorno y con nosotros mismos que hace unos años eran mera ficción. Esta cascada de innovaciones tiene consecuencias imprevisibles y es pertinente hacer partícipes al mayor número de personas posible para evaluar y revisar el sistema continuamente. Cada vez es más fácil aprovechar todo el poder que está fuera del sistema científico convencional. Sea en exposiciones, en laboratorios, en ciudades o en montañas remotas. Estos diálogos entre el arte y la ciencia, entre la tecnología y la sociedad, nos sirven para dialogar, reflexionar, analizar y entender mejor nuestra sociedad. Intentemos mejorarla entre todos.

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Imagen: Res-Ser, diorama de Oscar Sanmartín

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