Con el objetivo de usar puntos luminosos como guías, el Observatorio Europeo del Sur de Chile ha utilizado 4 potentes láseres para conseguir desarrollar un sistema que produzca una estrella artificial.
Para los estándares actuales de la ciencia humana, la creación de un cuerpo celeste se antoja completamente imposible. Sería absurdo plantearlo. Pero el avance en láseres sí permite crear estrellas artificiales que logren ser más visibles que las que cada noche poblan nuestros cielos. La dificultad reside en la contaminación lumínica que se da en las grandes urbes y en el efecto borroso que produce la atmósfera. En el Observatorio Europeo del Sur de Chile han superado los obstáculos gracias a 4 grandes láseres. Lo más interesante, sin duda, será el uso que se le dará a ese gran estrella artificial o técnicamente, punto luminoso.
Tal y como los barcos hacían en la antigüedad con los faros, los astrónomos necesitan puntos luminosos con los que orientarse. La diferencia está en la precisión requerida. Necesitan una referencia muy potente para calibrar sus intrumentos y herramientas. Manualmente, debido a la rotación del planeta, es muy problemático. Quizá a simple vista se percibe menos, pero con el nivel de ampliación de un telescopio, el proceso se torna imposible y el objetivo se pierde de vista cada pocos segundos.
Mediante una técnica llamada óptica adaptativa se arregla el problema y se logran compensar los cambios, pero se necesita la ayuda de una guía, en este caso la estrella creada por «Four Laser Guide Star Facility» (4LGSF). Y aquí es necesario puntualizar que los láseres no crean exactamente la estrella, aunque sean decisivos en su formación. Su cometido es excitar los átomos de sodio presentes en la atmósfera, gracias a los 22 W de cada uno de ellos. Al hacerlo, los átomos comienzan a emitir luz, lo que hace el objetivo posible.
Aunque la luz emitida por los átomos está infinitamente más cerca que la de una estrella, el hecho de poder controlar su posición y compensar el efecto borroso de la atmósfera ayuda a lograr el objetivo de los astrónomos, conseguir imágenes más nitidas y ampliar el campo de visión. Lo más interesante es que la idea de hacer esto no es nueva, sino que en 1950 ya se propuso. El problema es que, tal y como se ha dado en muchos ámbitos en ciencia y cultura, la tecnología no siempre se encuentra en el mismo punto evolutivo que lo que nuestros cálculos o pensamientos llaman a desarrollar.
Imágenes: ESO