El número de vehículos en España aumenta cada día y sus consecuencias suponen un problema para las instituciones públicas. Además, los atascos son cada vez más habituales en unas vías sobrepasadas por el crecimiento de conductores.
Durante el presente mes de agosto se espera que 45 millones de personas se desplacen por las carreteras nacionales, según confirma DGT. Eso supone casi un viaje por habitante español, con las consecuentes complicaciones que conlleva para las infraestructuras. Cada año el número de vehículos en circulación crece a pesar de que los niveles de contaminación son un problema persistente en las redes de tráfico y que sus efectos tienen graves efectos sobre la salud de las personas.
Un último estudio del Vall d’Hebron Institut de Recerca (VHIR) de Barcelona publicado en la revista Plos One ha corroborado que la contaminación derivada de las partículas en suspensión emitidas por los vehículos diésel favorece la aparición de alergias. Ante esta encrucijada muchos comienzan a cuestionarse la viabilidad de la situación actual y proponer soluciones para reducir el tiempo en carretera.
Los españoles perdemos una media de 18 horas al año atrapados en atascos, según datos del Medidor INRIX del Tráfico. Nuestro país es el undécimo más congestionado de toda la Unión Europea y alternativas como no ponerse nervioso al volante, escuchar música relajante, beber agua o mascar chicles no parecen solventar el problema. Sin embargo, aunque los coches voladores aún parecen una alternativa lejana, el futuro podría estar más cerca que nunca.
Para dar salida a este problema la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) ha desarrollado la tecnología que podría acabar con el llamado “efecto cremallera”. Las rotondas, pese a aliviar en gran medida el tráfico de las ciudades, sigue suponiendo un obstáculo para muchos conductores. Ramp Meter es un método que consiste en la gestión del número de vehículos por vía gracias a unos dispositivos magnéticos conectados a unos semáforos encargados de distribuir el tráfico en función de la saturación.
“El tráfico se controlaría con lo que se llama un detector de colas que, a su vez, se conectaría a un semáforo inteligente situado en otro acceso menos congestionado, pero que bloquea al primero”, afirma Mariló Martín-Gasulla, una de las investigadoras del proyecto. Aunque el sistema ya está presente en Australia y algunas rotondas norteamericanas, será ahora cuando llegue a España tras un largo periodo de pruebas.
Las glorietas siempre han supuesto el principal escollo para los ingenieros que ven como las ciudades se congestionan especialmente en estos puntos. Las soluciones clásicas para evitar esto pasaban por ensanchar las rotondas, ampliar los carriles o aumentar las salidas e intersecciones. A partir de ahora los conductores tendrán una ayuda extra para evitar estos problemas. “Mediante programación se pueden generar huecos más largos en el anillo para que los aprovechen tanto los conductores de la vía más atascada como los del resto de entradas, agilizando así la circulación y mejorando la operatividad global de la rotonda.”, aclara Martín-Gasulla.
Todo esto podría mejorar la circulación en hasta un 60% pero su instalación se haría de forma puntual. Y es que sus creadores no pretenden crear intersecciones repletas de semáforos, ni los ayuntamientos estarán dispuestos a desembolsar los 14.300 euros que vale de forma desmedida. Lo cierto es que, pese a que el espacio es el mismo, el número de conductores sigue creciendo día a día – de 10 a 29 millones en 26 años- y alternativas así arrojan un poco de esperanza a un futuro que se prevé como poco complejo.