En 1956, IBM desarrollaba lo que hoy se conoce como el primer disco duro de la Historia. Lo denominaron Ramac I y estaba integrado dentro del ordenador IBM 350. Este dispositivo almacenaba una cantidad máxima de 5 MB, y tenía un tamaño mayor que el de una nevera actual. Una bestialidad de dimensiones en comparación con la irrisoria capacidad de almacenamiento que poseía. Para completar las características únicas, Ramac I funcionaba con válvulas de vacío y necesitaba de una consola independiente para funcionar.
A pesar de ello, la línea del tiempo de la electrónica revela que el almacenamiento de datos comenzó a través de las tarjetas perforadas del siglo XVIII, y que la inclusión del magnetismo data del XIX. Pero la revolución magnética no alcanzó a la informática hasta la introducción del disquete en 1969. En los ochenta la aportación óptica sería la que brindarían los Compact Disc y en los noventa, los DVD.
Las claves del almacenamiento de datos
Por unidades de almacenamiento se entienden aquellos “dispositivos periféricos del sistema que actúan como medio de soporte para programas, datos y ficheros”. También se conocen como memoria secundaria, y se caracterizan por almacenar la información con una permanencia no volátil.
Para poder ser grabadas, se ha de depositar un material magnetizable, que puede ser óxido de hierro o de cromo, o películas metálicas de hierro o cobalto-níquel, entre otros, sobre un soporte sólido.
El almacenamiento magnético consiste en digitalizar datos a secuencias de “unos y ceros”. Para ello, las cifras se encuentran en una capa magnética muy delgada del interior de los discos duros. Al trabajar con materiales magnetizables, pueden orientarse hacia arriba (“uno”) o hacia abajo (“cero”). La forma de guardar información a través de esta vía magnética es realmente barata, y el soporte es permanente, por lo que es utilizado tanto en dispositivos de almacenamiento informático, como en las tarjetas de crédito que utilizamos a diario.
Más información en espacios más pequeños
A finales del siglo XX surgía con fuerza el almacenamiento óptico de datos, a través de nuevos dispositivos como el CD-Rom, el DVD o el Blu-Ray. En este caso, los datos se guardan registrando marcas en un patrón, que luego serán leídas de nuevo con la ayuda de un haz de luz láser enfocado de manera precisa en un disco que gira.
Estos dos tipos de almacenamiento, el magnético y el óptico, son las formas más implantadas para guardar información en dispositivos electrónicos e informáticos. Aunque el almacenamiento eléctrico o el holográfico estén desarrollándose como grandes alternativas a las vías tradicionales, lo cierto es que el conjunto de las nuevas investigaciones busca guardar cada vez más información en el menor espacio posible.
En ese sentido, investigadores de la Oregon State University han desarrollado una mejora del almacenamiento magnético mediante la utilización de la acústica, mediante un sistema conocido como acoustic-assisted magnetic recording. El equipo, liderado por la profesora asociada Pallavi Dhagat, busca «mejorar la capacidad de guardar información mediante la vía magnética, a través de una aproximación que suponga un menor espacio, y un abaratamiento en cuanto a gasto de recursos económicos y energéticos se refiere».
Su trabajo, presentado en la duodécima edición de la Joint MMM/Intermag Conference en Chicago, no utiliza, al contrario que otras investigaciones, calor para almacenar una mayor cantidad de información (aumentando la temperatura de los materiales magnetizables se puede mejorar también la capacidad de almacenamiento en un punto determinado del soporte).
Dhagat y sus colaboradores han usado una aproximación acústica, en la que aplican directamente ultrasonidos en una localización altamente específica, mientras los datos son guardados en el soporte, aumentando así la capacidad de almacenamiento. De este modo también se evitan problemas asociados a la utilización de altas temperaturas, ya que era complejo aplicar estas de forma específica sin que se transmitiera el calor por otras zonas del soporte. El aumento de energía y los efectos magneto-restrictivos inversos son las piezas clave utilizadas en la lectura y escritura de la información.
Desde los años cincuenta hasta hoy, el mundo de la electrónica y la informática no ha parado de evolucionar. La revolución magnética, seguida de la óptica, ha tenido un crecimiento enorme, y se ha visto complementado por otras aproximaciones eléctricas u holográficas, entre otras muchas. La siguiente vía, la óptica, promete ayudar también en el almacenamiento de la información. Si en algo menos de sesenta años, hemos pasado de unidades con 5 MB, con tamaños y precios enormes, a dispositivos que son capaces de guardar más de 500 GB. Queda claro que lo mejor está aún por llegar.
Imágenes | Flickr, Open Image Bank