Científicos descifran cómo es el poro nuclear o guardián del ADN, que amuralla el interior de nuestras células. Sus resultados pueden servir en medicina.
¿Qué diferencia hay entre una amapola y una bacteria? ¿Y entre un microorganismo y un pájaro? ¿Por qué somos más parecidos a un gato que a un virus? ¿Cuáles son las similitudes entre un ser humano y un roble? La respuesta está en nuestro interior, en particular, en las millones de células que son parte de un ser vivo.
Los organismos se diferencian según su tipo de célula. Los denominados eucariotas presentan células con núcleo, es decir, con una parte central «amurallada» en la que se resguarda su ADN. Por el contrario, seres vivos más sencillos como las bacterias son organismos procariotas. Esto quiere decir que no cuentan con una parte central defendida por ninguna membrana, sino que su ADN se encuentra en el interior de la célula sin nada que lo proteja.
Los seres vivos eucariotas presentan una gran diversidad. Desde plantas a animales, pasando por hongos o la propia especie humana, contamos con una muralla que resguarda nuestro material genético en el interior de nuestras células. Esta muralla se denomina también membrana nuclear, pero como en toda fortaleza medieval, también hay puertas de entrada. Estas reciben el nombre de poro nuclear o nucleoporo.
Un nuevo estudio, publicado en la revista Science, ha conseguido por primera vez revelar la estructura del guardián que protege a nuestro ADN. El equipo del Instituto Tecnológico de Massachussets, dirigido por André Hoelz, ha podido determinar cómo es la puerta de entrada al núcleo de nuestras células. El trabajo es importante, dado que el poro nuclear es el que permite o impide el paso a esta parte central de las células eucariotas, que resguarda en su interior el material genético.
El trabajo ha determinado que el complejo del poro nuclear o nucleoporo está formado por más de 100 subunidades de proteínas. Además de mapear su estructura, los científicos han logrado identificar las relaciones entre estas moléculas biológicas después de llevar a cabo esta investigación durante más de una década.
Los resultados, según los autores, pueden servir en medicina. Por ejemplo, se podría tratar de «hackear» células infectadas con virus para frenar las enfermedades mediante fármacos que accedieran al interior gracias a este poro nuclear. «Sospecho que a partir de ahora trabajaremos muy rápido», afirmó Hoelz. El científico del MIT explicó que «ahora sabemos qué hacer exactamente. Es como si escaláramos el Everest y estuviéramos ya en el campamento base 4. Ahora solo queda llegar hasta la cumbre», concluyó.
Imágenes | Umberto Salvagnin (Flickr), MIT