La economía colaborativa es tan potente en China que hay muchas empresas lanzándose a ofrecer paraguas compartidos, o incluso balones de fútbol y baloncesto.
Aunque tecnológicamente la sociedad china pueda parecer más avanzada que la nuestra, la realidad es que suelen ir bastante por detrás en cuestiones como conectividad inalámbrica y por cable (la fibra es prácticamente inexistente y el 4G ha llegado bastante más tarde). El error está en pensar que China es Japón en cuanto a avances tecnológicos y a su integración en la sociedad, pues están bastante lejos. Sin embargo, en una semana en ciudades como Shenzhen o Hong Kong, muy tecnológicas, da tiempo a darse cuenta de que entre otras cosas, la creatividad es lo más importante.
Siendo español o europeo es fácil pensar que, con casos como el de BlaBlaCar o AirBnB, la economía colaborativa nació aquí y es donde más triunfa, pero no. En China se comparten hasta los paraguas, en el sentido «colaborativo» y moderno de compartir. No es que los ciudadanos vayan usando el paraguas en grupo cuando llueve, sino que se suscriben a una plataforma pagando una tasa anual (equivalente a unos 2,8€) que les permite cogerlos de la calle, donde están ubicados en zonas de grandes concentraciones.
El modelo de negocio se encuentra en el cobro de una pequeña cantidad por cada media hora de uso, unos 6 céntimos al hacer la conversión del yuan al euro. Los paraguas tienen un coste de unos 7,7€ para la compañía, por lo que no siempre es fácil obtener rentabilidad, pero teniendo en cuenta la inmensidad de las ciudades donde operan estas empresas, el ingreso por usuario podría ser el menor de sus problemas.
Sharing E Umbrella es una startup que se hizo famosa porque sus usarios robaron 300.000 paraguas compartidos. El problema para la compañía fue tan simple como no poder monitorizar por GPS la localización de cada paraguas, a diferencia de lo que ocurre con las bicicletas compartidas más modernas, que también pueblan todas las aceras del país asiático. Los usuarios pagaron, pero no devolvieron los paraguas tras utilizarlos por primera vez. Al no existir control más allá de cuando se declara que se está usando, los paraguas no volvieron a circular por las calles.
El caso de los paraguas compartidos puede sonar a fiasco, pero personalmente he podido comprobar cómo mucha gente sí que los deja en su lugar al acabar de usarlos, al igual que ocurre con las bicis. La pregunta que cabe hacerse es, ¿de verdad merece la pena suscribirse a servicios como el de los paraguas compartidos, cuando hablamos bienes económicos que caben en una mochila?
Con perspectiva occidental quizá carezca de sentido, sí, pero en China están compartiendo incluso balones de fútbol y baloncesto como forma de hacer negocio, y puede que dado el éxito del modelo, no tardemos de verlo por aquí también.